Elogio del pino pi?onero
?rboles de elegante copa aparasolada asombran a quien rodea este cerro que se alza al sur de Pelayos de la Presa
A los ¨¢rboles, como a los hombres, se les suele tratar en funci¨®n de su origen. Hay los aut¨®ctonos o nativos de pura cepa, que son objeto de veneraci¨®n, estudio y protecci¨®n oficial. Y hay los al¨®ctonos o de fuera, a los que se utiliza para repoblar r¨¢pido y barato los lugares que los otros no pueden o no quieren, y ello no sin recelo, porque ya se sabe lo que traen estos extranjeros: plagas, incendios y empobrecimiento del suelo, el sagrado suelo de la patria.
Existen ¨¢rboles, empero, que se resisten a ese torpe encasillamiento, revelador de una mentalidad cazurra. ?rboles cuyo origen es una pura conjetura, m¨¢s ling¨¹¨ªstica que bot¨¢nica: de la ciudad p¨®ntica de Kastana pudo venir el casta?o; de Kerasos, tambi¨¦n junto al mar Negro, el cerezo; de Chipre, el cipr¨¦s. O puede que no.
El embalse de San Juan, visto a trav¨¦s de la pinada, es como un pedazo de Mediterr¨¢neo
Lo ¨²nico cierto es que se extendieron por toda la cuenca del Mediterr¨¢neo cuando los nativos de buena parte de ella, incluida Iberia, andaban a¨²n en taparrabos. Son ¨¢rboles cosmopolitas, compa?eros de viaje de fenicios, griegos y romanos, testigos de un mundo incipiente en el que la curiosidad, y no el recelo, marcaba la ¨²ltima frontera.
Uno de esos ¨¢rboles que han acompa?ado a la civilizaci¨®n en su fecundo vagabundaje, haciendo hoy imposible discernir su ¨¢rea natural de la cultivada, es el pino pi?onero. En Madrid forma espl¨¦ndidos bosques en el suroeste, se?aladamente bellos los que rodean el cerro Valdenoches, al sur de Pelayos de la Presa.
Aqu¨ª convive con las primitivas encinas poniendo una nota de elegancia cl¨¢sica -los jardineros de Roma apreciaban la silueta de su copa aparasolada por su rara perfecci¨®n, casi escult¨®rica- en un paisaje dominado por las aguas del embalse de San Juan, que visto a trav¨¦s de la pinada se nos antoja un pedazo de aut¨¦ntico Mediterr¨¢neo.
Para subir al cerro Valdenoches nos acercamos a la depuradora de Picadas, que est¨¢ a dos kil¨®metros antes de llegar a Pelayos por la carretera M-501, doblando a la izquierda no m¨¢s pasar el puente de San Juan.
Enseguida vemos el panel informativo de la senda, que coincide inicialmente con el cordel de la presa de San Juan, una v¨ªa pecuaria -asfaltada en sus primeros kil¨®metros- por la que ascendemos c¨®modamente durante un par de horas, gozando de una vista cada vez m¨¢s amplia sobre el caser¨ªo de Pelayos, las ruinas del monasterio de Valdeiglesias (1150), el embalse, las gran¨ªticas Cabreras y la picuda Almenara, inicio de la sierra de Guadarrama.
Transcurridas esas dos horas -dulces e inolvidables como las dos grandes charcas donde se remansa el arroyo de las Labores y se miran los narcisos pinos pi?oneros-, abandonamos la ca?ada ganadera por una desviaci¨®n que se encuentra bien se?alizada, como el resto de la ruta. Y es una pista que bordea por el oeste la cima del cerro Valdenoches -inconfundible, con su antena repetidora a 902 metros de altura- y baja por la umbr¨ªa del vecino alto de la Mira en busca de un vivero forestal que se oculta en el pinar, ahora de pino resinero.
Como a una hora del anterior desv¨ªo -o tres desde el inicio-, la pista desemboca en la carreterilla de Cadalso a Pelayos, por cuya calzada angosta, sinuosa y emboscada descendemos sin encontrar m¨¢s tr¨¢fico que un reba?o de cabras.
As¨ª, hasta llegar a las afueras de Pelayos, donde un nuevo desv¨ªo, marcado con su correspondiente letrero, nos lleva atajando por entre viejos vi?edos y chal¨¦s -los de la urbanizaci¨®n La Fuenfr¨ªa- hasta el centro mismo de la poblaci¨®n.
En Pelayos, cumplidas cuatro horas de marcha, concluye la senda se?alizada. Ya s¨®lo nos resta callejear hasta el polideportivo y buscar por encima de ¨¦ste una pista de tierra llan¨ªsima -la antigua v¨ªa del tren del Ti¨¦tar- que conduce, pasando junto al monasterio de Valdeiglesias, hasta las inmediaciones del puente de San Juan.
En este ¨²ltimo tramo vuelven a acompa?arnos, libr¨¢ndonos del tabardillo con su parasol, soberbios ejemplares de pino pi?onero. Quiz¨¢ no sean muy aut¨®ctonos; pero elegantes y civilizados, a m¨¢s no poder.
Cinco horas de primavera
- D¨®nde. Pelayos de la Presa dista 61 kil¨®metros de la capital yendo por la carretera M-501 (de Madrid a Plasencia por San Mart¨ªn de Valdeiglesias). Dos kil¨®metros antes de la poblaci¨®n, se cruza el puente de San Juan, y acto seguido, en el punto kilom¨¦trico 50,200, se desv¨ªa a la izquierda una pista que conduce a la depuradora de Picadas, donde comienza la senda del cerro Valdenoches.
- Cu¨¢ndo. Primavera, cuando estos montes se llenan de las flores rosas de los jaguarzos, es la mejor ¨¦poca para efectuar este itinerario circular de 16 kil¨®metros y unas cinco horas de duraci¨®n, con un desnivel acumulado de 350 metros y una dificultad media.
- Qui¨¦n. El Centro de Recursos Naturales y Tur¨ªsticos ?lvaro de Luna (calle del General Mart¨ªnez Benito, 42; San Mart¨ªn de Valdeiglesias; tel¨¦fono 91 8612933) proporciona informaci¨®n sobre ¨¦sta y otras rutas por la zona. Un mapa detallado de la senda puede consultarse en el p¨¢gina de Internet www.sanmartindevaldeiglesias.org
- Y qu¨¦ m¨¢s. Aunque la senda est¨¢ bien se?alizada con letreros de madera, conviene llevar la siguiente cartograf¨ªa para hacerse una idea del terreno: hojas 17-22 y 17-23 del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito o equivalentes (557 y 580) del Instituto Geogr¨¢fico Nacional.
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