Nuevas rayas para el tigre
Qu¨¦ gusto: Javier Corcobado (Francfort, 1963) luce sano, moreno, musculado. Todo lo contrario del desastre humano que recordamos de 1999. Se atasc¨® en la grabaci¨®n de Corcobator, un disco que pretend¨ªa reunir a sus antiguos colaboradores y del que ahora admite: "Fue el peor de mi carrera, aunque tenga dos de mis canciones mejores". Varios meses enclaustrado en un estudio "donde todo el mundo acud¨ªa a disfrutar de su sustancia favorita". Cuando se edit¨®, con una gira ya publicitada, Corcobado desapareci¨® ante el pasmo general: "Hab¨ªa tocado fondo y me refugi¨¦ en casa de mis padres. Dej¨¦ mi analg¨¦sico habitual e, inevitablemente, ca¨ª en una depresi¨®n total. Engord¨¦ y no estaba para actuar, propuse posponer la gira y... ya hab¨ªan decidido que yo era imposible, un caradura que explotaba a todo el que se cruzaba en su camino. Pero no hablemos de drogas, no hay cosa m¨¢s repelente que un cantante de rock presumiendo de sobriedad".
Sigui¨® una temporada en Galicia, donde escribi¨® su tercer libro, A Coru?a es una ciudad para enamorarse, de pr¨®xima aparici¨®n. Corcobado comprob¨® que su nombre era veneno en el negocio musical espa?ol. S¨®lo le quedaba M¨¦xico, donde su arte extremista es venerado: "All¨ª s¨®lo se han editado 3 de mis 12 discos, pero el resto se han pirateado y tengo un p¨²blico fiel, num¨¦ricamente mayor que en Espa?a. Y he creado una cierta escuela, aunque me d¨¦ verg¨¹enza decir los nombres". Ya se sabe: los imitadores suelen servir como espejo deformante.
Lleg¨® a M¨¦xico con Paula Grau, pintora y teclista. La megal¨®polis le mostr¨® su mejor y su peor cara: "Si no tienes vicios, puedes aguantar all¨ª con pocos pesos. Perfecto para m¨ª: ten¨ªa a mi novia, beb¨ªa poco y, en casa, s¨®lo fumaba mota para combatir el insomnio. Enseguida pude formar banda y dar conciertos. Alguno fue terrible, acudi¨® demasiada raza y termin¨® con el destrozo de la sala y gases lacrim¨®genos en la calle. Otros se desarrollaron con normalidad... hasta la hora de cobrar. Fui al banco con mi cheque y, como no pod¨ªa abrir cuenta por ser extranjero, me llev¨¦ el dinero en met¨¢lico. El cajero apunt¨® mi direcci¨®n al dorso y, cuando volv¨ª al apartamento, estaban esper¨¢ndome dos tipos trajeados, con pistolones, que me robaron el sobre. Yo, que paseaba por los peores barrios del DF sin miedo, comprob¨¦ que estaba en un pa¨ªs surrealista donde una jugada as¨ª es pan de cada d¨ªa, un chiste del que hasta la polic¨ªa se r¨ªe".
Pero Corcobado domina la
asignatura de la supervivencia. Sin dinero para aguantar durante los meses siguientes, pidi¨® un adelanto extraordinario a la delegaci¨®n chilanga de la SGAE. Y encontr¨® a Gerry Rosado, m¨²sico y due?o del estudio Zona de Intolerancia: "Aparte de ser fan m¨ªo, coincid¨ªamos totalmente en gustos. Es un tipo que sabe distinguir entre Corcobado y Nick Cave, que es el sambenito que me han colgado. Y tuvo el gesto de producir y financiar Fotografiando al coraz¨®n cuando no ten¨ªa discogr¨¢fica". El resultado es un disco confortable, lo bastante radiante para fascinar a su primera compa?¨ªa, ahora parte de la multinacional Warner y poco dada a trabajar con ilustres malditos. El autor cree que su m¨²sica es ahora "m¨¢s serena, m¨¢s intimista, menos explosiva".
Es decir, la obra de alguien en paz consigo mismo y con los demonios embridados. El primer Corcobado era una bola de ruido y furia, con una poes¨ªa brutal (y f¨¢cilmente imitable y hasta parodiable). Pero fue dando salida al rotundo cantante mel¨®dico que llevaba dentro, mediante discos de boleros y una rompedora labor de disc jockey. Con Ana D, en el madrile?o Morocco, descolocaban a las tribus de la noche con un c¨®ctel est¨¦ticamente incorrecto de pop italiano, bossa brasile?a, baladistas espa?oles. "Las primeras semanas, nos insultaban. T¨¦cnicamente, era duro de digerir: pinch¨¢bamos vinilos, compactos, casetes. Finalmente lo aceptaron, aunque me parece que ahora ha degenerado en el todo vale, la gracieta para petardas. Y no, lo que reivindic¨¢bamos era la canci¨®n, la gran canci¨®n del estilo que fuera, da lo mismo que el int¨¦rprete sea Camilo Sesto o Adamo".
Fotografiando al coraz¨®n tiene ecos de esas fascinaciones: "Hay un tema en portugu¨¦s que escuch¨¦ a Mar¨ªa Bethania, otro de Leonard Favio y Poup¨¦e de cire, poup¨¦e de son, aquella canci¨®n de Gainsbourg para France Gall que es mi primer recuerdo musical -?Eurovisi¨®n, 1965!- y que me permite transformarme en rubita francesa (risas)". Corcobado reside ahora en un pueblecillo del cabo de Gata, en Almer¨ªa, donde ya ha alquilado otra casa para sus m¨²sicos mexicanos: "Cuando se enteraron de que iban a vivir en Agua Amarga, se part¨ªan de risa, 'es puro Corcobado". Acude a la capital con cierta prevenci¨®n: "Madrid me parece hostil, en el sentido de que no acoge a la creatividad y, desde luego, no tiene la vida cruda del DF. Aprovecho mis estancias para comprar libros y discos. Leo muchas biograf¨ªas, desde Ingmar Bergman hasta Paco Rabal. Hay quien se burla de m¨ª, asegura que es cosa de la edad. Pero sigo con J. G. Ballard o Phil K. Dick y tambi¨¦n dicen que la ciencia-ficci¨®n es lectura de juventud".
Javier Corcobado. Gira en Valencia (Roxy), 15 de mayo. Barcelona (Bikini), 16 de mayo. Madrid (Caracol), 21 de mayo. Bilbao (Antzokia), 22 de mayo.

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