El Atl¨¦tico emborrona su fiesta
El Calder¨®n despide con pa?uelos a sus jugadores, que estropean los actos del centenario con una derrota ante Osasuna
A todos los que ya no est¨¢n pero estuvieron les habr¨ªa gustado verlo; a los 55.000 que s¨ª lo vieron, les costar¨¢ olvidarlo: el Calder¨®n convirti¨® su coraz¨®n en un grito, se dej¨® llevar durante muchas horas por las emociones, ri¨® por fuera y llor¨® por dentro, disfrut¨® plenamente de s¨ª mismo. Pero todo eso, la intensidad sentimental del centenario, ciertamente conmovedor, sucedi¨® durante el d¨ªa, mientras apret¨® el calor y la fiesta la pon¨ªan las gradas. Luego, justo a las nueve, a la hora exacta del partido, al Atl¨¦tico se le hizo repentinamente de noche. En cuanto apareci¨® el bal¨®n, el viejo enemigo de la casa cuando tocan las celebraciones, la magia se fue al carajo. Y lo que arranc¨® con banderas acab¨® en una tremenda pa?olada contra los jugadores.
ATL?TICO 0 - OSASUNA 1
Atl¨¦tico: Juanma; Contra, Santi, Hibic, Sergi; Emerson, Albertini (Movilla, m. 52); Jos¨¦ Mari (Aguilera, m. 52), Jorge, Luis Garc¨ªa (Stankovic, m. 5); y Javi Moreno.
Osasuna: Sanzol; Izquierdo, Cruchaga, Josetxo, Antonio L¨®pez; Valdo, Pu?al, Pablo Garc¨ªa, Manfredini (Moha, m. 83); Rosado (Paqui, m. 71) y Gancedo (Rivero, m. 60).
Gol: 0-1. M.43. Manfredini irrumpe en el ¨¢rea, tira cruzado con la izquierda, Juanma se estira y detiene, pero deja el bal¨®n muerto a Rosado, que marca a placer.
?rbitro: Medina. Expuls¨® a Cruchaga (m.69), por doble amonestaci¨®n. Mostr¨® tarjeta amarilla a Pablo Garc¨ªa, Albertini, Emerson, Sergi, Sanzol, Paqui, Pu?al y Contra.
55.000 espectadores en el Calder¨®n.
Asom¨® Osasuna por el c¨¦sped, el Atl¨¦tico se vio desbordado por el acontecimiento y los fantasmas de siempre fueron tomando posiciones en las tribunas. Lleg¨® la lesi¨®n de Luis Garc¨ªa en la primera acci¨®n, el remate de Gancedo ajustadito al palo la torrija general de los rojiblancos y entre la gente, tan de buen humor que hasta miraba la titularidad de Javi Moreno con un punto de cari?o, no quedaba al cuarto de hora un solo paisano que no se temiera lo peor. Y lo peor lleg¨®, claro, pero todav¨ªa tard¨® un rato. Despu¨¦s de unos cuantos sustos, casi a la altura del descanso, cuando s¨®lo animaban los del Frente y ya sonaba alg¨²n que otro pito, Iv¨¢n Rosado puso en marcha el marcador.
El Atl¨¦tico se mostraba un tanto desquiciado. Con p¨¦rdidas de bal¨®n tan continuas como inexplicables y con todas las luces apagadas en los asuntos de ataque. No defend¨ªa mejor, agujereado con frecuencia por Osasuna en cuanto ¨¦ste buscaba la velocidad por los costados o los pases profundos a la espalda de los centrales. Poco a poco fue ganando la conquista de la posesi¨®n, pero sus jugadas mor¨ªan de forma irremisible y con demasiada antelaci¨®n. Javi Moreno era una isla inservible en el eje del ataque, una referencia de mentira, Jos¨¦ Mari y Stankovic no desbordaban por las bandas y Emerson andaba dentro de uno de esos d¨ªas irritantes tan suyos. S¨®lo Albertini, con algunas lagunas espor¨¢dicas, y Jorge, incansable en la zona de entrel¨ªneas, intentaban desmentir los presagios.
Osasuna pintaba mejor. Muy ordenadito por delante de su ¨¢rea y muy afilado y m¨®vil en la zona de arriba. Tambi¨¦n estaba m¨¢s metido en el partido, sin las distracciones que s¨ª ense?aban una y otra vez los rojiblancos, el rumano Contra a la cabeza.
Perdida toda esperanza de f¨²tbol, el Atl¨¦tico intent¨® jugar la baza pasional tras el descanso. Tal vez no busc¨® exactamente eso, pero cuando Luis Aragon¨¦s movi¨® su banquillo a los cinco minutos de la reanudaci¨®n, la fibra que toc¨® fue la del escudo. Saltaron al campo Movilla y Aguilera, precisamente los dos de la plantilla que fueron primero atl¨¦ticos y luego futbolistas, que ya llevaban puesta la camiseta rojiblanca mucho antes de que les pagaran por ello. As¨ª lo entendi¨® tambi¨¦n la grada, que, se encendi¨® a la que Movilla se puso a mover los brazos con desesperaci¨®n para reclamar su apoyo. La hinchada volvi¨® a conectarse, pero antes dej¨® constancia de su indignaci¨®n por los salientes. Sobre todo al comprobar que era Jos¨¦ Mari -Aragon¨¦s le castiga mucho ¨²ltimamente- y no Moreno quien se iba a la ducha.
Pero Osasuna, tan con el agua al cuello que no est¨¢ para celebraciones, no parec¨ªa dispuesto a dejar escapar un resultado que ten¨ªa de cara. Perdi¨® ambici¨®n, dej¨® ya de visitar las inmediaciones de Juanma, pero tampoco se dej¨® arrastrar por la tentaci¨®n del cerrojaz. Sigui¨® intentando presionar al rival m¨¢s bien arriba, aunque las pretensiones del Atl¨¦tico, ya due?o absoluto de la pelota, fue empujarlo, arrinconarlo junto a Sanzol.
El Atl¨¦tico gan¨® tambi¨¦n algo de f¨²tbol con los cambios. Movilla dirigi¨® las operaciones con m¨¢s criterio y, pese al orden inquebrantable de Osasuna, a su diligencia para mandar t¨¢cticamente sobre el partido, los rojiblancos probaron el sabor de las ocasiones. Ninguna especialmente clara y tampoco consecutivas. Los visitantes se sent¨ªan m¨¢s bien tranquilos. Y la grada, que apel¨® con insistencia al esp¨ªritu Simeone, que pidi¨® en¨¦rgicamente a los suyos que se dejara la vida por invertir el resultado y decorar al fin con victoria una fecha clave de su particular calendario, acab¨® por resignarse. Dej¨¢ndose llevar por la nostalgia de los tiempos lejanos y tambi¨¦n por lo ¨²nico bueno que le queda a los actuales, echando de menos al Ni?o Torres.
Una vez m¨¢s, casi como componente del escudo, el Atl¨¦tico se atragant¨® dentro de una ceremonia. Los jugadores se vieron aplastados por el peso de la carga ambiental y no estuvieron a la altura de su hinchada. Estropearon la fiesta, que por momentos fue emocionante. Pero la gran noche del centenario, aunque se volvi¨® triste, con el p¨²blico sacando los pa?uelos, acab¨® bien. Con la gente cosida en un solo grito bajo los fuegos artificiales: Atleti.
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