El gran poder de las tribus
El l¨ªder del clan de los Al Duleimi, colaboradores de Sadam, mantiene su influencia tras la llegada de los norteamericanos
Nada se mueve en el barrio sin el conocimiento del jeque Al¨ª. El jefe de la tribu de los Al Duleimi ejerce de notable urbano en una esquina del distrito de Karrada. Es una tarea que nadie le ha encomendado, pero que pocos le cuestionan. Fue as¨ª en tiempos de Sadam Husein y lo est¨¢ siendo desde la llegada de las tropas norteamericanas a Bagdad. "Han echado a un Sadam y nos han tra¨ªdo a mil como ¨¦l", declara en referencia a los partidos pol¨ªticos que, sin duda, amenazan su forma tradicional de ejercer el poder.
Contra la imagen al uso, Al¨ª Hatam Abdul Razzak al Duleimi no es un venerable anciano con barba y bast¨®n, sino un treinta?ero apuesto y con fama de playboy. No son los mejores atributos para ganarse la respetabilidad del medio centenar de clanes (unos tres millones de iraqu¨ªes) cuya direcci¨®n hered¨® ante la prematura muerte de su padre. Pero el jeque Al¨ª es ambicioso y se mueve con rapidez. Enseguida se las arregl¨® para entrevistarse con los jefes militares en representaci¨®n de los vecinos. Ayer recibi¨® a EL PA?S en el porche de su casa.
"Ahora estamos peor, no hay ley, ni justicia", denuncia, "no hay muchas diferencias entre el tiempo de Sadam y el de los americanos". En el jard¨ªn hay una enorme antena parab¨®lica que las comadres del barrio aseguran que proviene del saqueo de la residencia del ex viceprimer ministro Tarek Aziz, unas manzanas m¨¢s all¨¢. Sin embargo, cabe pensar que los Al Duleimi han salido perdiendo con el cambio, ya que eran una de las grandes tribus que apoyaba al r¨¦gimen depuesto.
"Sadam forz¨® a los Al Duleimi a cooperar con ¨¦l", se justifica Al¨ª ante un vaso de t¨¦ que ha tra¨ªdo un sirviente con un ingl¨¦s exquisito. El jeque s¨®lo habla ¨¢rabe. Reconoce que Sadam tambi¨¦n depend¨ªa de ellos porque son una de las tribus m¨¢s grandes y fuertes, pero "cuando alguien no le gustaba, le daba una patada", a?ade en referencia al general Mohamed Mazl¨²n al Duleimi, ejecutado en 1995 tras ser acusado de preparar un golpe de Estado. "Recuerde que los kurdos le dijeron no y fueron gaseados. Murieron 5.000 familias".
No obstante, los Al Duleimi siempre han tenido fama de acomodaticios con el poder. Un bisabuelo de Al¨ª, Al¨ª Suleim¨¢n, abri¨® las puertas del oeste de Irak, de donde son originarios, a los invasores brit¨¢nicos de principios del siglo XX. La monarqu¨ªa castig¨® su perfidia con la c¨¢rcel. Ahora son otros tiempos y el jeque Al¨ª no quiere perder el tren.
"Lo que deseo es mantener esta zona limpia de enfrentamientos sectarios, sea entre sun¨ªes y chi¨ªes o entre musulmanes y cristianos", subraya sabedor de que vive en una vecindad muy mezclada, donde los sun¨ªes como ¨¦l son minor¨ªa. Por eso, asegura, ha pedido seguridad a los militares estadounidenses. "Aceptamos que hayan echado a Sadam", declara, "pero lo que ha sucedido despu¨¦s no es de recibo". Dice haber encontrado mejor acogida entre los marines que inicialmente tomaron la ciudad que entre los soldados que desde hace unos d¨ªas les han relevado. "A¨²n no han respondido a mis peticiones".
Una visita inesperada interrumpe la conversaci¨®n. Varios vecinos acuden a informarle de que unos reci¨¦n llegados pretenden instalarse en una casa vac¨ªa del barrio. Es una villa que pertenec¨ªa a un hermanastro del presidente (expropiada por cuatro perras a una familia de las de toda la vida) y que, como muchas otras, fue abandonada en los d¨ªas previos al desmoronamiento del r¨¦gimen. El jeque Al¨ª promete enviar a dos de sus hombres a hablar con ellos. Su influencia en estos asuntos se extiende a unas 400 familias, aunque algunos vecinos han empezado a cuestionar su autoridad.
"El futuro es muy oscuro", concluye tras decir que "en cuanto a la seguridad, no van a hacer nada". "Lo ¨²nico que les pedimos es seguridad y el restablecimiento de los servicios b¨¢sicos como la electricidad, el agua y la gasolina". En esto, la mayor¨ªa de los habitantes de Bagdad est¨¢n de acuerdo con ¨¦l.
La traici¨®n a Sadam
Durante su excursi¨®n a Bagdad en los d¨ªas previos a la guerra, varios de los dos centenares de jefes de tribus que viajaron desde el sur de Irak aseguraron a esta enviada que hab¨ªan venido a pedir armas para defender a Sadam. No era cierto. Le traicionaron.
"Cada uno cobr¨® tres millones de dinares en billetes de 10.000", explica F. M., habitante de la provincia de Qadisiya que fue testigo de su doble juego. "Llegaron alabando al r¨¦gimen, y d¨ªas m¨¢s tarde entregaron sus pueblos a los americanos con la justificaci¨®n de que Sadam era un dictador". "Desde hac¨ªa meses cobraban de EE UU v¨ªa los grupos de oposici¨®n, en los que todos tienen alg¨²n pariente".
Esta actitud justifica en parte la falta de resistencia en la mayor¨ªa de las localidades. S¨®lo en las grandes ciudades, donde la presencia del Partido Baaz y el aparato de seguridad estaba m¨¢s estructurada, se libraron combates.
Ahora, a causa de ese regalo de Sadam a los jeques, el ayatol¨¢ Al¨ª Sistan¨ª ha dictado una fetua que declara haram (pecaminosos, prohibidos) los billetes de 10.000. Los restaurantes y comercios de Bagdad ya han empezado a rechazarlos, lo que plantea problemas. Como el siguiente billete es de s¨®lo 250 dinares y se preve¨ªa el cierre bancario (que se mantiene), mucha gente se hizo con billetes grandes al empezar la guerra y carece de efectivo.
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