No todo lo que es debe ser
En la Teor¨ªa de la Constituci¨®n, cuando se refiere al concepto positivo de la misma, Carl Schmitt, te¨®rico del nazismo, aunque su brillantez haya deslumbrado a autores de indudable pedigree democr¨¢tico, escribe a veces frases que dispara como sentencias inapelables: "... Lo que existe como entidad pol¨ªtica es, jur¨ªdicamente considerado, merecedor de existir...". Es una especie de realismo o de naturalismo axiol¨®gico que legitima todo lo que existe como debido, como bueno y como deseable. Es una versi¨®n de realpolitik del viejo escolasticismo del "Ens et bonum convertuntur" que Hume descalific¨® con su cr¨ªtica a la falacia naturalista. Es tambi¨¦n una visi¨®n degenerada de la fuerza normativa de lo f¨¢ctico, que est¨¢ proliferando en estos d¨ªas despu¨¦s del ¨¦xito militar de la invasi¨®n de Irak para ocultar y enmascarar todos los problemas morales y jur¨ªdicos que dicha acci¨®n suscita a muchos en Espa?a y fuera de ella. Se relativizan algunas expresiones de deber ser materializadas en la cultura pol¨ªtica y jur¨ªdica del mundo moderno, por ejemplo, el valor de la comunidad internacional, de sus normas jur¨ªdicas, de su institucionalizaci¨®n emblem¨¢tica, Naciones Unidas, o el progreso de la superaci¨®n de la soberan¨ªa absoluta de los Estados, con el proceso de la Uni¨®n Europea. Se descalifican las posibles motivaciones ¨¦ticas de resistencias al uso de la fuerza como las de Francia o Alemania o las razones altruistas y cosmopolitas que han podido mover a pol¨ªticos como Rodr¨ªguez Zapatero, y se buscan en Estados y en personas oscuros intereses econ¨®micos o electorales para desvalorizar sus posiciones.
La derrota del r¨¦gimen desp¨®tico de Sadam Husein ha activado esas actitudes para justificar los planteamientos de aquellos que, como en Espa?a el presidente Aznar y el Partido Popular, justificaron y apoyaron la guerra. En estos d¨ªas estamos viendo en los medios de comunicaci¨®n afines al Gobierno proliferar art¨ªculos y comentarios en esa l¨ªnea de dar por concluido el mal trago, como si las protestas fueran algo ef¨ªmero que se diluye con la victoria anglo-americana. Signos de esas actitudes son la euforia de diputados del PP que denunci¨® el se?or Guardans, alborozados por la derrota de Irak como si las protestas contra ¨¦sta hubieran supuesto un apoyo a Sadam Husein. En la misma l¨ªnea, la carta del director de Abc sobre el falso orden internacional, donde se desvalorizaba y se negaba su valor como legalidad. Tengo, por cierto, una consideraci¨®n personal e intelectual por don Jos¨¦ Antonio Zarzalejos y por eso me parece m¨¢s grave ese punto de vista que considero poco fundado. No prestar¨ªa atenci¨®n a las t¨¦cnicas de envilecimiento medi¨¢tico de los mercenarios del poder, pero s¨ª me preocupa que el af¨¢n de justificar la opci¨®n guerrera del presidente Aznar lleve a una conclusi¨®n tan poco matizada. Todos sabemos los l¨ªmites del poder en el ¨¢mbito internacional y en el sistema de Naciones Unidas, lo que queda por hacer para alcanzar la utop¨ªa kantiana del Estado cosmopolita y el papel de la fuerza y la potencia militar en el ¨¢mbito internacional, pero esas importantes lagunas e imperfecciones no permiten desconocer el esfuerzo de racionalizaci¨®n de las relaciones internacionales desde Francisco de Vitoria hasta hoy y del papel de Roosevelt y de los Estados Unidos en la creaci¨®n de las Naciones Unidas. Tampoco se puede desconocer que lo que estaba en juego era nada m¨¢s y nada menos que la legitimaci¨®n de una guerra, con unos motivos o falsos o incomprensibles para personas ilustradas, que ha producido da?os irreparables y p¨¦rdida de muchas vidas humanas, y tampoco se puede desconocer el clamor globalizado contra la guerra de todos los pueblos del mundo.
No soy un pacifista absoluto y puedo comprender que sean leg¨ªtimas guerras defensivas o cuando la comunidad internacional tenga un consenso expresado en los ¨®rganos de Naciones Unidas sobre el claro y eminente peligro que supone una situaci¨®n insufrible y agresiva, siempre que se act¨²e con igualdad en todos los casos similares y que el mal que produzca la guerra no sea superior al bien que se pretende conseguir. Pero en este caso no se dan esas condiciones, sino que parece que se est¨¢n simplemente enmascarando intereses como si fueran principios, y ¨¦sa es una de las mayores y m¨¢s despreciables falacias que se pueden construir. Son intereses de una visi¨®n imperialista y expansiva de la derecha americana que no se entiende c¨®mo pueden conectar intelectualmente y moralmente con los intereses de los espa?oles y del Reino de Espa?a. Quiz¨¢s por eso en nuestro pa¨ªs la protesta y la reacci¨®n hayan sido m¨¢s p¨²blicas y m¨¢s airadas. Nadie acertaba a comprender por qu¨¦ nos ali¨¢bamos con Blair, frente a pa¨ªses centrales de la Uni¨®n Europea como Francia y Alemania, por cierto, descalificados tambi¨¦n por los mismos sectores, ni por qu¨¦ contribu¨ªamos a deteriorar la d¨¦bil legalidad de Naciones Unidas, ni nos tranquiliz¨® la tosca y torpe observaci¨®n del gobernador de Florida de que ver¨ªamos m¨¢s adelante los beneficios, aunque esa confesi¨®n de parte pon¨ªa de relieve que los respetables principios eran, en realidad, s¨®lo intereses.
Con esos antecedentes no se puede racionalmente aceptar que la victoria sea un hecho que legitime a una guerra preventiva ilegal e ileg¨ªtima, que borre todas las responsabilidades, todos los enga?os de unos "arcana imperii", que nadie ha comprendido y que s¨®lo se han explicado con medias verdades. El tema de las armas qu¨ªmicas, bacteriol¨®gicas y de destrucci¨®n masiva ha sido un argumento especialmente irritante para justificar la guerra. No han sido utilizadas por Sadam Husein, ni se han encontrado hasta ahora, y si apareciesen en el futuro su valor probatorio ser¨ªa nulo. ?C¨®mo nos falla la memoria hist¨®rica y qu¨¦ pronto se nos ha olvidado el hundimiento de aquel barco americano atribuido falsamente a Espa?a, el Maine, que justific¨® su guerra contra nosotros para acabar con nuestra presencia en Cuba y Puerto Rico a finales del siglo XIX! Una aceptaci¨®n tan mansa de argumentos se completa con la segunda falacia que aparece en los or¨ªgenes de la campa?a. En realidad, de lo que se trata es de acabar con un d¨¦spota sanguinario que tiene sometido a su pueblo, lo cual es indudablemente cierto, pero se olvida la necesidad de un trato igual a los m¨²ltiples dictadores que existen en el mundo y que Estados Unidos ha amparado y ampara hoy, entre ellos el propio Sadam Husein en el pasado. La Cuba de Fidel Castro es una dictadura que fusila a sus disidentes y que coexiste a escasos kil¨®metros del pa¨ªs campe¨®n de las libertades desde hace m¨¢s de 40 a?os. Qu¨¦ decir de Arabia Saud¨ª, donde a¨²n se cortan las manos de los ladrones, y de Pakist¨¢n, del Chile de Pinochet y de todas las dictaduras de Am¨¦rica Latina amparadas, propiciadas y apoyadas por los gobiernos de EE UU. Nosotros, los espa?oles, no podemos olvidar la
dictadura franquista, apoyada desde los a?os cincuenta por los Estados Unidos, dictadura que, por cierto, el PP se niega a condenar, cuando el cad¨¢ver del dictador reposa en una tumba de Estado a cargo de los presupuestos, mientras que miles de cad¨¢veres de espa?oles est¨¢n a¨²n en las cunetas esperando ser enterrados con dignidad. Ser¨ªa una tarea imposible enfrentarse con todos los dictadores que hay en el mundo y enmascarar con el principio democr¨¢tico y con la defensa de la libertad lo que no son sino descarados intereses econ¨®micos. Cualquiera entiende que es una simulaci¨®n, una excusa y un pretexto y que no se puede pasar p¨¢gina como si nada hubiera ocurrido. Una tan clara y descarada expresi¨®n de fuerza irracional, de poder sin l¨ªmites, de instauraci¨®n de una nueva "pax romana" de un pa¨ªs que ha sido uno de los fundadores de la democracia moderna es un hecho bruto y arrogante que no puede ser legitimado, que no puede convertirse en un deber ser. No puede haber consenso, ni se puede recuperar el sosiego ni las reglas del juego limpio, dando por buena la invasi¨®n de Irak y como meritoria la victoria. Creo que tiene raz¨®n Bobbio cuando dice que la guerra es una v¨ªa bloqueada, indeseable para construir cualquier proyecto humano, no s¨®lo porque tengamos miedo a morir, sino porque tendr¨ªamos tambi¨¦n verg¨¹enza de sobrevivir. En ese contexto, que el Gobierno de Espa?a se haya alineado con los realistas y con los fatalistas que aceptan la inevitabilidad de la guerra, es la causa de la enorme crisis moral que pesa sobre la mayor¨ªa de nuestros conciudadanos y que no se resuelve con la ilusi¨®n del ¨¦xito inmediato. Hay demasiadas cosas en juego, la racionalidad frente a la irracionalidad, el gobierno de las leyes frente al gobierno de los hombres, el Derecho frente a la fuerza, la dignidad de todos frente a la servidumbre, la sociedad abierta frente a la sociedad cerrada, las luces frente al oscurantismo, los principios frente a los intereses. No podemos santificar estos hechos, ni darlos por buenos, porque no se justifican con buenas razones y no derivan de una buena causa. Nunca, a pesar de Nietszche, una buena guerra puede justificar una causa.
Gregorio Peces-Barba Mart¨ªnez es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho y rector de la Universidad Carlos III de Madrid.
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