Viaje al pa¨ªs de las hadas
Juan Villoro ha escrito para estas dos obras de Yeats un pr¨®logo que combina la exploraci¨®n del misterio con la claridad (perfectamente sintetizada en su t¨ªtulo yeatsiano: "Los duendes son l¨®gicos"). Desgrana para el lector las enigm¨¢ticas y variadas facetas del Premio Nobel irland¨¦s, cuyo mundo se contiene ya en esta etapa inicial donde todo va a decantarse.
Los honores que Yeats recibi¨® en vida fueron tales, que el Premio Nobel se consigna en sus biograf¨ªas brevemente, como algo a?adido. Los honores p¨®stumos se resumen en la repatriaci¨®n de su cad¨¢ver en un barco de guerra del Gobierno irland¨¦s. Fue senador y est¨¢ enterrado en el lugar que ¨¦l mismo fij¨® en un poema. Semejante identificaci¨®n entre el poeta y su patria se encuentra muy raramente en la cultura moderna. Las circunstancias especial¨ªsimas de Irlanda como proyecto naciente se reflejan en cada palabra de estos relatos. Su sue?o de libertad para la isla se fundamenta aqu¨ª en un pasado legendario, poblado de seres fant¨¢sticos. A mucha distancia siempre de lo vulgar, Yeats recurre aqu¨ª constantemente a la mitolog¨ªa del pueblo, porque el pueblo, depositario de las tradiciones sagradas, legitima en ¨²ltima instancia las narraciones de El crep¨²sculo celta y La rosa secreta.
EL CREP?SCULO CELTA/LA ROSA SECRETA
W. B. Yeats
Pr¨®logo de Juan Villoro
Traducci¨®n de Javier Mar¨ªas/Alejandro Garc¨ªa Reyes
Reino de Redonda. Barcelona, 2003
406 p¨¢ginas. 18,20 euros
La coherencia entre estas dos colecciones de cuentos no impide que tengan diferente tensi¨®n narrativa. En ese sentido, es bueno que los traductores sean distintos. En su pr¨®logo a El crep¨²sculo celta, Javier Mar¨ªas avisa de los irlandesismos (que de la ling¨¹¨ªstica pasan a la pol¨ªtica en la literatura de Yeats), pero renuncia a cualquier imitaci¨®n, optando por un espa?ol correcto y neutro. Sus notas son concisas, pero a?ade un ¨ªndice de la mitolog¨ªa ga¨¦lica, que (para dar una idea) comienza por Aengus, el dios del amor y de la belleza, hijo de la juventud.
Alejandro Garc¨ªa Reyes pone en La rosa secreta un idioma m¨¢s rico, propio de una literatura m¨¢s elaborada por Yeats (sus matices se pueden apreciar en una misma p¨¢gina, en la que se suceden "mozalbete" y "muchacho"). Sus notas incluyen la historia de Irlanda y de sus reyes, la escritura propia de la isla, sus moles monta?osas, sus dioses o sus espadas. El crep¨²sculo celta (presentado aqu¨ª en su formato definitivo de 1902, aunque tambi¨¦n recupere textos excluidos) re¨²ne 40 cuentos cortos. En ellos asoma el pol¨ªgrafo capaz de escrituras diversas. En cada caso, el germen es algo tan actual como el microrrelato. Ni uno s¨®lo de los cuentos tiene un principio malo o mediocre. La seducci¨®n sigue luego de diversas maneras. La sorpresa final puede ir acompa?ada de meditaciones emocionantes, de versos o hasta de posibles ensayos y art¨ªculos que quedan sugeridos dentro del cuento. Ese mundo aparece habitado por los mediadores de la fantas¨ªa celta (hadas y duendes, que a veces se esconden en la misma palabra, musas, fantasmas), por animales del bosque, por un mundo rural cuya verdad se transmite en la magia y los sue?os. Yeats se propuso crear un mundo maravilloso frente a la realidad malograda y torpe. Por eso sus campesinos celtas est¨¢n m¨¢s cerca de los antiguos griegos que cualquier erudito: saben que los dioses se llevan a los mortales m¨¢s bellos. El narrador que nos los recuerda es el mismo Yeats capaz de organizar armoniosamente toda su cultura. La rosa secreta se divide en dos ciclos: uno hom¨®nimo, con mucho de inici¨¢tico, pues narrar (y leer) equivale a desenterrar la rosa escondida bajo tierra. El otro est¨¢ protagonizado por Hanrahan, ¨¢lter ego del escritor cuyo destino, marcado por el amor, conduce al hero¨ªsmo de signo cristiano. Los escritores totales buscan lectores totales. Incluso los refractarios al verso disfrutar¨¢n con la poes¨ªa (en sentido estricto) que aflora de vez en cuando, como un milagro m¨¢s, a lo largo del volumen (con los versos originales al final). Poes¨ªa popular y poes¨ªa propia de Yeats, extremadamente literaria (en la estirpe visionaria de Blake), como el espl¨¦ndido poema A la rosa secreta.
Las dos traducciones conforman esta vez un libro unitario, muy singularizado dentro de la aventura de Reino de Redonda. En sus fronteras, por fortuna, la dimensi¨®n editorial es indisociable de la literaria. El lector lo aprecia desde el primer momento (la dedicatoria del editor) hasta el ¨²ltimo: los tres util¨ªsimos ap¨¦ndices en los que se pone al d¨ªa la nomenclatura de Redonda, desde sus archiduques hasta sus ciudadanos, enumerando esa aristocracia ideal y libre que desde la cultura compite tan ejemplarmente con la otra.
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