Red
Un buen t¨®pico de la propaganda pol¨ªtica es la inseguridad de la ciudadan¨ªa. Queremos estar seguros. Queremos un techo protector. Esto funciona en un mitin: ?vivienda y polic¨ªas para todos!. En un libro llamado Esferas (editorial Siruela) el c¨¦lebre fil¨®sofo alem¨¢n Peter Sloterdijk dice que existimos en esferas, desde el principio, desde el interior de la madre, y luego en el hogar, y en la empresa, y en el club de f¨²tbol... (Pero el f¨²tbol est¨¢ perdiendo: en una parada de taxis, no muy lejos de M¨¢laga, oigo una conversaci¨®n: "?Vio tu cu?ado el f¨²tbol?". Era el Juventus-Madrid, aunque fundamentalmente se hablaba del estado actual de Fernando Hierro, de V¨¦lez. "No, mi cu?ado est¨¢ empicado ahora con el PP y las cofrad¨ªas".)
Yo recuerdo la antigua y feroz oposici¨®n del PP al PSOE, la inseguridad ciudadana como argumento: ?m¨¢s seguridad! El Estado se fund¨® para proteger a la poblaci¨®n, los gobernantes que no protegen no merecen ser gobernantes. El nuevo PSOE ha tomado el discurso del PP: ?m¨¢s polic¨ªas! Es de sentido com¨²n: si hay ladrones, hay que llamar a la polic¨ªa. La izquierda se ha dejado de sutilezas. En otro tiempo se preocupaba de qu¨¦ monstruosos mecanismos desarrollan en la gente el gusto por la vida echada a perder, la c¨¢rcel, el enjaulamiento en barrios-basura a los que ni siquiera llega la polic¨ªa por miedo a que le roben el coche, el aislamiento en celdas de castigo.
Aznar domina: domina la idea higi¨¦nica de barrer delincuentes. ?No se le podr¨ªa sacar dinero al ansia ciudadana de seguridad, como a todas las ansias? El otro d¨ªa, en una novela de Elmore Leonard, encontr¨¦ a un polic¨ªa que, experto en delitos, acababa de salir de la c¨¢rcel. "?Qu¨¦ tal?", le pregunta un compinche. "?La c¨¢rcel? Estupenda, era privada". Todo lo privado es mejor, o eso dicen, aqu¨ª y en Am¨¦rica, hospitales, colegios o c¨¢rceles. Las c¨¢rceles privadas son un buen negocio en EEUU, y en Francia, y son un lujo para el preso: cerraduras electr¨®nicas, celda y ba?o individual, piscina caliente.
Suele darse una paradoja absurda: queremos seguridad y no queremos c¨¢rceles. Pero aqu¨ª tenemos una ciudad casi especializada en prisiones, El Puerto de Santa Mar¨ªa, y los pol¨ªticos locales coinciden con los expertos penitenciarios del Gobierno: la c¨¢rcel entra?a crecimiento, trabajo, triunfo del ramo de la construcci¨®n, euforia comercial, flujo de dinero en n¨®minas de funcionarios. ?El crimen y el castigo son rentables! La hosteler¨ªa carcelaria podr¨ªa ser una alternativa al turismo en ¨¦pocas de crisis en las relaciones internacionales. Si yo fuera un candidato emprendedor, coger¨ªa un mapa de Andaluc¨ªa y propondr¨ªa una magn¨ªfica red de penitenciar¨ªas privadas.
Esa red ?tendr¨ªa que hacer propaganda del crimen para ganar dinero? (A m¨¢s criminales, m¨¢s ganancia, supongo.) Bastar¨ªa con que promoviera el bien: la delaci¨®n, la ampliaci¨®n del cat¨¢logo de comportamientos descarriados penados con c¨¢rcel. A los reos de ahora se sumar¨ªan los mentirosos, los impuntuales, los peque?os defraudadores a Hacienda, los no pertenecientes a cofrad¨ªa o hermandad y los fumadores de tabaco, por ejemplo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.