Resucitar
El a?o de mi muerte los ata¨²des a¨²n los fabricaba de encargo el carpintero, despu¨¦s de tomar las medidas. Cuando alguien mor¨ªa por la tarde, se o¨ªa en todo el pueblo a altas horas de la madrugada la sierra mec¨¢nica del se?or Trinitario cortando los tablones de pino. Esta vez aquel sonido estremecedor se deb¨ªa a mi persona. Era un d¨ªa de primavera, un Viernes Santo, creo saber. Yo jugaba en un jard¨ªn donde hab¨ªa una alberca vac¨ªa, en uno de cuyos ¨¢ngulos se levantaba una pilastra cubierta de hiedra. Al tratar de subirme a ella, ca¨ª de espaldas hasta el fondo y fui a dar con el cogote contra la base de hormig¨®n. Con el golpe lleg¨® la oscuridad instant¨¢nea a mi cerebro. Qued¨¦ en coma profundo tres d¨ªas. En su ¨²ltimo parte el m¨¦dico dijo a la familia: "Si ma?ana no resucita es que ya est¨¢ muerto. Avisen a Trinitario". Sin ser Dios, sino un ni?o de siete a?os, despu¨¦s de bajar a los infiernos, yo tambi¨¦n resucit¨¦ el Domingo de Gloria. De pronto, de buena ma?ana, mientras el primer sol de Pascua iluminaba a los jilgueros, abr¨ª los ojos, me agarr¨¦ a la barandilla de la cama met¨¢lica y , seg¨²n me han contado, ped¨ª lo primero a mi madre que me hiciera una tarta de merengue. Durante esa breve excursi¨®n por el otro mundo, aunque despu¨¦s no recordara nada, hice amistad con algunos ¨¢ngeles y demonios; tambi¨¦n conoc¨ª personalmente a varios dioses de la antig¨¹edad y depart¨ª con otros muertos como yo, quienes, al parecer, no ten¨ªan ning¨²n inter¨¦s por volver de nuevo a esta vida ordinaria. Pens¨¦ que resucitar era una obligaci¨®n y desde entonces creo que vivir consiste en resucitar en cada instante. Los h¨¦roes levantan la tapa de la tumba y salen disparados como el corcho de una botella de cava, pero los de a pie resucitamos como podemos. La muerte es lo que ya hemos vivido. Aquella ni?a de primera comuni¨®n, aquel bachiller, el soldado, el licenciado de la orla, aquella radiante novia, todos los seres que fuimos en los retratos a lo largo de los a?os, han muerto. Est¨¢n sumergidos junto con los ¨¢ngeles y los demonios en la oscura regi¨®n de Hades. A ellos hemos sobrevivido. Puesto que nuestra vida viene de esa muerte, cada momento que uno vive es un instante de gloria. Si de ni?o, reci¨¦n subido del infierno, ped¨ª una tarta de merengue para celebrarlo, esta continua resurrecci¨®n que consiste en estar vivo, habr¨¢ que acompa?arla siempre con este verso de Ovidio: "He vencido y conmigo viaja mi pasi¨®n". Y as¨ª hasta que el carpintero Trinitario venga a tomarnos las ¨²ltimas medidas.
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