Espa?a, Irak y Am¨¦rica Latina
Al socaire de la cr¨ªtica a la pol¨ªtica gubernamental, varios dirigentes socialistas, como Felipe Gonz¨¢lez o el embajador M¨¢ximo Cajal, se?alaban que uno de los da?os colaterales de la apuesta iraqu¨ª del presidente Aznar hab¨ªan sido nuestras relaciones tradicionales con Am¨¦rica Latina. De este modo, la opci¨®n atlantista amenazar¨ªa las conquistas logradas desde el inicio de la transici¨®n en Am¨¦rica Latina. Hay quienes van m¨¢s all¨¢ y se preguntan en qu¨¦ medida esta situaci¨®n afectar¨¢, o ya lo est¨¢ haciendo, negativamente la imagen de Espa?a y, por ende, el futuro de las empresas y de las inversiones espa?olas en la regi¨®n. Por eso, es necesario plantear abiertamente el problema, para ver si estas afirmaciones son ciertas y, en su caso, adoptar las medidas adecuadas para revertir una situaci¨®n que, supongo, no ha sido buscada ni deseada, aunque me temo que no ha sido profundamente meditada. Como en tantas otras cosas, el principal problema ser¨ªa que el camino de Bagdad nos apartara irremediablemente de nuestras posiciones en Am¨¦rica Latina.
"Conviene ver c¨®mo los latinoamericanos han le¨ªdo la guerra de Irak y c¨®mo afecta a las relaciones entre europeos"
De momento, el desconcierto caracteriza la postura de numerosos gobiernos latinoamericanos, expresada a trav¨¦s de pol¨ªticos, diplom¨¢ticos, intelectuales o acad¨¦micos. Una de las primeras muestras de alarma la dio Miguel Le¨®n-Portilla al quejarse del uso del concepto Am¨¦rica en la Carta de los Ocho ("Europa y Am¨¦rica deben permanecer unidas"). La primera pregunta que formulan es ?por qu¨¦ Espa?a mantiene sus actuales posiciones?, seguida de otras: ?para qu¨¦?, ?qu¨¦ pretenden con ello? y, sobre todo, ?hacia d¨®nde van de la mano de EE UU? Si bien han surgido algunas muestras de antiespa?olismo, peque?as pero no despreciables, de momento el antinorteamericanismo es un valor m¨¢s poderoso y enmascara otras pulsiones negativas de la opini¨®n p¨²blica latinoamericana que pueden emerger en cualquier momento. Por eso, para el futuro de nuestras relaciones con Am¨¦rica Latina es necesario sopesar adecuadamente los pros y contras de mantener un v¨ªnculo demasiado carnal con EE UU, recogiendo la definici¨®n de Guido di Tella, ministro argentino de Exteriores durante el Gobierno de Menem.
La ¨²nica receta v¨¢lida para acabar con tanto desconcierto es que el gobierno explique las causas de sus acciones. Si alianza y amistad no implican sumisi¨®n, en tanto nuestros actos tengan motivaciones v¨¢lidas ser¨¢n comprendidos en Am¨¦rica Latina. El mismo argumento utilizado con la opini¨®n p¨²blica espa?ola (la falta de explicaciones y un mayor esfuerzo did¨¢ctico del gobierno para explicar objetivos y puntos de vista) vale para los amigos latinoamericanos, con quienes no se tuvo la deferencia de presentarles directamente los motivos del giro en pol¨ªtica exterior.
La acci¨®n que mejor sintetiza esto es el ¨²ltimo viaje del presidente Aznar a M¨¦xico para captar su apoyo en la que deber¨ªa haber sido una de las votaciones cruciales del Consejo de Seguridad sobre las inspecciones en Irak. Fue un viaje mal planteado, que nunca podr¨ªa haber obtenido, como as¨ª fue, los resultados esperados, se hizo tarde (no se debi¨® haber esperado al ¨²ltimo momento) y con un itinerario mal escogido. M¨¦xico deb¨ªa haber sido el destino final o una etapa de un trayecto que tambi¨¦n contemplara la vista al presidente Lagos en Santiago de Chile, pero nunca un tr¨¢nsito hacia Tejas, antiguo territorio mexicano. Los simbolismos de esta actitud, en un pa¨ªs tan dado al realismo m¨¢gico, son abundantes. El antinorteamericanismo de parte de la opini¨®n p¨²blica mexicana es proverbial y superior a los est¨¢ndares espa?oles. Por eso, la foto de Fox, en atuendo deportivo, recibiendo a un Aznar trajeado y encorbatado, escenifica sin matices el mensaje de desagrado que los mexicanos quer¨ªan transmitir.
Si se quer¨ªa el voto de M¨¦xico y Chile, los pa¨ªses latinoamericanos miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, hab¨ªa que haberse puesto a trabajar mucho antes. Se ha criticado a la diplomacia norteamericana por no haber hecho lo suficiente para lograr un amplio consenso internacional en su lucha contra Sadam Husein, y lo mismo se puede decir de la diplomacia espa?ola. No basta con que el secretario de Estado de Iberoam¨¦rica se prodigue en la regi¨®n, si sus visitas no van acompa?adas de una presencia al m¨¢s alto nivel. Si vemos cu¨¢l es aqu¨ª la repercusi¨®n medi¨¢tica de las llamadas telef¨®nicas o los encuentros con el presidente Bush, pensemos en el impacto de estas acciones en Am¨¦rica Latina. Convencer a nuestros amigos en casos como ¨¦ste es una labor que corresponde al presidente del Gobierno o, en su ausencia, a la ministra de Exteriores. Se ech¨® en falta la asistencia del presidente Aznar a la toma de posesi¨®n del presidente Lula a comienzos de este a?o. M¨¢s all¨¢ de las diferencias ideol¨®gicas entre ambos, Brasil es el pa¨ªs m¨¢s importante de Am¨¦rica del Sur y el que alberga las mayores inversiones espa?olas.
La construcci¨®n iberoamericana no debe quedar relegada a la ret¨®rica o a la asistencia, una vez al a?o, a la cumbre correspondiente. Resulta parad¨®jico que uno de los mayores lastres de nuestra pol¨ªtica latinoamericana sea su globalidad. Por un lado, tenemos la opci¨®n por las Cumbres Iberoamericanas (y la construcci¨®n de la Comunidad Iberoamericana de Naciones) y la defensa del conjunto de Am¨¦rica Latina (algo no muy frecuente en otras latitudes) y, por el otro, la falta de pol¨ªticas bilaterales con cada pa¨ªs de la regi¨®n, o al menos con los m¨¢s importantes. Si bien una cuesti¨®n no excluye la otra, desde hace d¨¦cadas se ha intentado encubrir la falta de objetivos concretos, m¨¢s all¨¢ de respuestas coyunturales, con una ret¨®rica global e iberoamericanista.
En la Cumbre de B¨¢varo, Rep¨²blica Dominicana, se opt¨® por reformar el sistema de cumbres y garantizar su existencia futura, una misi¨®n encomendada de forma un¨¢nime al presidente Fernando Henrique Cardoso, quien est¨¢ trabajando al respecto. Los mayores cr¨ªticos del sistema de cumbres, como Ra¨²l Sanhueza, se?alan que es un instrumento de la pol¨ªtica espa?ola, no totalmente asumido como propio por los latinoamericanos. Si realmente se quiere consolidar el sistema de cumbres es necesario afrontar las responsabilidades pol¨ªticas y econ¨®micas inherentes al liderazgo espa?ol y responder adecuadamente a quienes advierten del giro de la pol¨ªtica espa?ola, explicando sus razones, o abandonar la empresa si no se cosechan los apoyos suficientes, asumiendo las consecuencias de semejante paso.
Al oponerse a EE UU y a la "nueva Europa", el eje franco-alem¨¢n se ha ganado los corazones de buena parte de quienes estaban contra esta guerra. Sin embargo, profundizando un poco se ve que la postura de Francia y Alemania sobre la ampliaci¨®n es contraria a los intereses de la Am¨¦rica Latina, de modo que la "vieja Europa" (seg¨²n la infeliz definici¨®n de Rumsfeld) se inclinar¨ªa por el Este (y m¨¢s all¨¢), situ¨¢ndose de espaldas al Atl¨¢ntico, no s¨®lo al Atl¨¢ntico Norte, lo que tambi¨¦n afectar¨¢ a Am¨¦rica Latina. A esto se a?ade el hecho de que Francia es una decidida partidaria de la Pol¨ªtica Agraria Com¨²n (PAC), la principal responsable del cierre de los mercados comunitarios a buena parte de la producci¨®n agr¨ªcola o ganadera latinoamericana. Y no es que Espa?a no lo sea, pero si se pretende jugar en la primera divisi¨®n internacional habr¨ªa que mantener una postura m¨¢s favorable a su r¨¢pido desmantelamiento, uno de los caminos m¨¢s cortos para demostrar a los latinoamericanos la sinceridad de nuestras posiciones. Muchos, al otro lado del charco, insisten una y otra vez en que no quieren ayuda, sino libre acceso a los mercados.
En el caso de que se mantenga la postura de reforzar la relaci¨®n transatl¨¢ntica, Espa?a debe incluir en ella a Am¨¦rica Latina. Espa?a es un pa¨ªs atl¨¢ntico no s¨®lo por su geograf¨ªa, sino tambi¨¦n por su historia y su tradici¨®n, siendo normal su mirada al occidente, una postura en la que coincide con la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la ampliaci¨®n. De este modo, Espa?a estar¨ªa en mejores condiciones para volver a situar a Am¨¦rica Latina en la agenda internacional, especialmente en la de EE UU, de la que se vio apartada tras el 11-S. No es la vieja Europa la que va a velar por los intereses latinoamericanos (a Francia y Alemania s¨®lo les interesan Brasil, M¨¦xico y poco m¨¢s), sino a una parte de la Europa perif¨¦rica (Espa?a, Portugal y, en menor medida, Italia), para quien Am¨¦rica Latina, como conjunto, sigue teniendo sentido. De modo que si Espa?a quiere sacar partido de su actual apuesta iraqu¨ª debe manifestar claramente que el acercamiento a EE UU ser¨¢ para reforzar los lazos con Am¨¦rica Latina y mantener el car¨¢cter de puente entre ambas orillas del Atl¨¢ntico (comenzando por Europa y siguiendo por EE UU). Y ello debe hacerse hablando clara y francamente a los distintos Gobiernos latinoamericanos.
Carlos Malamud es analista principal para Am¨¦rica Latina del Real Instituto Elcano.
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