Cruz Roja
Si hay un g¨¦nero de personas que admiro profundamente ¨¦se es, sin duda, el de los solidarios. En un mundo regido por ciegos fundamentos econ¨®micos, por actitudes solapadamente ego¨ªstas y ambiciones sin l¨ªmite, que haya mujeres y hombres que se rijan por el imperativo moral de aliviar el sufrimiento de los otros me parece tan excepcional que no puedo m¨¢s que rendirme ante ellos. Ya lo dec¨ªa Dostoievski en Los hermanos Karamazov: "Hay que amar la vida m¨¢s que su sentido", y nada me parece m¨¢s acertado para quienes se toman la igualdad como un deber, quienes luchan diariamente por la distribuci¨®n equitativa de los recursos, quienes trabajan por aquellos a los que se les sigue negando sus derechos m¨¢s elementales en cualquier zona de la tierra, quienes atienden sin desfallecer a los colectivos olvidados (ancianos, refugiados, inmigrantes, afectados de sida, ni?os de nadie, reclusos, mujeres con dificultades sociales, discapacitados o pobres), quienes ponen b¨¢lsamo en la herida de la violencia, quienes bregan por impedir que ni?os y ni?as sean forzosamente reclutados para una guerra, para la explotaci¨®n laboral o sexual. "Amar la vida m¨¢s que su sentido" es lo que movi¨® a Jean Henry Dunant a fundar en 1862 las Sociedades de Socorro, es decir, el precedente de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. El dantesco espect¨¢culo de la batalla de Solferino (6.000 muertos y 12.000 heridos abandonados a su suerte) le impeli¨® a ello. Y desde entonces, por encima de los gobiernos y los estados que permiten que el Derecho Internacional Humanitario se siga violando cada d¨ªa, los voluntarios de la Cruz Roja operan milagrosamente bajo la bandera de la neutralidad, la independencia, la imparcialidad y la universalidad sin que el derrotismo o la indiferencia les perturbe.
Hoy se celebra en Alicante el d¨ªa Mundial de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Es un acontecimiento para muchos. Pero lo verdaderamente extraordinario es que a¨²n queden hombres movidos por el deseo de devolver a cada ser humano la dignidad que le corresponde, por encontrarle a la vida su sentido, su secreta raz¨®n de ser.
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