El peque?o Ecuador verde
Miles de inmigrantes hispanoamericanos pasan los fines de semana en los parques de la capital. La venta ambulante y las apuestas de voleibol son frecuentes en estas reuniones masivas
A las ocho de la tarde, Norberto dice que ya est¨¢ borracho. Lleva bebiendo desde el mediod¨ªa tirado con sus amigos en la explanada de la Casa de Campo. Ha tomado "seis cervezas o m¨¢s", cuenta. Y asegura que ya es la hora de agarrar la guitarra y ponerse a cantar canciones de Bayron Caicedo, algo as¨ª como el Julio Iglesias ecuatoriano. "Y es que entre semana voy de la casa al trabajo y del trabajo a la casa", repite Norberto, como una letan¨ªa. De la casa al trabajo y del trabajo a la casa, vuelve a musitar despacio. Antes de que termine su canci¨®n, recibe un empuj¨®n de un compatriota, con ¨¢nimos de pelea, para que se calle.
Para los 30.000 ecuatorianos que residen en la capital, los fines de semana significan el momento de respirar, de romper la monoton¨ªa de horas y horas de trabajo, en muchos casos mal pagadas, en sectores como la limpieza y la construcci¨®n.
Todo el mundo apuesta: los jugadores, los que miran y hasta el ¨¢rbrito
En la Casa de Campo se re¨²nen m¨¢s de 4.000 ecuatorianos los fines de semana
En Ecuador, los fines de semana parques como el de la Victoria o el del Centenario, ambos en Guayaquil, se llenan de miles de ciudadanos con el ¨²nico prop¨®sito de disfrutar de un d¨ªa al aire libre. En Madrid, la Casa de Campo, el Retiro, el parque del Oeste o el de Rodr¨ªguez Sahag¨²n (Tetu¨¢n) han tomado el relevo y se han convertido en el punto de encuentro de los inmigrantes hispanoamericanos que pueblan la capital.
Llegan en parejas, con los ni?os, con amigos, solos. Son ecuatorianos, pero tambi¨¦n colombianos, bolivianos y peruanos. El peregrinaje de miles de inmigrantes a los parques comienza el jueves por la tarde y tiene su momento culminante el domingo. En la Casa de Campo se pueden reunir en una tarde m¨¢s de 4.000 personas, y en el parque Rodr¨ªguez Sahag¨²n m¨¢s de 2.000, seg¨²n fuentes de la Polic¨ªa Municipal.
Los parques se convierten en algo m¨¢s que en una reuni¨®n masiva de inmigrantes. Hay venta ambulante de discos compactos, de comida preparada, de fruta, de helados, de pipas, de tabaco. Hay m¨²sica, predicadores que ofrecen la salvaci¨®n, partidos de voleibol con apuestas incluidas.
A veces, a ¨²ltima hora de la tarde, cuando el trago empieza a hacer efecto, hay peleas con restos de botellas rotas. Las apuestas ilegales sobre los partidos de voleibol son los que m¨¢s caldean el ambiente. En los parques apuesta todo el mundo: los jugadores, los que miran y hasta el ¨¢rbitro. Las apuestas en la Casa de Campo llegan hasta los 500 euros. "Tambi¨¦n hay peleas, siempre a ¨²ltima hora de la tarde, entre ecuatorianos y colombianos", se?alan fuentes de la Polic¨ªa Municipal.
Los sucesos delictivos que ocurren entre inmigrantes en estos parques son pocos, pero muy sonados. A veces no pasan de una pelea entre varios grupos con empujones y pu?etazos, pero en ocasiones han ocurrido, incluso, asesinatos. En el parque Rodr¨ªguez Sahag¨²n, en poco m¨¢s de a?o y medio, dos inmigrantes han muerto violentamente.
A pesar de estos sucesos, este parque, situado en el distrito de Tetu¨¢n, presenta un lleno completo todos los domingos por la tarde, y es una zona muy tranquila y segura. Los ¨ªndices de delincuencia no son superiores a los de cualquier otra parte de la ciudad.
Autobuses como el 49, que viene desde el cercano Barrio del Pilar, llegan a la parada del parque hasta arriba de inmigrantes, vac¨ªan y siguen su ruta. Otros paseantes llegan andando desde la avenida de Betanzos, cargados con los balones de f¨²tbol, los carricoches de los ni?os y las bolsas con la comida. No les cabe m¨¢s en las manos. Y todo no ha hecho m¨¢s que comenzar, cuanto m¨¢s suban las temperaturas, m¨¢s se llenar¨¢n ¨¦ste y otros parques. "Los domingos por la tarde del invierno los pasamos dando vueltas por el centro comercial La Vaguada", explican Segundo y Marcela.
Pero ya ha salido el sol. Son pareja, ¨¦l trabaja en una panader¨ªa y ella limpia casas de "gente bien". Y los dos repiten que entre semana van de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Segundo, por ejemplo, trabaja de domingo por la ma?ana a domingo por la ma?ana. Por 600 euros al mes. "Yo no vengo al parque a beber, tampoco me gusta fumar ni nada de eso. S¨®lo me tomo un helado", cuenta Segundo. Los dos se alejan del parque: est¨¢ empezando a llover y se han dejado la ropa tendida.
Las gotas que caen sobre el parque no desaniman a otros miles de inmigrantes que siguen tumbados en el c¨¦sped del Rodr¨ªguez Sahag¨²n. Se mezclan las conversaciones, las m¨²sicas y los olores.
Cada 50 metros hay alguien vendiendo bebida y comida. "?Mango con sal!", "?pollo con arroz!", "?cerveza!", "?cerdo con salsa de cebolla!", "?polos de fresa y coco a un euro!", vocean los mercaderes, en su mayor¨ªa ecuatorianos.
La penuria econ¨®mica desborda el ingenio. Carlota se levanta a las ocho de la ma?ana para cocinar el arroz con pollo que luego vende a sus compatriotas. Guido mezcla leche con ralladura de coco en unos vasos de pl¨¢stico, lo congela y lo vende como helados. Gertrudis acude entre semana a una tienda de frutos secos a comprar refrescos, pipas y chucher¨ªas, y luego los revende los s¨¢bados y domingos en el parque. "La lata de refresco me cuesta 0,35 euros y aqu¨ª la vendo por 0,50", explica con orgullo. Gertrudis vive en un piso del centro de la capital con sus dos hijos, que la mantienen. "Pero necesitamos m¨¢s dinero", dice. Confiesa su edad, "treinta y ocho", aunque por su aspecto cansado aparenta 15 a?os m¨¢s. Ni Carlota, ni Guido ni Gertrudis tienen papeles de residencia.
A los que se les da bien la venta es a unos chavales que ofrecen en el parque Rodr¨ªguez Sahag¨²n compactos pirateados. Sobre una manta, muestran la mercanc¨ªa. "Tenemos los mejores ¨¦xitos ecuatorianos". En la portada de los discos, las fotocopias en color de chicas ligeras de ropa y con pechos enormes incitan a la compra de t¨ªtulos como Ases de la Rockola, Los Diablitos, Nacional Mix o Luisa y Natalie, las mellizas de oro. Con unos grandes altavoces, los chavales hacen que los compradores -y medio parque- escuchen sonidos pegadizos de cumbia, bachatas, merengues y salsas. Las letras suelen ser muy tristes y hablan de olvidar un amor o de la nostalgia de estar lejos de la patria. Alguna pareja se atreve y echa un baile en medio del c¨¦sped.
Los sonidos de estas m¨²sicas se mezclan con las de un predicador que, guitarra en mano, entona oraciones en otra parte del parque: "Alabar¨¦ a mi se?or", canta, sin que casi nadie le preste atenci¨®n. Le acompa?a una mujer con una pandereta que intenta seguirle el ritmo. El predicador habla de la salvaci¨®n, de Jesucristo, de las penurias del inmigrante.
"?H¨¢blame t¨² a m¨ª de penurias!", le grita Melva, una ecuatoriana que toma un plato de pl¨¢tano frito con queso fresco en el parque al lado de su familia. Melva sabe bien de lo que habla: lleva ocho a?os viviendo en Madrid y tiene que hacer aut¨¦nticas virguer¨ªas con su sueldo (700 euros por limpiar una casa) para llegar a fin de mes. Esta mujer vive con siete personas m¨¢s en un peque?o piso de la calle de Araucaria, en Tet¨²an. El edificio est¨¢ viejo, las escaleras son de madera podrida, pero la due?a del inmueble no se corta en perdirle a Melva y al resto de inquilinos 800 euros de alquiler al mes. "Dividimos la renta entre los siete", explica Melva. "La casera nos dice que somos unos guarros, y yo le digo que de eso nada, que limpiamos y recogemos lo nuestro", a?ade.
Un lunes cualquiera, los gritos y las risas de los ecuatorianos que viven en este inmueble llenan el patio interior. En el piso de arriba del de Melva viven otros ochos ecuatorianos, en una casa con la ropa tendida en la cocina por falta de espacio y las habitaciones llenas a rebosar de colchones, ropa, mantas, balones de f¨²tbol y hasta bicicletas. No hay pr¨¢cticamente espacio para nada m¨¢s. En casa de Melva pasa otro tanto de lo mismo. "Si los espa?oles viviesen como tenemos que hacerlo nosotros, a lo mejor tambi¨¦n necesitaban irse a un parque los fines de semana a respirar aire puro", concluye.
Barbacoas y bombonas
Patrullas de la Polic¨ªa Municipal
vigilan los fines de semana los parques de la capital donde se concentran los inmigrantes. Como reunirse en los parques no es ilegal, los agentes se limitan, entre otras funciones, a realizar controles sobre el consumo de alcohol y a evitar la venta ilegal de comida o compactos. "En los parques, algunos inmigrantes hacen actividades ilegales, como montar una barbacoa o cobrar a los ni?os el uso de los columpios", explican fuentes de la Polic¨ªa Municipal, que recalcan que la mayor¨ªa de los concentrados nunca dan problemas. "Nuestra labor es dif¨ªcil, porque no podemos echar a la gente de los parques, pero intentamos evitar las extorsiones", a?aden dichas fuentes.
Los fines de semana, en el parque Rodr¨ªguez Sahag¨²n (Tetu¨¢n) est¨¢n destinados un mando, una pareja de motoristas y cuatro patrullas; en el parque del Oeste vigilan ocho polic¨ªas, y en la Casa de Campo, 12 agentes.
S¨®lo en dos meses en el Rodr¨ªguez Sahag¨²n la polic¨ªa ha interpuesto 187 denuncias por venta de comida, 351 por consumo de alcohol, 80 por venta de discos, seis por posesi¨®n de bombonas de butano y 31 denuncias por infracciones de tr¨¢fico. Tambi¨¦n han decomisado carn¨¦s de conducir falsos. Los problemas llegan a ¨²ltima hora de la tarde. "En el Rodr¨ªguez Sahag¨²n hemos tenido polic¨ªas heridos por interceder en alguna pelea", explican desde la polic¨ªa. "En fr¨ªo, todos los que est¨¢n en el parque se llevan bien, pero con el cuerpo caliente es cuando empiezan los l¨ªos", agregan.
Desde la polic¨ªa a?aden otros problemas derivados de la concentraci¨®n de personas en los parques. "Las praderas est¨¢n degradadas, todo con basura... Lo ¨²nico que pedimos es que, como todo el mundo, recojan las cosas".
Los ecuatorianos rechazan las acusaciones: "Vamos a los parques a pasarlo bien, pero luego nos llevamos la basura y dejamos todo limpio".
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