Los problemas de audici¨®n de Daredevil
?RESULTAN INFALIBLES los veredictos de un juez? es, sin duda, la pregunta del mill¨®n. Pese a la apabullante tecnolog¨ªa disponible en este todav¨ªa belicoso siglo XXI, las declaraciones bajo juramento de un testigo o de un presunto implicado en una fechor¨ªa, escapan de todo procedimiento objetivo para esclarecer la verdad. Indicios, conjeturas, pruebas no siempre exentas de cierto atisbo de duda, constituyen el ¨²nico arsenal del que se vale habitualmente la justicia. Por lo menos, en principio. Uno de los paladines en la lucha contra el crimen, Daredevil, el implacable superh¨¦roe invidente de la galer¨ªa Marvel (ver Ciberpa¨ªs, 10 de abril de 2003), recurre a m¨¦todos mucho m¨¢s sutiles. Sus excepcionales superpoderes le permiten discernir cualquier leve variaci¨®n en el sonido producido por los latidos del coraz¨®n de los acusados. Un valios¨ªsimo recurso que deja traslucir titubeos, dudas, acaso temores, tras una m¨¢scara de aparente inmutabilidad.
El sonido, al igual que la luz, es una onda, aunque de naturaleza distinta. Al perturbar un sistema, se producen ondas ac¨²sticas, que avanzan a trav¨¦s de un determinado medio de propagaci¨®n (a diferencia de lo que sucede con las ondas electromagn¨¦ticas, que pueden propagarse por el vac¨ªo, como demuestra la mera contemplaci¨®n de la luz emitida por el Sol desde nuestro peque?o mundo azul).
La propagaci¨®n de una onda no comporta el desplazamiento neto de materia ya que las mol¨¦culas del medio por el que ¨¦sta se desplaza no modifican su posici¨®n media, pese a vibrar y colisionar entre s¨ª. Sin embargo, las ondas transportan energ¨ªa y movimiento lineal.
Hollywood suele olvidar el peque?o detalle de que, en ausencia de un medio material, la propagaci¨®n del sonido resulta imposible, por mucho que la casi totalidad de naves espaciales de la ficci¨®n irrumpan en las pantallas de los cines acompa?adas por un (inexplicable) estruendo ensordecedor. De hecho, la velocidad del sonido depende de las propiedades f¨ªsicas del material a trav¨¦s del que se propaga.
En condiciones normales, el sonido se desplaza en el aire a unos 340 metros por segundo (o sea, un kil¨®metro cada tres segundos, relaci¨®n que suele invocarse para determinar, en l¨ªneas generales, la distancia a la que se encuentra una tormenta, por simple medida del tiempo transcurrido entre el destello visual de un rel¨¢mpago y el efecto ac¨²stico que lo acompa?a), mientras que en el agua, lo hace cuatro veces m¨¢s deprisa.
En general, la velocidad del sonido es mayor en los s¨®lidos que en los l¨ªquidos y gases, debido a su mayor densidad (el tan manido recurso a acercar la oreja a la v¨ªa del tren o al suelo, empleado por los indios en infinidad de westerns para averiguar la proximidad de un tren o de sendos jinetes tendr¨ªa por consiguiente una base f¨ªsica cre¨ªble), siendo su alcance mayor, debido a que el sonido se amortigua menos por tierra.
Los animales, incluido el hombre, utilizan el sonido como fuente de informaci¨®n y como herramienta sutil para la detecci¨®n y localizaci¨®n de objetos. De hecho, los detectores del sonido transforman las variaciones de presi¨®n del aire (debidas a la propagaci¨®n de la onda) en variaciones de otras magnitudes f¨ªsicas. En el o¨ªdo humano, las vibraciones sonoras recogidas por el o¨ªdo externo pasan al t¨ªmpano y se transmiten al o¨ªdo interno a trav¨¦s de los denominados huesecillos. ?stos, a su vez, transmiten las vibraciones del t¨ªmpano a un fluido ubicado en los canales del o¨ªdo interno, la perilinfa, que al flexionar el tabique coclear, situado en el caracol o c¨®clea, excita el sensible nervio auditivo. As¨ª, los impulsos nerviosos generados se propagan hasta el cerebro, que se encarga de su interpretaci¨®n. Los huesecillos funcionan a modo de prensa hidr¨¢ulica que amplifica unas 15 veces la presi¨®n ejercida por las ondas sonoras sobre el t¨ªmpano.
El intervalo de audici¨®n normal en los humanos est¨¢ limitado por el llamado umbral de audici¨®n o intensidad m¨ªnima necesaria para que un sonido sea audible, as¨ª como por el umbral de dolor. Para detectar desde cierta distancia los latidos del coraz¨®n de otro ser humano, Daredevil debe poseer un umbral de audici¨®n por debajo del de un humano medio, por lo que su universo sonoro debe ser tambi¨¦n mucho m¨¢s rico.
Nada puede, en principio, objetarse a tal capacidad, pero los problemas inherentes son m¨²ltiples: como pone de manifiesto adecuadamente el reciente filme sobre este superh¨¦roe, un o¨ªdo tan sensible no responde adecuadamente bien a sonidos de elevada intensidad. As¨ª, la forma de neutralizar al justiciero carmes¨ª radica simplemente en la generaci¨®n de una buena dosis de ruido (con el ta?ido de una campana, por ejemplo). De esta forma, una a priori notable capacidad auditiva pasa a convertirse en una insoportable molestia...
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