Vi?etas de la Revoluci¨®n
Dispuesto a alimentar parte de su narrativa con el abono autobiogr¨¢fico de su experiencia antisomocista, y de su posterior liderazgo pol¨ªtico en favor de la revoluci¨®n sandinista, que lo llev¨® a la vicepresidencia de su pa¨ªs entre 1980 y 1990, Ram¨ªrez retrata en esta novela los ¨²ltimos d¨ªas de la mencionada insurrecci¨®n sandinista, articulados en torno al episodio de la captura por parte de la guerrilla de un pez gordo del ancien r¨¦gime, Alirio Martinica, y de su ulterior juicio popular en el poblado de Tola. En modo alguno, pues, nos las habemos con un escenario ajeno a la obra de Ram¨ªrez, cimentada en un tratamiento ficcional de la realidad de su convulso pa¨ªs que configur¨® una trilog¨ªa de muy largo aliento, Tiempo de fulgor (1970), ?Te dio miedo la sangre? (1977) y Castigo divino (1988) que, como la novela que nos ocupa, le gui?a un ojo al cine cl¨¢sico de Hollywood y se construye, a la manera de un collage, con distintas voces, declaraciones judiciales, conversaciones telef¨®nicas e informes de sumario, documentos cuyo objeto no es sino el de mostrar, sin necesidad, que no qued¨® ni un solo cabo sin atar, y que resultan incongruentes del tono farsesco elegido para una narraci¨®n que desde el principio contradice con la s¨¢tira su apariencia de cr¨®nica.
SOMBRAS NADA M?S
Sergio Ram¨ªrez
Alfaguara. Madrid, 2003
371 p¨¢ginas. 17,95 euros
Tampoco puede decirse que el empe?o de Ram¨ªrez sea novedoso. Quienes recuerden Margarita, est¨¢ linda la mar (1998, Premio Alfaguara), y sus estampas de la vida pol¨ªtica nicarag¨¹ense desde la ¨®ptica envenenada de los conspiradores contra Somoza, de alg¨²n modo encontrar¨¢n en esta nueva novela una suerte de continuaci¨®n, y conforme avanza la lectura vienen a la memoria p¨¢ginas de novelas c¨¦lebres de tiranos, dictadores y secuaces, y el mism¨ªsimo Johnny Abbes Garc¨ªa, mat¨®n de Trujillo en La Fiesta del Chivo, de Vargas Llosa, parece mover los hilos de Alirio Martinica en los pasajes que reconstruyen su rol de secretario todopoderoso de Somoza. La novela, escrita con aplomo pero con excesivas parafernalias, hurga en la herida del enfrentamiento social y trata de recrear la ambig¨¹edad moral de la revoluci¨®n y el contraste entre el ejercicio del poder y la debilidad de los idealismos, eso s¨ª, con la voz de Lucho Gatica de fondo y miradas c¨®mplices al lector nicarag¨¹ense.
De otro lado, lejos de desaparecer, la vocaci¨®n sat¨ªrica que sosten¨ªa la ¨²ltima colecci¨®n de relatos del autor nicarag¨¹ense, Catalina y Catalina (2001), sigue vigente en esta ¨²ltima novela cuyo t¨ªtulo no en vano procede del c¨¦lebre bolero de Javier Sol¨ªs. Ram¨ªrez, que se inmiscuye en la trama a trav¨¦s de la a?agaza de una carta en la que Lorena L¨®pez alude a sus novelas anteriores, bromea con el nombre del cabecilla revolucionario, Manco-C¨¢pac, reflejo a la vez de su minusval¨ªa f¨ªsica y de las carencias de la Revoluci¨®n, la caterva de rufianes y sicarios responde a hipocor¨ªsticos como Chepito, Pira?ita o Manitos de Seda y nombres como el de Chig¨¹¨ªn, el hijo repipi del dictador, reci¨¦n llegado de West-Point con medallitas de quita y pon, sargento Pipilacha o comandante Nicodemo convierten en mofa la ferocidad del ej¨¦rcito. No le sorprendan entonces al lector las rifas de ni?as en las kermesses de monjitas de orfanato, las lectoras de Blasco Ib¨¢?ez, bajo el secador de la esth¨¦ticienne y en chinelas afelpadas o los bustos del Coraz¨®n de Jes¨²s en yeso y celof¨¢n, que hacen que todo aqu¨ª tenga en realidad un aire grotesco, al que contribuye un estilo ampuloso y rancio, entreverado de castizos localismos. El Ni?o Lobo que se asoma a las p¨¢ginas de la novela, y Martinica dej¨¢ndose al final fusilar en calzoncillos acaban de desmentir de una vez por todas la presunci¨®n de tener entre manos una novela pol¨ªtica, y uno se rinde a la evidencia de que Sombras nada m¨¢s tiene, en cambio, mucho m¨¢s de descabellada pantomima en torno a aquella Nicaragua tan violentamente dulce que le rob¨® el coraz¨®n a Cort¨¢zar.
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