El coraz¨®n herido de Lilli Jahn
Lilli Jahn creci¨® en el seno protector de una familia jud¨ªa acomodada de Colonia. A principios de los a?os veinte del siglo pasado estudiaba medicina, disfrutaba del teatro y de conciertos y discut¨ªa apasionadamente de literatura, arte y religi¨®n con su novio protestante, Ernst, con el que posteriormente se casar¨ªa. Tras su matrimonio, asumido con escepticismo por los padres de Lilli, la pareja se traslad¨® a Immenhausen, en las cercan¨ªas de Kassel [Estado federado de Hesse], donde establecieron juntos una consulta m¨¦dica. Tuvieron cinco hijos, mientras su vida se iba infectando del veneno de la pol¨ªtica nazi. El marido de Lilli no soport¨® la presi¨®n externa y se divorci¨® en 1942, dej¨¢ndola a merced del r¨¦gimen. Fue confinada en un campo de trabajos forzados, mientras su hijo y sus cuatro hijas tuvieron que afrontar solos la vida diaria de un pa¨ªs en guerra.
Mi coraz¨®n herido. La vida de Lilli Jahn 1900-1944'
Martin Doerry
Editorial Taurus.
Ernst, el marido protestante de Lilli, no soport¨® la presi¨®n externa y se divorci¨® en 1942, dej¨¢ndola a merced de los nazis. Fue confinada en un campo de trabajos forzados
Cientos de cartas originales, que afortunadamente se conservaron, testimonian la relaci¨®n entre dos j¨®venes enamorados en tiempos de paz, y despu¨¦s la lucha desesperada de una madre y sus hijos por mantener la unidad de la familia. Lilli consigui¨® una y otra vez enviar sus cartas en secreto desde el campo donde estaba recluida. Sus hijos tambi¨¦n le escribieron incansablemente. Pero la guerra y la persecuci¨®n siguieron su curso fatal: los ni?os sufrieron los bombardeos de Kassel, y, en 1944, Lilli Jahn muri¨® en Auschwitz.
Aunque el destino de Lilli no le fue ocultado a sus nietos, su historia sigui¨® siendo tan imprecisa como incomprensible, enigm¨¢tica incluso, siempre insinuada en apenas dos o tres escuetas frases. La abuela Lilli, les dec¨ªan, fue asesinada en Auschwitz. Vuestro abuelo Ernst se divorci¨® de ella, por lo que, dada su condici¨®n de jud¨ªa, qued¨® indefensa a merced de los nazis.
Es todo cuanto los hijos de Lilli transmitieron a sus propios hijos. Seguro que habr¨ªan contado m¨¢s cosas de haberles preguntado. Pero las atrocidades no s¨®lo gravitaban sobre ellos como un trauma, sino tambi¨¦n sobre los nietos de Lilli como una muda prohibici¨®n de hacer preguntas.
De todos modos, este tab¨² afect¨® durante d¨¦cadas a numerosas familias, tanto de v¨ªctimas como de verdugos, y no perdi¨® vigor ni importancia hasta el transcurso de los a?os noventa. Una nueva generaci¨®n preguntaba con m¨¢s obstinaci¨®n que nunca por las causas y consecuencias del nacionalsocialismo. Esta confrontaci¨®n fue la que anul¨® el bloqueo con el que tantos supervivientes del Holocausto y sus deudos hab¨ªan intentado protegerse de las propias emociones. Lo que durante medio siglo hab¨ªa sido para ellos un pasado paralizante que lo ensombrec¨ªa todo, se convirti¨® ahora en recuerdos m¨¢s concretos y, en ocasiones, m¨¢s dolorosos.
Cuando Gerhard, el hijo de Lilli, muri¨® en octubre de 1998 en Marburgo, este proceso comenz¨® asimismo para sus cuatro hermanas. Gerhard Jahn, pol¨ªtico socialdem¨®crata y ministro federal de justicia en el gabinete de Willy Brandt, dej¨® una herencia inesperada que conmocion¨® a sus hermanas: varias cajas y carpetas albergaban unas 250 cartas que los hijos de Lilli hab¨ªan escrito a su madre en 1943 y 1944, por aquel entonces ya detenida en un campo de concentraci¨®n.
Como es l¨®gico, las hermanas recordaban las cartas. Lo que ignoraban es que su propio hermano hab¨ªa conservado esos documentos durante m¨¢s de cinco d¨¦cadas. Jam¨¢s hab¨ªan hablado de ellas.
Un buen d¨ªa, a comienzos del a?o 1999, las hijas de Lilli se reunieron para examinar el legado. Por turno, fueron leyendo en voz alta sus propias cartas entre llantos, pero tambi¨¦n con risas ocasionales por su ingenuidad infantil. A continuaci¨®n volvieron a guardar todo en sus cajas y carpetas e intentaron relegarlas de nuevo al olvido.
Sin embargo, el recuerdo era ya imparable. Ilse, nacida en 1929, y por tanto la hija mayor de Lilli, inform¨® poco a poco a sus tres hijos del hallazgo; Johanna, la segunda, reuni¨® un d¨ªa a sus cuatro hijos para contarles la historia de Lilli. S¨®lo Eva, la tercera, se sinti¨® incapaz, en un principio, de enfrentarse a sus cartas y emprendi¨®, con cierto retraso, una lectura m¨¢s a fondo. Dorothea, por ¨²ltimo, contaba tres a?os en 1943, de modo que por entonces a¨²n no sab¨ªa escribir.
Que esas cartas infantiles existieran todav¨ªa parec¨ªa un peque?o milagro. En marzo de 1944, justo antes de su deportaci¨®n a Auschwitz, Lilli hab¨ªa conseguido sacar a escondidas esos documentos del campo de trabajo de Breitenau, en Kassel. Seguramente una guardiana le hab¨ªa hecho ese ¨²ltimo favor. Esto, junto con la serie de misivas, casi en su mayor¨ªa clandestinas, que la propia Lilli hab¨ªa escrito hasta entonces a sus hijos, permiti¨® perge?ar por primera vez un cuadro completo de los dram¨¢ticos sucesos acaecidos durante el oto?o e invierno de 1943-1944.
Algunas preguntas
El hijo de Ilse, autor de estas l¨ªneas, s¨®lo asumi¨® al principio la tarea de ordenar y reproducir la correspondencia para la familia. Sin embargo, las preguntas pronto suscitaron otras preguntas, y sobre todo hab¨ªa que contestar a una de ellas: ?Por qu¨¦ se separ¨® Ernst Jahn de Lilli en 1942, a pesar de que deb¨ªa de saber que dejaba a su mujer jud¨ªa a merced de una muerte segura? ?O quiz¨¢ todav¨ªa no lo sab¨ªa?
De repente, la historia preliminar cobr¨® importancia: ?C¨®mo se llev¨® a cabo el matrimonio de Lilli con el protestante Ernst? ?C¨®mo se comport¨® su marido en los primeros a?os, tras la toma del poder por los nazis?
Las investigaciones sucesivas sacaron m¨¢s cartas a la luz. Pronto se puso de manifiesto que cada una de las hermanas pose¨ªa documentos o cartas de la madre, de las que las dem¨¢s sab¨ªan poco o nada. Al final se encontraron m¨¢s de 300 misivas, casi todas escritas por Lilli entre los a?os 1918 y 1944. Todas ellas constituyen un impresionante testimonio de la creciente estigmatizaci¨®n, aislamiento y persecuci¨®n de Lilli y de sus hijos.
Se plante¨® entonces su posible publicaci¨®n. Bien es verdad que a lo largo de su vida Gerhard Jahn hab¨ªa criticado con dureza y, por regla general, hab¨ªa impedido cualquier intento de ofrecer a un p¨²blico m¨¢s amplio las cartas de Lilli desde Breitenau. Pero ?por qu¨¦ motivos? ?Pensaba que se reabrir¨ªan viejas heridas? Tampoco las hijas de Lilli lograban hacerse a la idea de que el calvario de su madre se revelase a personas desconocidas; tem¨ªan que el esp¨ªritu de la ¨¦poca, cristalizado en el Holocausto, convirtiera su historia privada en un esc¨¢ndalo, un saqueo de sus sentimientos y recuerdos personales.
?Por qu¨¦ entonces hab¨ªa que relatar la historia de Lilli?
Una respuesta sencilla: Cada nueva biograf¨ªa, cada fuente aut¨¦ntica de la ¨¦poca nazi llega tambi¨¦n a nuevos lectores y eso supone de por s¨ª un logro para la cultura pol¨ªtica del presente y para la conciencia hist¨®rica de las generaciones futuras.
Y otra no tan sencilla: la mayor¨ªa, pr¨¢cticamente todos los testimonios autobiogr¨¢ficos narran la historia de los supervivientes. Ya sea Primo Levi, Victor Klemperer o Ruth Kl¨¹ger, esos autores informan siempre del p¨¢nico y el sufrimiento desde la perspectiva de los que se salvaron. Quien lea sus libros con atenci¨®n, percibir¨¢ sin duda en la suerte de los pocos supervivientes la desgracia de seis millones de personas asesinadas. Pero faltan las experiencias, las vivencias de las v¨ªctimas que no sobrevivieron al Holocausto. Naturalmente existen excepciones, la principal es el Diario de Ana Frank. Pero lo t¨ªpico en la tradici¨®n literaria es, sin duda, el modelo Schindler: salvarse del m¨¢ximo peligro corriendo grandes aventuras. Para quien no pueda o no quiera comprender el significado dial¨¦ctico de tales relatos, el recuerdo se suma y resulta en un balance curiosamente deformado: surge la imagen de un r¨¦gimen de terror del que al final, sin embargo, acab¨® salv¨¢ndose la mayor¨ªa.
Lilli no se salv¨®. En el fondo, su destino fue el mismo que el de millones de personas. Sin embargo, cada v¨ªctima del Holocausto esconde una historia particular, completamente personal. Quien quiera saber algo de la ruptura trascendental del a?o 1933, escribi¨® Sebastian Haffner en su Historia de un alem¨¢n, tendr¨¢ que "leer biograf¨ªas; no las de los estadistas, sino las raras biograf¨ªas de los individuos an¨®nimos". En este sentido, la biograf¨ªa de Lilli Jahn describe una persona concreta: una m¨¦dica jud¨ªa que fue testigo atento de la ¨¦poca de la d¨¦cada de los veinte y de los treinta en Alemania; una mujer emancipada, amante de su profesi¨®n y absorbida, al mismo tiempo por su papel de madre; una intelectual de formaci¨®n literaria y art¨ªstica que manten¨ªa con sus amigos debates filos¨®ficos y teol¨®gicos. Pero, por encima de todo, Lilli fue una mujer apasionada, temperamental, cuyos propios proyectos sucumbieron pronto ante el amor incondicional hacia su marido y fue duramente castigada por ello.
La naturaleza meditabunda de Ernst Jahn -tambi¨¦n m¨¦dico- no armonizaba en absoluto con esa mujer joven y alegre, que bailaba y tocaba el piano con fervor y acud¨ªa entusiasmada a conciertos y exposiciones. S¨®lo el matrimonio con Ernst y la posterior persecuci¨®n de los nacionalsocialistas imprimieron a su vida esa melancol¨ªa que hoy empa?a todos sus recuerdos.
Sin embargo, comparte este destino con muchos de sus compa?eros de sufrimiento. La vida de los jud¨ªos burgueses integrados en la Alemania del primer tercio del siglo XX ha sido dotada de una p¨¢tina melanc¨®lica solamente con posterioridad, tras el conocimiento del Holocausto. A pesar de la creciente campa?a difamatoria antisemita, la mayor¨ªa de los jud¨ªos alemanes llevaron hasta 1933 una vida tan satisfactoria o feliz como sus contempor¨¢neos no jud¨ªos.
Una mujer medrosa
La toma del poder por los nazis no s¨®lo cambi¨® la situaci¨®n externa de Lilli, sino tambi¨¦n su conducta, arrebat¨¢ndole la confianza en s¨ª misma y la alegr¨ªa de vivir. Lilli se convirti¨® de pronto en una mujer medrosa, que rehu¨ªa a cualquier persona desconocida. Percib¨ªa c¨®mo todo su entorno se conjuraba contra ella. Ya no abandonaba su casa, hasta que finalmente la expulsaron de ella. Luego siguieron la detenci¨®n por la Gestapo, el ingreso en un campo de trabajo y los trabajos forzados en una f¨¢brica; al final, la deportaci¨®n a Auschwitz.
Los hijos se convirtieron en testigos de la lenta y torturante degradaci¨®n de su madre. Protestaron contra ella a su manera: con un raudal de cartas dirigidas a su progenitora, detenida en el campo de concentraci¨®n, lucharon por mantener una normalidad perdida tiempo atr¨¢s, siguieron incluyendo a Lilli en la mayor¨ªa de las decisiones de la familia, los hijos describ¨ªan su vida cotidiana hasta los menores detalles, y, al mismo tiempo, manifestaban en cada carta y cada l¨ªnea su dolor y su a?oranza.
Si el destino de Lilli simboliza el calvario de numerosas v¨ªctimas del nacionalsocialismo, el de sus hijos tambi¨¦n es, en cierto modo, representativo: al igual que otros millones de alemanes, vivieron durante esos ¨²ltimos a?os de la guerra el terror en el denominado frente patrio. Temblaron de miedo en el refugio antia¨¦reo, fueron bombardeados y evacuados. Como ayudante de la defensa antia¨¦rea, Gerhard tuvo que abatir en el cielo aviones enemigos; Ilse y Johanna fueron asignadas a los servicios de cat¨¢strofes para ayudar a otras v¨ªctimas de las bombas.
Tambi¨¦n eso forma parte de la historia de Lilli. Sus hijos la informaban de todas esas emociones, que ahora ten¨ªan que superar sin la ayuda y el amparo de la madre. Peor a¨²n: la propia Lilli depend¨ªa del sost¨¦n de sus hijos. Pasaba hambre, y los ni?os le enviaban al campo paquetes con toda la comida que lograban reunir. Ten¨ªa fr¨ªo, y los ni?os le mandaban ropa por correo. Suplicaba una recomendaci¨®n ante la Gestapo, y los hijos apremiaban al padre para que lo hiciera. Finalmente pidi¨® dinero para el billete de vuelta, por si la pon¨ªan en libertad, y los ni?os le enviaron 20 marcos en efectivo.
Todo esto en modo alguno suced¨ªa a escondidas. Mientras Lilli estuvo presa en el campo de Breitenau, sus hijos siguieron viviendo en un entorno social todav¨ªa muy intacto: primero en Kassel; luego, de nuevo en la casa paterna del peque?o pueblo de Immenhausen, donde se hab¨ªan criado. Docenas, si no centenares, de amigos, conocidos y vecinos supieron de ese modo del destino de Lilli. Algunos manifestaban al menos su compasi¨®n, pero la mayor¨ªa acept¨® el terror. Todos lo sab¨ªan, pero nadie intervino o protest¨® por la aniquilaci¨®n de esa vida.
Esta correspondencia, por tanto, es tambi¨¦n una obra pedag¨®gica sobre la indiferencia de los seres humanos en la guerra. Trata de las consecuencias devastadoras que las debilidades humanas corrientes, como la cobard¨ªa o el ego¨ªsmo, pueden desencadenar en el seno de un sistema totalitario. Pero al mismo tiempo constituye un testimonio de amor incondicional, de valor y coraje c¨ªvico: rasgos esenciales y virtudes que pod¨ªan desplegarse bajo una presi¨®n externa tan alta.
No obstante, por regla general, la presente biograf¨ªa deja a criterio del lector extraer sus propias conclusiones e interpretaciones. El autor se limita casi siempre al papel de cronista y s¨®lo explica los acontecimientos cuando es necesario para comprender las cartas. La abundancia de documentos de gran valor informativo seguro que habr¨ªa posibilitado tambi¨¦n una biograf¨ªa convencional. S¨®lo el respeto a la autenticidad y a las conmovedoras (sin exagerar) cartas de Lilli y de sus hijos recomend¨® una reproducci¨®n lo m¨¢s amplia posible de las fuentes originales.
Las cartas de Lilli constituyeron valiosos recuerdos para sus destinatarios y las han preservado hasta la fecha. Lilli hab¨ªa crecido inmersa en el seno de una tradici¨®n cultural burguesa de la que tambi¨¦n formaba parte una cultura epistolar ambiciosa. Su casa paterna en Colonia dispon¨ªa de tel¨¦fono, pero ¨¦ste s¨®lo serv¨ªa para transmitir noticias escuetas. Las conversaciones interminables no eran habituales, y la t¨¦cnica, todav¨ªa insuficiente, tampoco habr¨ªa posibilitado ese placer.
As¨ª pues, Lilli escribi¨® cartas por convicci¨®n; primero a su novio y posterior esposo; despu¨¦s, a los amigos, y, por ¨²ltimo, a sus hijos. Y como hab¨ªa tomado por modelo a autoras de cartas como Rahel Varnhagen o Caroline Schelling, demostraba tambi¨¦n un perceptible instinto creativo: Lilli informaba de las cuestiones cotidianas, pero tambi¨¦n de sus vivencias y sentimientos, filosofaba, politizaba. Y transmit¨ªa esa afici¨®n a sus hijos Ilse y Johanna; sobre todo, revelaba en su correspondencia una aptitud para la autopercepci¨®n y la observaci¨®n ejercitada por la escritura frecuente.
?Habr¨ªa aprobado Lilli la publicaci¨®n de estos documentos tan personales? Si bien la pregunta se impone, est¨¢ fuera de lugar pues es imposible plante¨¢rsela. Si su destino hubiera discurrido por otros derroteros mejores, solamente Lilli habr¨ªa decidido el destino de su correspondencia. Ahora, m¨¢s de cincuenta a?os despu¨¦s de su muerte, esa decisi¨®n queda confiada a sus descendientes. Con la publicaci¨®n, ¨¦stos asumen una especial responsabilidad. Sin embargo, la ¨¦poca parece madura para una reconstrucci¨®n de esta cat¨¢strofe privada, aunque s¨®lo a primera vista.
Ep¨ªlogo
Hacia el final de la guerra, los hijos de Lilli tambi¨¦n fueron amenazados con una inminente deportaci¨®n; se les prohibi¨® abandonar Immenhausen. El 13 de noviembre dieron de baja a Gerhard en el servicio de trabajo. Como los nazis lo hab¨ªan declarado "indigno para el servicio militar" tampoco lo reclut¨® la Wehrmacht. S¨®lo los continuos ataques a¨¦reos y el caos de los ¨²ltimos d¨ªas de la guerra, anot¨® ¨¦l m¨¢s tarde, impidieron su detenci¨®n, ya planeada por la Gestapo. (...)
El 5 de abril de 1945, a eso de las tres de la tarde, entraron en Immenhausen las primeras tropas estadounidenses. Ese mismo d¨ªa, el perseguidor de Lilli, el alcalde Gross, fue destituido de su cargo y detenido.
Previamente los nazis hab¨ªan enterrado algunos de los documentos que les inculpaban. Gerhard, que el 1 de junio de 1945 asumi¨® la direcci¨®n de la oficina de cupones de racionamiento de la alcald¨ªa, consigui¨® incautarse pronto de las cartas escritas por Gross para desterrar a Lilli de Immenhausen. Gerhard quer¨ªa llevar incluso a Rita [segunda esposa del padre] ante los tribunales por ser c¨®mplice de la muerte de su madre. Pero Ilse le suplic¨® que abandonara ese plan, pues no quer¨ªa aumentar los problemas. Ello se deb¨ªa a una raz¨®n: los hijos de Lilli segu¨ªan viviendo, como siempre, con Rita en casa de su padre.
Gerhard, joven abogado, hizo carrera en el SPD (Partido Socialdem¨®crata Alem¨¢n). En 1957 se convirti¨® en diputado del Bundestag, m¨¢s tarde fue subsecretario parlamentario y ministro. Falleci¨® de c¨¢ncer en 1998.
Los ciudadanos de Immenhausen honraron la memoria de Lilli Jahn: en 1995 dieron su nombre a una calle de una zona de nueva construcci¨®n. En 1999, la escuela primaria de la localidad recibi¨® el nombre de Colegio Lilli Jahn.
Desde el verano de 1998, el nombre de Lilli figura en la l¨¢pida de la tumba de su padre, Josef Schl¨¹chterer, en el cementerio jud¨ªo de Colonia-Bocklem¨¹nd. Sus hijos hicieron grabar la inscripci¨®n con los datos de la vida de su madre, para honrar su memoria en un lugar concreto.
Hoy viven en Alemania, Inglaterra e Israel 13 nietos y 23 bisnietos de Lilli. Beate, la hija de Ilse (que emigr¨® en 1978 a Israel y desde entonces profesa el juda¨ªsmo), le puso a su segunda hija el nombre de Sarah Lilli. Los bisnietos de Lilli son ni?os todav¨ªa; unos han sido bautizados en la fe evang¨¦lica; otros, en la cat¨®lica, y otros son jud¨ªos. Pero a todos ellos les une una cosa: el recuerdo del "coraz¨®n herido" de Lilli.
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