Un inmenso zoco de armas en Bagdad
Los soldados estadounidenses intentan imponer el orden en una ciudad donde puede comprarse todo tipo de armamento
Las r¨¢fagas de Kal¨¢shnikov se escuchan claramente a pesar del barullo en la zona comercial de un barrio de clase media de Bagdad. Pero los tenderos no se miran los unos a los otros con preocupaci¨®n, sino con alegr¨ªa: los tiros constantes al aire significan que ha vuelto la luz a la zona. A pesar de la prohibici¨®n estadounidense, en la capital iraqu¨ª -y en todo el pa¨ªs- hay cientos de miles de armas y en el mercado de Sadam City, la zona m¨¢s pobre de la ciudad, pueden ser adquiridas por unos pocos d¨®lares. En el centro, las patrullas militares hacen lo posible por imponer el orden y detener a los saqueadores que intentan llevarse lo poco que queda en los edificios oficiales.
De mayor¨ªa chi¨ª, Sadam City es un lugar impresionante. Pobre y reprimido durante la ¨¦poca del dictador iraqu¨ª, ahora la miseria es extrema. Reba?os de cabras pastan entre la basura tirada por la calle. Tambi¨¦n hay unos cuantos caballos y un burro fam¨¦lico comiendo lo que pueden entre los desperdicios. El mercado de armas y falsificaciones est¨¢ directamente situado sobre un basurero. Mohamed tiene apenas 12 a?os y muestra orgulloso un fusil de asalto AK-47 por el que pide 80.000 dinares (unos 40 d¨®lares al cambio de ayer). Tambi¨¦n se venden archivadores, generadores, sillas rotas y cualquier otra cosa fruto de los saqueos generalizados de la semana pasada.
"Los que han robado est¨¢n condenados al infierno", proclama un imam a sus fieles
El mercado de armas de Sadam City est¨¢ situado directamente sobre un basurero
Por la calle, un padre lleva de la mano a su hijo de apenas cinco a?os que va cargando tranquilamente con otro Kal¨¢shnikov. Este mercado no es el lugar m¨¢s recomendable de Bagdad; pero el descaro con el que se burla la prohibici¨®n de las fuerzas ocupantes es incre¨ªble. Los estadounidenses han reiterado su voluntad de sacar las armas de las calles y han calculado que hay unos ocho millones de fusiles en manos de civiles en todo el pa¨ªs.
Para demostrar que la mercanc¨ªa es buena, Mohamed no duda en hacer un disparo al aire, lo que provoca la furia del resto de los vendedores. "No tienen por qu¨¦ destacar esto, tienen que contar tambi¨¦n lo positivo de este pa¨ªs. Hablen de los hospitales, de la electricidad, no de la basura en las calles", grita a los periodistas otro de los comerciantes, mientras un hombre con una oreja cortada escupe sobre un billete con el rostro de Sadam Husein. Dice que es un desertor y que por eso fue mutilado. Los imames son los ¨²nicos que pueden mantener un poco el orden en esta zona al este de la ciudad, donde los soldados estadounidenses se dejan ver lo menos posible.
En el centro de Bagdad, las fuerzas estadounidenses est¨¢n mucho m¨¢s presentes. Entre gritos y empujones, un grupo de siete polic¨ªas militares, armados hasta los dientes, introduce a dos saqueadores en la parte de atr¨¢s de un cami¨®n donde ya hay una decena de detenidos. "Estaban robando aqu¨ª", dice el teniente John Davis, se?alando un edificio oficial completamente arrasado. Son dos muchachos muy j¨®venes y est¨¢n cubiertos de polvo despu¨¦s de haber sido obligados a tirarse en el suelo.
Un ciudadano se acerca a los soldados, vestidos de camuflaje, con chalecos antibalas y fusiles de asalto M-16, e indica otro lugar, tan destrozado como el anterior, donde dice que hay m¨¢s saqueadores. Cuatro soldados salen corriendo hacia all¨¢, mientras son seguidos por su veh¨ªculo militar tipo Humvee, que lleva una potente ametralladora de 50 mil¨ªmetros. Pisando cristales rotos y hierros retorcidos, cruzan una puerta ennegrecida por un incendio con sus linternas en la mano. A los pocos minutos se llevan a un saqueador a rastras, lo tiran al suelo y le ponen las esposas de pl¨¢stico. "?Hay m¨¢s Al¨ª Bab¨¢ dentro?", le grita un soldado, mientras le ordena que no se mueva. Sus compa?eros sacan a otros tres saqueadores: tambi¨¦n son muy j¨®venes, uno de ellos es casi un ni?o. "Cada d¨ªa detenemos a unos veinte y casi siempre son los vecinos los que nos avisan. Los llevamos a la brigada. No estoy autorizado a informar sobre d¨®nde los trasladamos despu¨¦s", se?ala el militar.
"No quiero ver que alguien se escapa. Asegurad el per¨ªmetro", ordena Davis a sus hombres. En realidad, simplemente est¨¢ pidiendo a sus soldados que alejen a las decenas de curiosos que se han arremolinado alrededor de la escena. "Ten¨ªan que haber hecho esto desde el principio. Las propiedades p¨²blicas son de todos. No s¨¦ c¨®mo han podido permitirlo [el saqueo]", dice Abdul, de 34 a?os. Muchos otros asienten. La escena tiene lugar en medio de una tormenta de arena, bajo una luz tamizada por el polvo, en una calle llena de basura, papeles y cristales, entre edificios quemados y ruinas. Parece incre¨ªble que alguien pueda encontrar algo robable all¨ª.
En los arcos del patio de la mezquita de Abu Hanifa, en un barrio de mayor¨ªa sun¨ª de Bagdad, hay una curiosa mezcla de mercanc¨ªas: dos motocicletas, alfombras, sillones, una nevera, un teleobjetivo, tel¨¦fonos -varios de ellos rotos-, archivadores... Son objetos que han sido devueltos por los saqueadores a las mezquitas. Ayer, d¨ªa sagrado de los musulmanes, los imames volvieron a hacer un nuevo llamamiento para que todos los objetos robados sean entregados. "Los j¨®venes de Irak tienen muchos desaf¨ªos y el principal de ellos es la liberaci¨®n y la reconstrucci¨®n", dec¨ªa, a trav¨¦s de los altavoces, el imam de la popular mezquita de Al Kelani, en el centro de la capital, cuya puerta est¨¢ protegida por un hombre armado con un AK-47.
"Los ladrones est¨¢n malditos. Los que han robado en las oficinas, en las casas, est¨¢n condenados al infierno. Los estudiantes deben volver a las clases. Las universidades son mucho m¨¢s importantes que las balas y los misiles", prosigue el cl¨¦rigo. "Ten¨¦is que devolver todo lo robado a las mezquitas", insiste.
Pero no todo el mundo tiene tanta buena voluntad: los conductores se quejan en Bagdad de que est¨¢n desapareciendo muchas matr¨ªculas de los coches normales (lo cual es un problema muy grande para el que la pierde, porque no existe ninguna autoridad para emitir placas), ya que son utilizadas para camuflar los coches robados. En Sadam City no hace falta: un enorme todoterreno est¨¢ aparcado cerca del mercado de armas con las placas azules que llevaban los coches del antiguo Ministerio de Informaci¨®n.
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