Alehop!
Admiro profundamente los resultados que est¨¢ ofreciendo el A?o del Dise?o en Barcelona. Se han abierto una serie de exposiciones muy brillantes dedicadas a distintos aspectos del tema. La media docena que ahora coinciden son ya un acontecimiento internacional ins¨®lito si lo comparamos incluso con la Viena de principios del siglo XX, con el Mil¨¢n de la posguerra o con el Londres tur¨ªstico de Carnaby Street y Mary Quant. No podemos alardear de capital europea del dise?o porque la industria y el comercio no est¨¢n a la altura de las ofertas de los dise?adores y porque el pa¨ªs no acaba de encontrar las riendas de su pol¨ªtica cultural ni de su soberan¨ªa econ¨®mica. Pero podemos alardear de ser un centro de pol¨¦micas efervescentes sobre el dise?o y una ¨¢gora para la cr¨ªtica -y la autocr¨ªtica- a las hipocres¨ªas acad¨¦micas que enmascaran los conformismos comerciales. De momento, veo que en vez de caer en las previsibles muestras de stars consensuadas -Mendini, Sottsass, Stark, Alessi, etc¨¦tera-, aureoladas por el ¨¦xito de unas frivolidades que pasan f¨¢cilmente de lo art¨ªstico a lo comercial, el A?o del Dise?o nos ofrece exposiciones que abren propuestas m¨¢s realistas enfocadas a los objetivos que la sociedad reclama o tendr¨ªa que reclamar si se liberara del imperio consumista.
Una de estas exposiciones -Alehop! Dissenys, enginys i remeis, dirigida por Emili Padr¨®s en la Virreina- resume muy bien, con ingeniosos recursos visuales, estas consideraciones que resit¨²an m¨¦todos y objetivos. El contenido, extens¨ªsimo y minucioso, se puede interpretar desde dos puntos de vista que, en cierta manera, corresponden a dos secciones de la exhibici¨®n. La primera parte se compone de objetos relativamente modestos, muchos de ellos an¨®nimos y casi todos ya enraizados en la vida cotidiana, por lo cual no solemos considerarlos productos de un cierto proceso de dise?o. Pero no hay duda de que alguien -en singular o en plural- invent¨® la pinza para tender, el clip, la chincheta, la chapa de botella y sus correspondientes abridores, la bolsa de infusiones, la cremallera, etc¨¦tera. A estos objetos se a?ade una interesante serie de "nuevos conceptos" con proyectos y realizaciones de conocidos dise?adores que, como dice Padr¨®s, "han encontrado en los objetos populares una fuente de inspiraci¨®n que ha originado productos industriales altamente ingeniosos y funcionales". Ejemplos: la insuperada l¨¢mpara Toio de Castiglione, la tumbona multiuso de Santachiara, la l¨¢mpara tap¨®n de Padr¨®s, la bicicleta plegable de Ritchie, la s¨¢bana de bolsillo de Mir, el ata¨²d "h¨¢galo usted mismo", etc¨¦tera. En conjunto, pues, una interesant¨ªsima acumulaci¨®n de dise?os en los cuales el uso y la expresi¨®n de este uso constituyen sus par¨¢metros formales y productivos. Un alegato, por lo tanto, contra tantos a?os de dise?o de ¨¦lite, in¨²til, caro y exhibicionista. Una segunda parte de la exposici¨®n se especializa en los desastres y las emergencias como temas de dise?o. Los principales escenarios son la indigencia cubana bajo el bloqueo de Estados Unidos y la acampada de los obreros de Sintel en las calles de Madrid. Seguramente esta es la parte m¨¢s llamativa -y m¨¢s emocionante- de esa magn¨ªfica exposici¨®n, aunque quiz¨¢s resulte ser la m¨¢s equ¨ªvoca. Es interesante y aleccionador ver c¨®mo en la ciudad ef¨ªmera de Sintel los desperdicios se reencarnan en nuevos objetos, c¨®mo cada necesidad no atendida interpreta nueva funciones y c¨®mo -sobre todo en Cuba- aparece un nuevo lenguaje popular, una est¨¦tica que arranca del bricolaje imaginativo, resistente y revolucionario. Es tan interesante que el visitante, casi sin tomar conciencia de ello, da un salto cuantitativo y valora en primer t¨¦rmino el ingenio de los montajes y la est¨¦tica sorprendente, dos temas que quiz¨¢s tergiversen las afirmaciones m¨¢s radicales -m¨¢s disciplinares y espec¨ªficas- de la primera parte de la exposici¨®n. Hay el peligro de acabar creyendo que la capacidad creativa se condiciona a la miseria y al desastre o que, como insin¨²a Manuel Delgado en el cat¨¢logo, el recolector de desperdicios sea precisamente la expresi¨®n m¨¢xima del ser humano, la apoteosis del "hombre pr¨¢ctico" y la sublimaci¨®n de la creatividad. O que nos dejemos seducir por lo que podr¨ªamos llamar el "chiste figurativo" de cada objeto, una consideraci¨®n que puede empezar siendo est¨¦tica y sociol¨®gica y acabar en manos de la repugnante aristocracia progresista y paternalista.
Estos chistes figurativos se atisban ya con cierta insistencia en otra exposici¨®n muy interesante, la que est¨¢ abierta en el FAD -Objetar-, dirigida por Mart¨ªn Ruiz de Az¨²a. Subrayando el valor de lo m¨ªnimo en la materia y en el origen y la necesidad de la funci¨®n se puede reencontrar el elitismo de lo in¨²til pero divertido. A pesar de ello, Objetar se suma a la manifestaci¨®n realista de la exposici¨®n de La Virreina: "La sensibilidad creciente entre las ¨²ltimas generaciones de dise?adores, cada vez m¨¢s preocupados por aspectos sociales, humanos y sostenibles", como ha escrito Padr¨®s.
No participa, en cambio, en este prop¨®sito una tercera exposici¨®n, la dedicada a Ron Arad en Santa M¨®nica. El famoso dise?ador ingl¨¦s-israelita representa exactamente la posici¨®n contraria: el dise?o fastuoso al servicio de nadie. Y, adem¨¢s, con resultados de fealdad apasionante, subrayada por el p¨¦simo montaje expositivo que parece adecuado solamente a visitantes ciegos con vocaci¨®n de saltimbanquis. ?Con qu¨¦ intenci¨®n se ha programado esa agresiva contradicci¨®n? ?No podemos evitar radicalmente la presencia de las stars que, con su presunci¨®n y su prestigio exclusivamente comercial est¨¢n logrando que el dise?o de objetos siga alejado de las necesidades reales, de sus bases sociales y de sus exigencias de sostenibilidad?
Oriol Bohigas es arquitecto.
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