Mucha paja y algo de buen grano
Llegan estas 25 horas neoyorquinas de Spike Lee con petulancia, al d¨¢rsenos -desde las llamadas publicitarias de La ¨²ltima noche- como obra de madurez de un cineasta ambicioso y que no esquiva los riesgos que en la industria de su pa¨ªs tiene verse asociado con una representaci¨®n dura y sombr¨ªa de la vida de la gente negra -en cuya estrategia de resistencia frontal al modelo blanco de sociedad milita Lee- en Estados Unidos.
Es un relato reposado, casi moroso, pero de alto voltaje dram¨¢tico subterr¨¢neo, que al final aflora a la imagen de erupci¨®n. Es la cr¨®nica de las ¨²ltimas 25 horas que pasa en libertad, antes de entrar en la c¨¢rcel, un traficante de droga condenado a siete a?os, un tal Monty Brogan, una composici¨®n nada f¨¢cil, tenebrosa y retorcida, llena de esquinas, avisperos y recovecos mentales, que es resuelta de manera eficaz y experta por Edward Norton, que, no obstante, vuelve a usar e incluso abusar de los tics de naturalidad, lo que la hace artificiosa y de ¨¦sas que da el pego al parecer m¨¢s profunda de lo que en realidad es, habilidad que Norton comparte con su director Lee.
LA ?LTIMA NOCHE
Direcci¨®n: Spike Lee. Gui¨®n: David Benoiff, adaptado de su novela.
Int¨¦rpretes:Edwar Norton, Phillip Seymour Hoffman, Barry Pepper, Rosario Dawson, Ana Paquin.
Estados Unidos, 2003. G¨¦nero: drama. Duraci¨®n: 145 minutos.
Es La ¨²ltima noche la cr¨®nica de un tiempo ag¨®nico, que discurre dentro del tiempo viciado de una Nueva York sumergida en el silencio que sigui¨® al estruendo del derrumbe de las Torres Gemelas -"Es imposible ahora filmar en Nueva York como antes de aquello", dice Lee-. El hombre que consume, mirando hacia dentro de su vida, sus ¨²ltimos pasos de ciudadano, va paso a paso descubriendo las fracturas que anidan en ¨¦l e inicia, en despedida, un peregrinaje cercano a lo ritual, una especie de introspecci¨®n a caballo de las aceras y en forma de tonante vuelo tr¨¢gico, al lado oscuro de las luces bajo las que ha caminado. Y las quiebras y contradicciones ¨ªntimas van emergiendo por debajo de una sobrecarga de rememoraciones o flash-back que a veces se hacen dilatorios y chirriantes; y para mayor inri envueltos en el encadenamiento sinf¨®nico terco y sin tregua de una engolada banda sonora que convierte a Wagner en traficante de baladas y que llega a ser atosigante y encubridora de los vac¨ªos, de la mucha paja en que Spike Lee esconde un pu?ado del grano, del buen grano cinematogr¨¢fico, que suelta con fuerza, pero con ley de habas contadas, en la larga escena de la discoteca, la de sexo entre la alumna y el profesor y otras zonas del recorrido, de transcurso calmoso, que finalmente estalla y configura una poderosa soluci¨®n liberadora en forma de estallido de devastadora violencia. Oro puro que casi se pierde dentro del exceso de ganga ornamental y dilatoria.
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