Aire de primera vuelta
AUNQUE EL CALENDARIO de la transici¨®n situ¨® las dos primeras elecciones municipales democr¨¢ticas -celebradas en 1979 y 1983- inmediatamente despu¨¦s de las legislativas, el juego interactivo de las disoluciones de las Cortes Generales por voluntad presidencial y la fijeza cuatrianual de los comicios locales fue modificando de manera paulatina esa secuencia hasta invertirla por completo. Al igual que sucedi¨® en 1995 y en 1999, la convocatoria del pr¨®ximo 25 de mayo para renovar los ayuntamientos en toda Espa?a y los parlamentos en 13 de las 17 comunidades (los estatutos del Pa¨ªs Vasco, Catalu?a, Galicia y Andaluc¨ªa permiten a sus presidentes llamar anticipadamente a las urnas) preceder¨¢ en menos de un a?o a la celebraci¨®n de las elecciones legislativas: si en las dos ocasiones anteriores la victoria (local) del PP anticip¨® su posterior triunfo (general), los socialistas aspiran ahora a lograr el mismo efecto domin¨®. Pero ese paralelismo no agota las posibles lecturas anticipatorias de los resultados de las urnas escrutadas el 25 de mayo: los comicios municipales del pr¨®ximo domingo est¨¢n a¨²n m¨¢s pr¨®ximos en el tiempo a la celebraci¨®n de las elecciones catalanas (y quiz¨¢ andaluzas) en el pr¨®ximo oto?o, sin que pueda descartarse tampoco una disoluci¨®n anticipada de la asamblea vasca antes de fin de a?o.
Las elecciones municipales y auton¨®micas del pr¨®ximo 25 de mayo son vividas por PP y PSOE como un ensayo general de las elecciones legislativas de 2004 o una prefiguraci¨®n de sus resultados
Sin duda, la presi¨®n ejercida por esas expectativas electorales a medio plazo sobre la cita del pr¨®ximo domigo desnaturaliza el caracter pol¨ªtico-administrativo de una convocatoria destinada exclusivamente, en teor¨ªa, a elegir los ayuntamientos y los parlamentos regionales que designar¨¢n despu¨¦s a los alcaldes y a los presidentes auton¨®micos. En cualquier caso, la lectura -complementaria- de los comicios del 25 de mayo tambi¨¦n como un ensayo general de las elecciones legislativas o una prefiguraci¨®n de sus resultados parece inevitable.
La tendencia a considerar las elecciones municipales y auton¨®micas como la primera vuelta de las legislativas cuando ambas convocatorias est¨¢n separadas por escasos meses ha cobrado esta vez un impulso abrumador. Como los aficionados que gritan desde los tendidos ?peones fuera! para que el matador se quede solo en el ruedo frente al toro, el PP y el PSOE han descargado sobre Aznar y Zapatero el protagonismo exclusivo de la campa?a. Ese mano a mano entre el presidente del Gobierno y el l¨ªder del principal partido de la oposici¨®n ofrece, sin embargo, algunas asimetr¨ªas. El secretario general del PSOE ha sido obsequiado con una oportunidad excepcional para foguearse en los m¨ªtines, aumentar su popularidad y romper el cerco de silencio de RTVE, obligada por ley a difundir los actos y los espacios de propaganda electoral: sin darse a conocer previamente en una campa?a de ¨¢mbito nacional como las elecciones municipales, Zapatero no podr¨ªa aspirar a ganar las legislativas.
Resultan menos claras, en cambio, las razones del presidente del Gobierno -que se ha comprometido reiteradamente a no presentarse a las pr¨®ximas elecciones legislativas- para descuidar las obligaciones de su papel institucional y lanzarse como un ensordecedor mitinero a los campos de f¨²tbol, las plazas de toros y los polideportivos. La omnipresencia medi¨¢tica de Aznar -prisionero de la antipat¨ªa de sus gestos, la agresividad de sus palabras y la mezquindad de sus jactancias- ha empujado hacia la clandestinidad a los eventuales aspirantes a sucederle como candidato presidencial del PP y les est¨¢ endeudando con la hipoteca de sus fobias y sus filias. Si el jefe del Gobierno estuviese realmente dispuesto -as¨ª parece- a cumplir su palabra de no aspirar a un tercer mandato, ese furioso despliegue de energ¨ªas ser¨ªa un despilfarro in¨²til, no un ejercicio de calentamiento -como en el caso de Zapatero- para futuras batallas; tal vez la explicaci¨®n del enigma sea que Aznar ha decidido seguir reinando -detr¨¢s del trono-despu¨¦s de abandonar formalmente el poder.
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