Progreso
El mundo en el que vivimos usted y yo, a falta de otro posible, no tolera actitudes moderadas. Eso de estar conmigo o contra m¨ª lo resume pr¨¢cticamente todo. Se puede opinar contra la guerra o a favor de ¨¦sta, pero no se admiten matices al respecto. Tampoco de cara a las pr¨®ximas elecciones municipales y auton¨®micas hay salvaci¨®n posible. O apoyas un proyecto pol¨ªtico o eres un vil ac¨®lito del partido oponente, as¨ª de claro. Uno no tiende derecho a hacer sus particulares conjeturas, a reflexionar sobre la ineficacia de sus propios correligionarios o a reconocer -con amargura si quieren- una buena gesti¨®n del contrario. La polarizaci¨®n de la sociedad impide posiciones fronterizas o tibiezas de cualquier g¨¦nero. Estamos todav¨ªa -cr¨¦anlo as¨ª- en la prehist¨®rica fase de la intransigencia y de la descalificaci¨®n como respuesta inmediata. Nadie que milite bajo el imperativo de unas siglas aceptar¨¢ p¨²blicamente que el enemigo tiene algo de raz¨®n en esa propuesta de reforma social que a ninguno se le hab¨ªa ocurrido hasta ese momento. Si la derecha homenajea o recupera a un viejo intelectual republicano, no es un acto de justicia o de reconocimiento, sino un gesto electoralista imperdonable. Si es la izquierda quien propone una soluci¨®n inteligente a la deshumanizaci¨®n de la sanidad p¨²blica, no estaremos hablando de otra cosa que de oportunismo o de falacia. Lo divertido del asunto es que tanto una idea como otra, es decir, la recuperaci¨®n de un personaje injustamente olvidado o la mejora de la asistencia hospitalaria no suelen partir de pol¨ªtico alguno, sino de profesionales de la historia, del arte, de la literatura o de la medicina a los que les trae sin cuidado el color del gobierno que les escuche con tal de que las salas de urgencia devuelvan la dignidad a los enfermos o de que Corpus Barga est¨¦ por fin en el lugar que le corresponde. Lo dif¨ªcil, en toda sociedad bipolar, no es asumir una disciplina de partido, sino mantener un equilibrio inteligente con el poder para alcanzar objetivos que merezcan la pena. Empiezo a creer que s¨®lo as¨ª se ha trasformado el inmovilismo en progreso y se ha hecho de la imaginaci¨®n un bien absolutamente innegociable.
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