Polacos
Somos muchas las ap¨®statas que, con el advenimiento del Papa, sentimos renacer en nosotras esa fe a la que renunciamos por equis motivos. En mi caso, se debe a una serie de casualidades que bien podr¨ªan atribuirse a una influencia todopoderosa.
Mi reconversi¨®n se produce cuando me dispon¨ªa a arrancar el cartel que un desaprensivo ha pegado en una acacia. Sufro cuando alguien incumple las ordenanzas y pega carteles en el tronco de los hermanos ¨¢rboles. "Fiesta de la Divina Misericordia", pone en el cartel. La organiza el Apostolado Divina Misericordia, inspirado por santa Faustina, y consta de los siguientes actos: exposici¨®n del Sant¨ªsimo, Santo Rosario, la hora de la misericordia y veneraci¨®n de la reliquia de santa Faustina. Me acuso, ahora, de haberme fijado en el cartel por motivos espurios. La imagen de Nuestro Se?or que contemplo en ese p¨®ster es atractiva, muy del estilo Mauricie Gibb (e.p.d.). Tiene las mejillas llenas de rubor, el pelo largo y rubio, peinado esmeradamente con raya en medio. La barba tambi¨¦n es rubia y bien recortada, y los labios gruesos. Soy de las que en lo segundo que se fijan de la persona es en las manos, y el de la estampa tiene unas manos grandes y estilizadas. S¨®lo a?adir¨¦ que sus ojos rasgados me recuerdan los del actor Rocco Siffredi. Y es lo que yo digo: si el se?or hubiese querido que le pintaran de un modo menos llamativo, lo habr¨ªa dispuesto as¨ª. No importa c¨®mo yo llegue a ¨¦l, sino que llegue. Entonces, algo me eriza el vello. Leo que santa Faustina Kowalska era polaca, como el Papa, y como nosotros, los catalanes. No hay duda: el Sumo Pont¨ªfice ha puesto el cartel en mi camino.
Un cartel invita a la Fiesta de la Divina Misericordia, con motivo de la visita papal a Espa?a. La cronista acude a la llamada
Lo arranco, lo estrujo contra mis pechos y corro a la iglesia de Sant Agust¨ª, donde tiene lugar la fiesta. All¨ª, me encuentro con la segunda se?al. Somos muchas las ap¨®statas aficionadas al shopping, y en la puerta de la iglesia hay un mercadillo con infinidad de gadgets dedicados al culto de la Divina Misericordia. Casetes de oraci¨®n, v¨ªdeos de apariciones, pastilleros con la Divina Misericordia, portarretratos con la cara de sor Faustina, medallas y bol¨ªgrafos en los que pone "Jes¨²s, en ti conf¨ªo". "Esta cadenita, ?se pone fea?", pregunta una se?ora a una de las dependientas. "No creo que esta cadenita se ponga fea", le responde ella, con una sonrisa de bondad. Y luego se dirige a m¨ª. "Qu¨¦date la casete de '?Jes¨²s, en ti conf¨ªo!'. Es la m¨¢s bonita", me recomienda. Me cuesta 4,50 euros, que para m¨ª es una peque?a fortuna. Pero me alegra decir que, en cambio, no es un producto de lujo, de factura perfecta. Al contrario: es una sencilla grabaci¨®n, con el t¨ªtulo escrito a mano. Supongo, pues, que mis 4,50 euros se dedicar¨¢n casi por entero a la Divina Misericordia. "?Me har¨¢ un recibo?", le pregunto. Y me lo hace, s¨ª, pero en el reverso de una estampa. Mientras escucho el rezo en la grabadora, observo los dem¨¢s objetos en venta, pero no compro ninguno porque los precios est¨¢n por las nubes (con perd¨®n). Y eso que el v¨ªdeo Tiempo de misericordia parece interesante. El copyright es de Marians of the Immaculate Conception. Vean qu¨¦ evocadora sinopsis: "En esta pel¨ªcula usted escuchar¨¢ testimonios asombrosos, ser¨¢ testigo de escenas asombrosas. Finalmente, usted mismo se contestar¨¢ la pregunta de cu¨¢n importantes son estas revelaciones para usted y para el mundo. No se pierda la oportunidad de conocer por qu¨¦ este momento, a diferencia de otro en la historia, es el tiempo de misericordia".
La tercera se?al se produce cuando entablo conversaci¨®n con una de las devotas, que no me da su nombre por razones de humildad. Su voz no s¨®lo es la que sale en el contestador autom¨¢tico de la Divina Misericordia (adonde pueden llamar para recibir el bolet¨ªn gratuito El Amor Misericordioso, 93 426 16 22), sino que tambi¨¦n es la voz que reza en el casete que me he comprado. "La nuestra es una fiesta aprobada por la Iglesia, con todas las garant¨ªas", me explica. "La celebr¨¢bamos particularmente desde el a?o 1985, siempre con permiso del obispo". Me revela que Dios se le apareci¨® a santa Faustina el 22 de febrero de 1931 y le dijo: "P¨ªntame tal como me ves". Mi coraz¨®n da un vuelco de alegr¨ªa. ?Es la cuarta se?al! Fue sor Faustina quien pint¨® la estampa que me ha conmovido. "No", me dice la voz, "al final, el cuadro no lo pint¨® ella. Ella pint¨® otra imagen m¨¢s fea, porque no sab¨ªa. Dios le dijo: 'P¨ªntame como me ves'. Pero como no sab¨ªa, le encargaron el trabajo a un pintor profesional". O¨ªr eso es como un mazazo. Y dir¨¦ m¨¢s: es como un jarro de agua fr¨ªa. Dios se apareci¨® a sor Faustina y le dijo, bien clarito, que fuese ella la pintora. Si Dios se hubiese querido aparecer a Joan-Pere Viladecans, ?no lo habr¨ªa hecho? "Pero, sor Faustina", me aclara la voz, "estuvo presente mientras el pintor trabajaba, y le daba instrucciones. Durante la ejecuci¨®n del cuadro, llor¨®. Dec¨ªa: '?Qu¨¦ birria! El Se?or es mucho m¨¢s majestuoso. No tiene nada que ver con lo que pint¨¢is'. Pero el Se?or le dijo: 'No te preocupes. No importan los colores, ni la imagen". ?Qu¨¦ misterio! Si no importan los colores, ni la imagen, ?por qu¨¦ no pint¨® ella el cuadro, como le fue encargado? Creo que, apenas renacida, mi fe vuelve a tambalearse. Voy a poner la tele, a ver si ya sale el Papa.
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