L¨¢grimas por la guerra

Eran las 15.45 del domingo 6 de abril, de un esplendoroso d¨ªa primaveral. La Puerta de Alcal¨¢ y sus aleda?os estaban repletos de miles de personas. En un reducido escenario, escritores, poetas, trovadores y actores llevaban m¨¢s de cuatro horas defendiendo con su voz y su palabra su derecho y el nuestro a discrepar, condenando la barbarie de la guerra.

Era el final del acto y todos, en una m¨¢gica comuni¨®n, entonamos Imagine de Lennon, no pude ni quise evitarlo y empec¨¦ a llorar. Lloraba a mis 57 a?os, lloraba en recuerdo y apoyo de los miles y miles de personas que mueren y morir¨¢n en esta vergonzante y repugnante guerra.

Lloraba por todas las guerras, maldec¨ªa el ego¨ªsmo humano que es capaz de asesinar por conseguir bastardos intereses. Lloraba delante de la bell¨ªsima Puerta de Alcal¨¢, en recuerdo de mi padre, que en mi infancia tant¨ªsimas veces me hab¨ªa contado su experiencia de la guerra. Lloraba por mi padre, que a pesar de su sufrimiento y padecimiento, me inculc¨® sin ning¨²n rencor su respeto a la vida y su amor a la libertad.

Lloraba por el desprecio que siento hacia unos dirigentes indignos e inmorales, que no son ni siquiera capaces de imaginar que miles y miles de ciudadanos nos manifestemos, sin seguir consignas de nadie, que lo hacemos entre otras razones por algo que ellos jam¨¢s han tenido: dignidad

De pronto, percib¨ª que tambi¨¦n lloraba de alegr¨ªa, porque comprend¨ª con nitidez que esta guerra la hemos ganado; la hemos ganado todos los que amamos la paz.