"Entre lo que sabemos y lo que podemos hacer hay una brecha que no sabemos c¨®mo superar"
Zygmunt Bauman es uno de los grandes te¨®ricos sociales de nuestro tiempo. El hilo conductor de la enorme cantidad de temas sobre los que ha publicado es la desorientaci¨®n del hombre contempor¨¢neo, nuestra condici¨®n posmoderna. En esta estela se inscribe Comunidad, el ¨²ltimo libro publicado en Espa?a por este catedr¨¢tico em¨¦rito de sociolog¨ªa de la Universidad de Leeds (Gran Breta?a). Bauman ha venido recientemente a nuestro pa¨ªs invitado por la Fundaci¨®n Marcelino Bot¨ªn y ha hablado para EL PA?S.
PREGUNTA. En su reciente conferencia en Madrid, trat¨® acerca del creciente divorcio entre el conocimiento que tenemos de gran cantidad de cuestiones cargadas de valor moral y nuestra capacidad para abordarlas mediante una
"Al colocarnos en la posici¨®n de espectadores, nos han privado de la excusa del 'yo no lo sab¨ªa"
"El movimiento contra la guerra adolece de la debilidad de todo movimiento de 'objetivo ¨²nico"
acci¨®n moral efectiva.
RESPUESTA. Quiz¨¢ el mensaje m¨¢s seminal, aunque apenas articulado de modo expl¨ªcito, de la extensi¨®n planetaria de la televisi¨®n sea el complejo desfase entre lo que sabemos y lo que podemos hacer; entre lo que desaf¨ªa a nuestra conciencia y lo que clama por alguna acci¨®n, lo que nosotros, testigos pasivos, podemos modificar m¨ªnimamente. Tenemos todos los instrumentos para la tele-visi¨®n, pero apenas ninguno para la tele-acci¨®n: vemos m¨¢s all¨¢ de lo que nuestras manos pueden alcanzar. Diariamente contemplamos c¨®mo se hace el mal, c¨®mo se sufre el dolor, pero el desaf¨ªo que ello representa para nuestros sentimientos morales queda en gran medida sin respuesta. No hay duda de que algunas de nuestras acciones y reacciones est¨¢n inspiradas moralmente, pero sus efectos no llegan a compensar la enormidad de cuestiones que los inspiraron. Somos demasiado conscientes de ello pero no sabemos c¨®mo superar esa brecha. Habiendo sido colocados en la posici¨®n de "espectadores" (de testigos que ven c¨®mo se hace el mal, pero que aun as¨ª no hacen nada por evitarlo, ni siquiera prevenirlo) se nos ha privado de la excusa m¨¢s com¨²n para la conciencia culpable: el "yo no lo sab¨ªa". La ¨²nica excusa que queda es la que se apoya en la impotencia: "Haga lo que haga no servir¨¢ de nada". Es una d¨¦bil excusa, poco convincente incluso para nosotros mismos. Sospechamos -y con buenas razones- que m¨¢s bien se trata de lo contrario: de que lo que hagamos o dejemos de hacer s¨ª importa... Despu¨¦s de todo, en nuestro abarrotado intercomunicado planeta dependemos todos unos de otros, y lo que se hace en una parte del globo tiene un alcance muy superior a la visi¨®n e imaginaci¨®n de sus actores. Somos, en un grado dif¨ªcil de medir, responsables de la situaci¨®n de los dem¨¢s. Lo que ocurre es que no sabemos qu¨¦ significa asumir esa responsabilidad y qu¨¦ es lo que ello requiere. Y carecemos de los instrumentos que podr¨ªan lograr que nuestras preocupaciones e intuiciones morales reviertan en unas condiciones m¨¢s decentes para la humanidad, haciendo al mundo m¨¢s inh¨®spito para la indignidad humana y la humillaci¨®n, y m¨¢s acogedor para la atenci¨®n mutua y la solidaridad.
P. Aqu¨ª es donde entrar¨ªa el "problema de la acci¨®n" en la sociedad global...
R. El espacio planetario en el que se forman las condiciones de nuestras vidas compartidas parece completamente "desregularizado": aunque supi¨¦ramos exactamente qu¨¦ hacer para ajustar ese espacio a nuestros valores ¨¦ticos, no sabr¨ªamos qui¨¦n ser¨ªa capaz de realizar esa tarea. En momentos de reflexi¨®n, sentimos que el espect¨¢culo de ausencia de regulaciones (tambi¨¦n el que promueven, con impunidad, unos poderes que deber¨ªan ser los primeros en demostrar su compromiso con est¨¢ndares ¨¦ticos globales) s¨®lo puede servir como invitaci¨®n a m¨¢s desorden, y que no hay ninguna fuerza a la vista capaz de romper ese c¨ªrculo vicioso. Estamos en una era de experimentaciones, de ensayos y errores. La mayor¨ªa de las consecuencias de la globalizaci¨®n acelerada no han sido previstas, y todav¨ªa debemos aprender, probablemente a un alto precio, las habilidades sociales necesarias para hacerlas frente y dominarlas. Es demasiado pronto para prever la forma final de la cohabitaci¨®n humana planetaria.
P. ?En qu¨¦ consistir¨ªa esa "comunidad global"?
R. Hay una cosa que s¨ª puede postularse: la perspectiva de una "comunidad global" es un horizonte ¨²ltimo en el que debemos medir la pertinencia de cada paso que demos hacia su consecuci¨®n. ?Cu¨¢nto nos aproxima a esa respuesta ideal a nuestro destino com¨²n, a la interdependencia, a la responsabilidad mutua? Y, adem¨¢s, s¨®lo una cosa, aunque de una importancia crucial, parece cierta: una "comunidad", para merecer tal nombre, debe apoyarse en la idea de que sus miembros asumen una responsabilidad compartida por cada cual. No puede haber una comunidad sin un sentido y una pr¨¢ctica de la responsabilidad. Y si la capacidad de carga de los puentes se mide por la fuerza de sus pilares m¨¢s d¨¦biles (y no por la "media estad¨ªstica" de la fuerza de los pilares), la solidaridad de una comunidad se mide por el bienestar y la dignidad de la vida de sus miembros m¨¢s d¨¦biles. Nuestras prioridades, y m¨¢s a¨²n nuestras pr¨¢cticas, son, pues, chocantemente inadecuadas; de hecho nos apartan cada vez m¨¢s del horizonte de una comunidad planetaria en vez de aproximarnos a ¨¦l. Podr¨ªan presentarse numerosos ejemplos. La ONU reclama 2.200 millones de d¨®lares para lanzar la ayuda humanitaria a un Irak desolado por la guerra; hasta el momento, s¨®lo se han conseguido 390. Estados Unidos, principal autor de la destrucci¨®n de Irak, ha destinado 275 millones a la ayuda, mientras que la suma dedicada a la guerra asciende a 55.000 millones. Hay 115 millones de ni?os en todo el mundo sin acceso a ninguna educaci¨®n; dotarles de escuelas requerir¨ªa 5.600 millones de d¨®lares al a?o, una d¨¦cima parte de la suma invertida por Estados Unidos en la destrucci¨®n de Irak. Y no parece que la guerra se entablara en nombre de compartir la riqueza de los atacantes con sus empobrecidas v¨ªctimas, y para mitigar la miseria de un mundo en el que el 20% de la poblaci¨®n controla el 86% de la riqueza planetaria.
P. ?Puede haber alguna esperanza en esa nueva sociedad civil global que se ha activado con la guerra?
R. La "sociedad civil global" es otra cuesti¨®n. Se constituye a s¨ª misma en el proceso de creaci¨®n de una democracia planetaria, y exige algo m¨¢s que unirse a manifestaciones y firmar cartas de protesta; hasta ahora se ha avanzado poco en ese proceso. Por otra parte, lo que ha emergido en el movimiento de protesta mundial contra la guerra ha sido algo as¨ª como un "sentimiento de comunidad planetaria". Ha sido un ejercicio mundial de empat¨ªa; un descubrimiento, en forma de fogonazo, de la semejanza de los seres humanos, de sus esperanzas y temores, sus alegr¨ªas y sus penas. Generalmente concebimos el mundo poblado por grupos ¨¦tnicos, culturales y religiosos incompatibles y hostiles, para empezar despu¨¦s a preocuparnos de si pueden llegar a vivir juntos en paz y de qu¨¦ hacer para que arrinconen sus animadversiones y entierren sus armas. Las im¨¢genes de la miseria humana provocada por la guerra revelaron la verdad oculta tras esa creencia com¨²n. Descubrieron v¨ªvidamente c¨®mo debajo de toda fragmentaci¨®n subyace una humanidad compartida; que son nuestras diferencias y no nuestras similitudes las que est¨¢n compuestas artificialmente y consumen la mayor¨ªa de nuestros esfuerzos por producirlas y mantenerlas vivas. La crueldad es crueldad se ejerza donde se ejerza y contra quienquiera que se emplee... Estamos todav¨ªa muy lejos de llegar a ser una "comunidad planetaria", pero el sentimiento de humanidad compartida es una condici¨®n importante para que pueda llegar a producirse alguna vez; lo mismo que otro descubrimiento que hicimos durante las protestas contra la guerra: que no hay soluciones locales para problemas generados a nivel global, que las cuestiones globales s¨®lo pueden confrontarse y controlarse globalmente.
P. ?Hay alguna posibilidad de que este nuevo movimiento social pueda articularse a trav¨¦s de una acci¨®n pol¨ªtica eficaz y con sentido?
R. Cualesquiera que sean sus virtudes y sus logros, el movimiento contra la guerra adolece de la debilidad com¨²n a todos los movimientos de "tema ¨²nico": se difuminan y mueren tan pronto como el objetivo en cuesti¨®n desaparece de la agenda; gestan pocos v¨ªnculos humanos duraderos y dejan pocos trazos estables sobre el pensamiento humano y las pr¨¢cticas cotidianas. Adem¨¢s, aparte de sus ventajas, construir un movimiento de masas en torno a un ¨²nico objetivo tiene serios defectos. Permite unificar a grupos y categor¨ªas de personas que se mueven por muy diferentes motivos y fines. Olvidan sus diferencias pero s¨®lo durante un tiempo, en cuanto la cuesti¨®n unificadora desaparece de la atenci¨®n y la preocupaci¨®n del momento, las divisiones vuelven a hacer acto de presencia, a menudo profundizadas y fortalecidas por la frustraci¨®n. No es concebible un avance decisivo hacia una sociedad civil global o una comunidad mundial a menos que la desigualdad e injusticia planetaria, que subyace en el fondo de nuestras desconfianzas, prejuicios y enemistades mutuas, se afronten sin rodeos y se hagan serios y concertados esfuerzos por mitigarlas y recomponerlas a largo plazo.
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