M¨¢s sobre la ciudad paciente
Volvemos al tema de las pintadas urbanas, una de las referencias m¨¢s fiables del paso de los d¨ªas y del pulso de los ciudadanos. Nos referimos a las pintadas con texto, no a los grafitos, a los dibujos o esos signos indescifrables que tienen su propio c¨®digo. Nos interesa el momento anterior a su realizaci¨®n. Nos imaginamos a la persona, plantada ante la pared, con un spray en la mano (antiguamente una brocha). Parece como si el tipo de pintada nos hablara directamente de la situaci¨®n personal de su autor o autores. Y por extensi¨®n, de un momento concreto de la vida de la ciudad. Como hacer una cata en el hielo ant¨¢rtico para conocer la atm¨®sfera de hace unos cuantos miles de a?os. Por ejemplo, en la esquina de Aribau con Val¨¨ncia convivieron dos pintadas con una curiosa convergencia animal y ling¨¹¨ªstica. Una, ya desaparecida, muy expresiva, rezaba: "Fuck me, zorra". No sabemos si es que exist¨ªa una "zorra" que debiera darse por aludida o si era un intenso deseo del artista lanzado a las zorras del mundo y expresado por este medio. Vimos claramente al an¨®nimo autor, chuleta, darle al spray con trazo firme y letras grandes. Y abocado al fracaso dado el nivel de ingl¨¦s de los ciudadanos. La otra, que a¨²n est¨¢, dice: "Asasins
Las pintadas hablan de gente con ganas de decir cosas y obtener la m¨¢xima difusi¨®n, pero tambi¨¦n de gritos de desesperaci¨®n y de fracaso
de toros". Est¨¢ inclinada, r¨¢pida, hecha por alguien nervioso, que va deprisa. En cualquier caso, se trata de un mensaje que impl¨ªcitamente une una idea de la catalanidad con la oposici¨®n a los toros. Pero que cae estrepitosamente ante la flagrante doble falta de ortograf¨ªa. ?Se defiende la catalanidad con pintadas tan mal escritas? ?Y por qu¨¦ se borr¨® "Fuck me, zorra" y no la otra? La ciudad crea enigmas interesantes. Hace un tiempo les hablamos de una serie de pintadas muy curiosas. Es el ¨²nico caso conocido de pintada reciclable. Reivindicaban la muerte injusta de un chico, Pedro Hern¨¢ndez, a manos, supuestamente, de un polic¨ªa de paisano. Dec¨ªan: "Siete a?os sin Pedro, asesinado por la polic¨ªa en L'Hospitalet". Eran pintadas gigantes, hechas a brochazo limpio, que demostraban a las claras que sus autores hab¨ªan gozado de una complicidad total de la ciudadan¨ªa. Si no, no se hubiesen podido realizar, tan grandes y a plena luz del d¨ªa. Al a?o siguiente, en una de ellas, la situada en el cruce del Pont del Treball con la calle de Berenguer de Palou, alguien pint¨® de blanco el siete, y lo sustituy¨® por un ocho. Luego, cambi¨® el art¨ªculo determinado por el indeterminado y qued¨®: "Ocho a?os sin Pedro, asesinado por un polic¨ªa en L'Hospitalet". Al a?o siguiente se volvi¨® a corregir. Se dej¨® en: "Nueve a?os sin Pedro, asesinado en L'Hospitalet". Nos imagin¨¢bamos a los pobres amigos de Pedro, en su convocatoria anual, derivando desde el clamor popular inicial hasta la humildad de los ¨²ltimos intentos, tachando y reciclando lo que fuera necesario para que alguien les hiciera caso. La vida de esta pintada es historia pura de la ciudad.
Hasta ahora hemos comentado casos clar¨ªsimos de gente an¨®nima que interviene sobre la cara externa urbana con ganas de decir cosas y voluntad de m¨¢xima difusi¨®n. Lo curioso es que tambi¨¦n se detectan gritos desesperados destinados al fracaso ya de entrada. Son pintadillas como vergonzantes, realizadas con mala pata, sin mucha fe, que dicen mucho de su ejecutor. Nos referimos a las efectuadas con rotulador y de medida min¨²scula. Y no se trata de mensajes m¨¢s o menos personales del tipo, "Mar¨ªa Luisa, te he esperado hasta las tres. Estamos en el bar". Hay mensajes muy serios escritos de esta manera. Por ejemplo, hace poco vimos uno en medio de uno de los lugares m¨¢s inh¨®spitos de Barcelona. Es el cruce de la Ronda de Sant Mart¨ª con el puente que cruza las v¨ªas del tren, al lado del polvoriento final de la Rambla de Prim, a¨²n sin urbanizar. Es un sitio solitario, donde en 25 metros a la redonda contabilizamos un par de hogueras apagadas, algo que nos pareci¨® una alacena rota que conten¨ªa un inhalador para asm¨¢ticos, unos cajones abiertos con un exprimidor de naranjas de pl¨¢stico, un perro durmiendo y un sapo -o una rana- descompuesto reducido a la pura piel reseca (pero atenci¨®n, como en los dibujos animados, con forma y perfil de sapo). En este entorno, digamos, preol¨ªmpico, donde ni siquiera va a llegar el F¨°rum 2004, destaca, por su extemporaneidad, un anuncio mural de Martini, de los de la serie Viva la vita. El anuncio se alza unos metros desde el suelo. Pues bien, en su marco gris alguien ha escrito con rotulador "PP facista)", con falta de ortograf¨ªa incluida, sabiendo que por ah¨ª no pasa nadie. Y si alguien lo hace, tiene que pararse, acercarse a la base del anuncio, mirar hacia arriba y forzar la vista. Es extraordinario. Y significativo del estado de cabreo del an¨®nimo escritor. No pod¨ªa m¨¢s, estaba muy enfadado con el PP, ten¨ªa un rotulador de punta gorda en el bolsillo y un macroanuncio de Martini delante. Y no se lo pens¨® dos veces: se subi¨® a una piedra y escribi¨® su exabrupto, consciente de que era como lanzarlo al vac¨ªo.
Su mensaje es uno m¨¢s de los muchos que lanza la ciudad. Solo tenemos que fijarnos un poco.
?sta es la ciudad que tenemos y, en el fondo, as¨ª somos nosotros.
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