Los demonios reviven en Riazor

Como un viejo demonio redivivo, el Valencia volvi¨® a interponerse anoche en el camino del Deportivo hacia un t¨ªtulo de Liga. La afrenta valencianista a Riazor no alcanz¨® la magnitud de la cat¨¢strofe vivida hace 10 a?os, cuando la Liga se escap¨® en el penalti errado en el ¨²ltimo minuto por Djukic, quien curiosamente regresaba en A Coru?a al equipo titular del Valencia, como si fuera una estratagema para convocar a los fantasmas. Pero la derrota de anoche son¨® como una enorme bofetada a un Depor que acababa de coger el liderato y parec¨ªa lanzado hacia la meta. La desdicha de Manuel Pablo, que regal¨® dos goles al rival, y la recuperaci¨®n del Valencia m¨¢s consistente tumbaron al Depor para a?adir m¨¢s incertidumbre al final de Liga.

Nada ilustra mejor la distancia entre este Valencia atribulado y aquel equipo exultante del final de la campa?a anterior que la situaci¨®n de Baraja, futbolista capital hasta hace poco y suplente anoche por decisi¨®n de Ben¨ªtez. Y eso que al Valencia se le amontonaban las bajas en tal cuant¨ªa que hasta tuvo que inventarse una banda derecha con Ayala y Vicente desplazados de sus posiciones naturales. Ben¨ªtez pareci¨® asumir que, en el precario estadio del equipo, hab¨ªa que olvidarse del f¨²tbol y dedicar la gente a funciones de entorpecimiento. El Valencia recuper¨® su rostro m¨¢s adusto y herm¨¦tico, y su propuesta meti¨® en serios problemas al Deportivo, que se encontr¨® con una tenaza en el medio del campo, donde nadie ten¨ªa tiempo a pensar. Enrejado entre los barrotes del Valencia, el Depor incurri¨® en los errores habituales en estos casos: imprecisi¨®n y tendencia a conducir demasiado la pelota, incluso en jugadores tan vacunados contra ese vicio como Valer¨®n y Fran. Como los costados tampoco fueron muy pr¨®digos, el cuadro de Irureta se extravi¨® en un bosque impenetrable.

El resquebrajamiento del Depor alcanz¨® tambi¨¦n a la defensa, donde los a?os de Donato quedaron delatados por un Carew veloz e inquieto, que explot¨® el recurso de arrastrar a los centrales a las bandas. El gol de Valencia fue en buena media una concesi¨®n local. Naci¨® de una acci¨®n de Manuel Pablo que atent¨® contra el librillo b¨¢sico del defensa: un despeje desde el ¨¢rea hacia la frontal, que pill¨® Vicente y convirti¨® Fabio Aurelio tras el rechace de Juanmi. No acabar¨ªan ah¨ª los errores de Manuel Pablo, que cuando ya parec¨ªa emerger de su interminable lesi¨®n se convirti¨® en el triste protagonista del partido. Cuando su equipo ya hab¨ªa empatado y parec¨ªa en condiciones de enderezar el choque, el lateral canario entreg¨® una pelota mansa a Fabio Aurelio, que s¨®lo tuvo que ultimar a Molina. Irureta cambi¨® a Manuel Pablo poco despu¨¦s, y el p¨²blico tuvo el detalle de disculparle, aplaudi¨¦ndole.

El gigantesco error del lateral culmin¨® un arranque de la segunda parte en la que las claves del partido parec¨ªan haber mudado. El Valencia se solt¨® el freno y compareci¨® con una resoluci¨®n que no se le hab¨ªa visto hasta entonces. El Depor sufri¨® y disfrut¨® a la vez de ese cambio de actitud. Su defensa vivi¨® m¨¢s peligrosamente que hasta entonces, pero arriba encontr¨® el espacio vital que le faltaba. El empate, sin embargo, lleg¨® de un c¨®rner que propici¨® un gol fantasma. No se pudo apreciar bien si el cabezazo de Donato rebas¨® por completo la l¨ªnea de gol. Lo cierto es que el ¨¢rbitro lo dio, pese a la manifestaci¨®n que organizaron los valencianistas, y por un momento pareci¨® que Donato, como hace una semana en M¨¢laga, iba a ser una aparici¨®n m¨¢gica. Pero el desliz de Manuel Pablo dej¨® en an¨¦cdota el gol fantasma. A la defensa del Valencia le sobra oficio y resisti¨® con aplomo la desesperada acometida del Depor, cuyo liderato puede haber sido un suspiro.