Iceberg Hemingway
La editorial Debate anuncia, con la aparici¨®n de Fiesta y El viejo y el mar, la publicaci¨®n de las obras de Ernest Hemingway. Seguir¨¢n a las dos primeras Adi¨®s a las armas, Muerte en la tarde e Islas a la deriva. Las dos ya editadas son, respectivamente, la primera y la ¨²ltima de su carrera de novelista en vida. Son los dos puntos de apoyo de un arco que comienza a dibujarse de manera deslumbrante y acaba apoy¨¢ndose en un estilo con s¨ªntomas de agotamiento. Porque Hemingway cre¨® un estilo propio casi desde el principio y lo mantuvo y ese estilo ha seguido teniendo una influencia decisiva posterior, aunque ¨¦l llegase a ser al final un poco manierista de s¨ª mismo. Es un modo de escribir que cabr¨ªa definir como muy norteamericano en la medida que parte del Huckleberry Finn de Mark Twain y se extiende hasta los minimalistas contempor¨¢neos (y seguir¨¢ fecundando variantes, sin duda alguna).
FIESTA
Ernest Hemingway
Traducci¨®n de Joaqu¨ªn
Adsuar. Debate. Madrid, 2003
285 p¨¢ginas. 16,50 euros
EL VIEJO Y EL MAR
Ernest Hemingway
Traducci¨®n de Lino Novas
Debate. Madrid, 2003
155 p¨¢ginas. 14,70 euros
El estilo Hemingway se ca-
racteriza todo por dos aspectos. En lo conceptual -dig¨¢moslo as¨ª- por la c¨¦lebre "teor¨ªa del iceberg", que viene a formularse m¨¢s o menos como que un texto literario ha de ser como un iceberg y no dejar asomar m¨¢s de un tercio de su cuerpo, pues los dos tercios restantes han de contar con la imaginaci¨®n del lector para manifestarse. Dicho de otro modo: lo que asoma, adem¨¢s de mostrarse eficientemente -y por eso mismo-, debe sugerir lo que hay debajo. En cuanto a lo pr¨¢ctico, hablamos de esa manera de contar o describir en la que los detalles se igualan y un tenedor es tan importante como una mirada; en apariencia, todos los elementos parecen manifestarse con el mismo grado de importancia, pero es justamente la masa literaria obtenida por esa igualdad lo que crea la magia expresiva y el grado de sugerencia exigido. En cuanto a los di¨¢logos, la t¨¦cnica es la misma, pero en un fraseo ¨¢gil y corto por lo general. El resultado es arrebatador: ver al leer c¨®mo fluye lo que est¨¢ oculto bajo la superficie de ese relato de sencilla apariencia, ver c¨®mo la insinuaci¨®n se convierte en un arte que gratifica la imaginaci¨®n tanto como la inteligencia... ¨¦se es Hemingway y ¨¦sa es su importancia.
En Espa?a, Hemingway no ha tenido mucha suerte. As¨ª como hoy puede decirse que, poco a poco, sus compa?eros de generaci¨®n (Faulkner o Scott Fitzgerald) han ido siendo traducidos de un tiempo a esta parte de manera competente y, en algunos casos, de manera magistral (baste citar como ejemplo de lo ¨²ltimo El ruido y la furia, de Ana Ant¨®n-Pacheco, o El gran Gatsby, de Jos¨¦ Luis L¨®pez Mu?oz), de Hemingway no podemos decir lo mismo. Es m¨¢s, podr¨ªamos decir que el lector espa?ol todav¨ªa no ha le¨ªdo a Hemingway. De aqu¨ª la importancia que debe darse a un plan de reedici¨®n de su obra. Pero, lamentablemente, no hay motivo alguno para alegrarse. Las dos traducciones que llegan a nuestras manos son una pena porque se ha optado por revisar penosas traducciones ya existentes. El problema es que una traducci¨®n nefasta no es revisable, sino que hay que hacerla de nuevo.
La de Fiesta cae en vicios desgraciadamente cl¨¢sicos: a?ade colas a las frases explicitando detalles que no est¨¢n en el texto (precisamente porque el estilo de Hemingway los ahuyenta). Si el autor dice que lee a la luz de gas, el traductor no tiene por qu¨¦ a?adir que es del comedor, por ejemplo, porque Hemingway no lo dice. Si el autor decide dar a entender de manera impl¨ªcita la clase de herida que sufre el protagonista -y para eso construye una escena memorable en el cap¨ªtulo cuarto- no hay por qu¨¦ mencionarla con una referencia medio grosera por cuenta del traductor; es como si pensara que los lectores son tontos. Si Hemingway hace p¨¢rrafos largos no hay por qu¨¦ partirlos para facilitar la lectura; ni unirlos cuando son muy cortos. No s¨®lo hace levantar la "vara" a un guardia de la circulaci¨®n, sino que explicita por su cuenta que "indica al ch¨®fer que se detenga", como si el gesto -que es lo ¨²nico que se?ala Hemingway- no bastara y, lo que es ya la puntilla, retira la acidez ir¨®nica de la frase final para dejarla en un comentario banal.
Es una l¨¢stima, porque
Jake Barnes, el protagonista y narrador de Fiesta es un personaje del calibre de Gatsby y porque Fiesta es una novela maravillosa donde el estilo de Hemingway est¨¢ ya resuelto; es su primera novela y ya lo tiene cogido por el pescuezo. Quien quiera ver una traducci¨®n respetuosa con el p¨¢rrafo largo, la masa expresiva de elementos de distinta intensidad asimilados en un mismo tono, el valor de la insistencia en aparentes nimiedades, las admirables frases encadenadas (and... and... and...) que logran un clima y un ritmo ¨²nicos, puede buscar la traducci¨®n de Gabriel Ferrater de Par¨ªs era una fiesta, aunque sea un libro p¨®stumo que mezcla cr¨®nica y narraci¨®n. Hemingway es un gigante y un escritor literariamente seminal cuya influencia en la narrativa espa?ola -enrocada en su barroquismo tradicional- no ha tenido opci¨®n. Confiemos en que una editorial seria como Debate le d¨¦ una oportunidad volviendo a traducirlo de manera fiable y exigente. Pero me temo que estos dos primeros libros ya no tendr¨¢n remedio.
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