"Sadam, Bush y Blair son tres personajes de 'El Se?or de los Anillos"
Para David Harvey, Marx todav¨ªa est¨¢ entre los pucheros. Este hombre reservado, que combina la iron¨ªa con la idea wordsworthiana de una esperanza aplazada, ha ense?ado durante tres d¨¦cadas c¨®mo relacionar El capital con la vida diaria, mientras ejerc¨ªa como profesor de geograf¨ªa en la Universidad Johns Hopkins, en Oxford, Cambridge, y ahora en la City University de Nueva York. "Separarnos de Marx era separarnos de nuestro olfato investigador, para satisfacer el rostro superficial de la moda intelectual", afirma. Los numerosos ensayos que ha publicado sobre el tema proporcionan al lector placeres fascinantes, como los conocimientos derivados de la consideraci¨®n del fetichismo de la mercanc¨ªa, "el mismo que sorprendi¨® a la propietaria de la l¨ªnea de ropa infantil Wal-Mart", afirma, "cuando le dijeron que las prendas que vend¨ªa estaban fabricadas en Honduras por ni?os a los que se pagaba una miseria, o el anticipo de 30 millones de d¨®lares que Nike pag¨® a Michael Jordan, ante las noticias publicadas por la prensa sobre las indignantes condiciones a las que se somet¨ªa a los trabajadores de la empresa en Indonesia y Vietnam. Estos temas aparecen en el cap¨ªtulo de Marx sobre La maquinaria y la industria moderna". David Harvey acaba de publicar Espacios de esperanza, donde aborda en calidad de ge¨®grafo marxista dos de los temas principales del discurso social contempor¨¢neo: la globalizaci¨®n y el cuerpo. El cuerpo, que debe convertirse en "medida de todas las cosas" , puede contemplarse como un nexo a trav¨¦s del cual establecer una pol¨ªtica emancipadora. El cuerpo (como la persona y el yo) es una relaci¨®n interna y por lo tanto abierta y porosa al mundo.
PREGUNTA. ?Qu¨¦ espacios de esperanza nos deja el nuevo imperialismo?
RESPUESTA. Despu¨¦s del 15 de febrero vemos c¨®mo el mundo se est¨¢ abriendo a una globalizaci¨®n alternativa, pero siguen existiendo muchas dificultades para articular una pol¨ªtica diferente de una simple pol¨ªtica de resistencia. Tenemos que ser muy cuidadosos cuando miramos la posici¨®n de Estados Unidos para, por ejemplo, no acabar apoyando a Chirac. Clinton supo disciplinar el mundo con unos mecanismos como Wall Street o el FMI. Ahora Bush no los tiene. Por eso la opci¨®n militar en Irak implica un fracaso o una debilidad. No hay ninguna regi¨®n del mundo en la que no se pueda encontrar manifestaciones de ira o descontento con el sistema capitalista. Pero estos movimientos no significan que sean prosocialistas. Los sentimientos anticapitalistas de base amplia carecen de organizaci¨®n y expresi¨®n coherentes. Para m¨ª, una de las virtudes hist¨®ricas del marxismo ha sido su empe?o en sintetizar las diversas luchas, con objetivos m¨²ltiples, en un movimiento anticapitalista m¨¢s universal.
P. ?Por eso sigue ense?ando El capital?
R. El liberalismo, con su sistema de explotaci¨®n del trabajo, trajo una vuelta al capitalismo del siglo XIX. Y si usted se fija en las condiciones de trabajo en Indonesia o Tailandia, y ahora en China, son calcadas a las que describe Marx en el cap¨ªtulo sobre la jornada laboral. Cada d¨ªa leo noticias en los peri¨®dicos que son un reflejo fiel de lo que ocurri¨® hace d¨¦cadas. Marx hablaba de un ej¨¦rcito de reserva industrial de parados que tiene un gran efecto en el capitalismo avanzado.
P. ?En qu¨¦ consiste ese m¨¦todo que usted llama "materialismo hist¨®rico-geogr¨¢fico"?
R. Si observamos las condiciones de trabajo en buena parte del mundo, lo que yo llamo los cuerpos est¨¢n siendo destruidos por los procesos de producci¨®n y sus efectos. Para que un movimiento pol¨ªtico llegue a ser universal hay que prestar mucha atenci¨®n al cuerpo individual. Yo veo la cuesti¨®n pol¨ªtica como algo que empieza en el cuerpo y llega a lo universal, que libera y emancipa el cuerpo. El materialismo hist¨®rico-geogr¨¢fico es sobre todo el intento de extender esas conexiones en el tiempo y en el espacio.
P. Usted aborda en su libro el concepto de utop¨ªa. ?Es posible creer en ella en la actual situaci¨®n de guerra?
R. Es duro sentirse esperanzado cuando uno ve la incre¨ªble violencia del aparato militar estadounidense. Por otro lado, la expresi¨®n de la voluntad popular puede en cierto momento llegar a ser sobrecogedora. La mayor parte del mundo se resiste a la idea de tener que vivir bajo el dominio de Estados Unidos, pero no est¨¢ claro que la primera potencia mundial pueda sostener ese nivel de militarismo. Ser¨ªa una gran iron¨ªa que EE UU hubiera acabado con la URSS gracias a la carrera armament¨ªstica y que destruyera su imperio econ¨®mico a trav¨¦s del militarismo. La econom¨ªa estadounidense est¨¢ endeudada, los bancos centrales europeos y de Taiwan y Jap¨®n est¨¢n prestando el dinero a Estados Unidos para hacer esta guerra. Si la ganan, las grandes corporaciones actuar¨¢n r¨¢pido, los precios del petr¨®leo bajar¨¢n y quiz¨¢ la econom¨ªa se reactive. Eso es lo que espera Washington, que piensa que si controla los suministros de petr¨®leo de Oriente Pr¨®ximo podr¨¢ controlar las econom¨ªas de China y Jap¨®n y de Europa, porque estar¨¢ en la posici¨®n de establecer una cabeza de puente en Eurasia desde la que podr¨ªa influir en la pol¨ªtica de toda la regi¨®n. Uno de los momentos m¨¢s extraordinarios para m¨ª fue cuando los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Alemania pidieron a EE UU que no atacara Irak. Rusia apoy¨® esta idea, lo que significa que hay una configuraci¨®n geopol¨ªtica euroasi¨¢tica que se est¨¢ alineando contra Estados Unidos. Claro que esto puede producir una situaci¨®n leninista de rivalidad entre imperios muy peligrosa que quiz¨¢ lleve a una guerra a gran escala de aqu¨ª a 20 a?os.
P. ?Saldr¨¢ Europa gravemente herida de esta situaci¨®n?
R. Puede haber dos posibles resultados, uno, el que desea Estados Unidos, que la Uni¨®n Europea sea un supermercado sin coherencia interna pol¨ªtica o militar. Dos, hay algunos signos de que los europeos necesitan mayor coherencia pol¨ªtica y m¨¢s cooperaci¨®n militar independiente de Estados Unidos. Pero no puedo predecir.
P. Usted ha criticado duramente a Huntington y su teor¨ªa del choque de las civilizaciones.
R. Huntington ha demostrado que es posible convertir tesis est¨²pidas en verdad. Sadam invocaba al dios del islam y su civilizaci¨®n, un reflejo de Bush invocando a su dios, la libertad y la civilizaci¨®n. Todo se reduce a una lucha entre el bien y el mal, a una especie de pel¨ªcula de Hollywood con Sadam en el papel de Mordor (El Se?or de los Anillos); Bush, en el de Frodo, y a Blair, en el de Jam.
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