El regreso de un conocedor del mar
LA DORADA recupera en Madrid el impulso de su fundador, F¨¦lix Cabeza
Con el mismo entusiasmo de siempre, F¨¦lix Cabeza, fundador de la cadena de restaurantes La Dorada, ha regresado euf¨®rico a Madrid. Despu¨¦s de hacer las Am¨¦ricas, de triunfar en Miami y de conseguir que parte de la prensa neoyorquina incluya su local en la lista de los 50 mejores de Estados Unidos, vuelve a su viejo feudo de la calle de Orense, donde, una vez concluida la ¨²ltima reforma, ha recompuesto el escenario anterior.
Atr¨¢s deja un rastro de triunfos y desazones, de golpes fallidos y euforias rutilantes, que lo han convertido en uno de los personajes m¨¢s admirados y controvertidos de la hosteler¨ªa espa?ola. Su imparable progresi¨®n recuerda el cuento de la lechera. Desde su chiringuito en Fuengirola (M¨¢laga), abierto en 1970, salt¨® a sus dos locales sevillanos en 1975 y 1978, para irrumpir en Madrid en 1980. Por aquel entonces, sus pescaditos fritos y sus grandes piezas a la sal, t¨¦cnica en la que fue pionero, causaban furor entre una clientela devota de unas materias primas de ¨®ptima calidad. Alardeaba con motivo de sus pescados y mariscos vivos, con olores a algas y a yodo, que una avioneta privada recolectaba en los puertos del sur.
LA DORADA
Orense, 64. Madrid. Tel¨¦fono: 915 70 20 04. Cierra: domingos. Precio: entre 30 y 50 euros. Garbanzos con langostinos y calamares, 11 euros. Fritura malague?a, 22 euros. Dorada a la sal, 19,50 euros. Arroz con leche a la canela, 4 euros.
Pan ... 6
Caf¨¦ ... 4
Bodega ... 5,5
Ambiente ... 6
Servicio ... 6
Aseos ... 6,5
Vuelta a empezar
En 1984 abri¨® en Barcelona; en 1986, en Marbella, y en 1990, en Par¨ªs, una de sus grandes metas. Despu¨¦s de fracasar en la capital gastron¨®mica del mundo, su peque?o gran imperio se derrumb¨®. Tuvo que recomenzar en Miami, donde se instal¨® en 1996, para iniciar su relanzamiento personal. Ahora, como si el tiempo no hubiera transcurrido, F¨¦lix Cabeza vuelve a zigzaguear entre las mesas de la vieja / nueva Dorada madrile?a desplegando una vertiginosa actividad. Y aunque sus frituras no tienen la perfecci¨®n de anta?o, la tendr¨¢n en muy poco tiempo.
Mariscos nobles
Los camareros corren ya por la macrosala, mientras los olores a sa¨ªn de las fuentes de pescados a la sal se entremezclan con los decibelios de conversaciones cruzadas a viva voz. Es inevitable. Justo lo que corresponde a un chiringuito de playa, a un restaurante de puerto o a una delegaci¨®n del oc¨¦ano que s¨®lo se abastece de mariscos nobles y pescados salvajes.
Adem¨¢s de sus especialidades de siempre, merecen la pena los guisos marineros, el gazpachuelo, los garbanzos con calamares, el caz¨®n con patatas, los arroces caldosos y los pescados del d¨ªa. Igual que anta?o, deslumbran las gambas y las cigalas a la plancha.
PESCADOS, BARRAS DE TAPAS Y POSTRES
LA CARTA de La Dorada constituye un homenaje a las especies marinas. Por un lado relucen los pescados fritos: boquerones, salmonetes, chanquetes, pijotas (merlucitas), aced¨ªas, calamares, caz¨®n en adobo y tortillitas de camarones, que se fr¨ªen en aceite limpio, llegan crujientes a la mesa y se paladean con ensaladas de pimientos asados. Frituras realizadas con especies fresqu¨ªsimas, que si adolecen de falta de sabor es por culpa del remojo previo en agua dulce al que se someten para procurar su completo desangrado. Un h¨¢bito desafortunado y muy frecuente en Andaluc¨ªa, que Cabeza aplica err¨®neamente a las especies azules. Destacan luego los grandes pescados a la plancha, al horno o a la sal, que se hacen en filetes o en piezas enteras y presentan puntos de cocci¨®n correctos. Lo mismo que los mariscos (gambas, cigalas, langostinos, carabineros, langostas y bogavantes), que se hierven o se hacen a la plancha sin otro aderezo que algunas gotas de aceite y escamas de sal. Tambi¨¦n son recomendables los arroces y algunos guisos marineros, como el de patatas con caz¨®n. Oferta variopinta que con peque?as diferencias puede degustarse por raciones en la gran barra anexa al comedor, muy concurrida en horas punta, o en los camarotes privados que en los ¨²ltimos a?os nunca dejaron de funcionar. No dan la talla los postres, muy convencionales, entre los que se salvan los piononos, el tocino de cielo y el arroz con leche. Tampoco sobresale la bodega, necesitada de una profunda revisi¨®n.
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