Una peque?a gran desconocida
Esta preciosa charca, orlada de flores y extra?as rocas, se esconde cerca de la cima m¨¢s concurrida de La Pedriza
Dicen que Ortega estaba contemplando arrobado la laguna Grande de Pe?alara cuando una joven se le acerc¨® y, esbozando un moh¨ªn de decepci¨®n, le pregunt¨®: "?Y ¨¦sta es la laguna Grande?". A lo que Ortega, abarcando la sierra con un gesto circular, muy filos¨®fico y torero, respondi¨®: "Se?orita, aqu¨ª todo es grande". La an¨¦cdota puede no ser cierta, pero muestra con acierto cu¨¢n subjetiva es la cuesti¨®n del tama?o -algo que ya sab¨ªamos- y cu¨¢n distintas cosas son una cosa grande y una grande cosa, el grandor y la grandeza. En este ¨²ltimo sentido, incluso la lagunilla del Yelmo, que declara su peque?o tama?o en el diminutivo, es grande.
La lagunilla del Yelmo mide unos 25 metros de largo por 15 de ancho, no tiene ni tres palmos de profundidad y, en el rigor del est¨ªo, se seca. En cualquier otro lugar de la sierra, ser¨ªa un lavajo sin nombre y sin mayor inter¨¦s, como los muchos que se forman en sus rasos, navas y dehesas. Pero en el arisco coraz¨®n de la Pedriza, donde todo lo que no se aferra a la superficie convexa y pulida del granito con clavijas o patas de lagartija resbala sin remisi¨®n, y no digamos ya el agua de lluvia, constituye un tesoro tan grande como uno de esos diamantes del tama?o de un mel¨®n que aparecen cada cien a?os en los desiertos de Sur¨¢frica. Su rareza es su grandeza.
Esta dulce joya yace oculta entre los pe?ascos a 700 metros al suroeste del Yelmo
Para m¨¢s curiosidad, esta dulce joya yace oculta entre los pe?ascos a 700 metros escasos al suroeste del Yelmo, que es la atracci¨®n n¨²mero uno de la Pedriza. Y as¨ª sucede que el Yelmo, con ser muy grande -una roca pelada de 170 metros de altura, ciertamente lo es-, se queda chico ante la avalancha de escaladores, excursionistas y cabras que lo coronan a diario; en tanto que la lagunilla permanece misteriosamente vac¨ªa, reflejando en sus aguas quietas la imagen de una Pedriza a¨²n silenciosa, solitaria y grande.
En el aparcamiento del Tranco, a tres kil¨®metros de Manzanares, arranca la senda m¨¢s sencilla y directa de cuantas trepan al Yelmo y, por ende, a la lagunilla. Aqu¨ª comenzamos subiendo la escalera que bordea por la derecha el restaurante Casa Juli¨¢n, para luego seguir trepando por los pelda?os naturales del roquedo sin perder de vista las marcas de pintura blanca y amarilla que se?alizan el camino. As¨ª, hasta llegar en media hora a un rellano, el mirador del Tranco, donde dejamos a nuestros reventados pulmones recuperarse con el aire embalsamado por la jara y el romero, y a la mirada volar sobre la villa de Manzanares y el embalse de Santillana.
A una hora del inicio, alcanzamos un segundo rellano: la Gran Ca?ada, una pradera que merece el calificativo de grande por su largura -m¨¢s de un kil¨®metro- y su enorme belleza. Y a las dos horas, tras rebasar el collado de la Encina, se nos ofrece el tercer rellano y la primera visi¨®n de la mole ovoidal del Yelmo. Unos metros m¨¢s adelante, descubrimos hacia la izquierda una pe?a que descuella solitaria sobre una terraza rocosa. Al pie de esa piedra caballera, corre la trocha que lleva en cinco minutos hasta la lagunilla.
Rodeada de canchos de formas extra?as y sugerentes -en uno, incluso, la erosi¨®n ha labrado una gigantesca huella animal-, la lagunilla tiene algo de jard¨ªn de rocas japon¨¦s, una solemnidad mineral que s¨®lo aten¨²a la sonrisa primaveral del narciso p¨¢lido. Si buena es la vista que aqu¨ª se tiene del cercano Yelmo, mejor a¨²n la que se disfruta al asomarse por una brecha abierta en el roquedo de la orilla occidental: todo el alto Manzanares, hasta la Maliciosa y las Guarramillas. Ninguna, empero, supera a la mera contemplaci¨®n de la lagunilla, pues su decoraci¨®n de granito y agua mansa nunca cansa, y esta simplicidad es otra, acaso la mayor, de sus grandezas.
Por ¨²ltimo, podemos seguir otra trocha que sube directamente desde la charca hasta la base del Yelmo, y all¨ª recuperar la senda se?alizada para regresar al Tranco. Eso, o quedarnos a vivir junto a la lagunilla, que, de ser posible, ser¨ªa la mejor elecci¨®n, la m¨¢s grande.
Marcha de dificultad media
- D¨®nde. Manzanares el Real dista 53 kil¨®metros de Madrid y est¨¢ bien comunicado por la autov¨ªa de Colmenar (M-607), tomando por la carretera M-609 pasado el kil¨®metro 35, y luego, por la M-608 a la izquierda. Desde Manzanares, hay que continuar en coche otros tres kil¨®metros por la carretera del Tranco -siguiendo los letreros hacia el restaurante El Yelmo-, para echarse a andar desde el aparcamiento habilitado al final del asfalto. Hay autobuses hasta Manzanares ( 91-359 81 09) desde la plaza de Castilla.
- Cu¨¢ndo. Marcha de cuatro horas -siete kil¨®metros, ida y vuelta por el mismo camino-, con un desnivel acumulado de 600 metros y una dificultad media, recomendable para cualquier ¨¦poca excepto verano, pues entonces la Pedriza es un horno y la lagunilla se seca.
- Qui¨¦n. Domingo Pliego es el autor de Excursiones en La Pedriza del Manzanares, gu¨ªa de Ediciones Desnivel, en la que se propone una variante algo m¨¢s larga -diez kil¨®metros- de este itinerario.
- Y qu¨¦ m¨¢s. La lagunilla del Yelmo figura en el mapa excursionista La Pedriza del Manzanares, editado a escala 1:15.000 por La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38; 91-534 32 57), muy aconsejable si no se posee un conocimiento previo del terreno a recorrer.
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