Met¨¢fora del ¨¢rbol y las nueces
El 25-M volver¨¢ a medir la relaci¨®n de fuerza entre los partidos nacionalistas y constitucionalistas y determinar¨¢ el grado de resistencia de la izquierda 'abertzale' a ser absorbida por el PNV
La ilegalizaci¨®n de Batasuna estimula el apetito electoral de la coalici¨®n PNV-EA que pretende hacer de estos comicios municipales y forales una segunda vuelta de las auton¨®micas de 2001, que encumbraron a Ibarretxe como l¨ªder del nacionalismo. Pese a la ampulosidad ret¨®rica que se derrocha estos d¨ªas y los comunicados de ETA, la campa?a vasca transcurre en un clima de menor movilizaci¨®n y crispaci¨®n social y no parece probable que la participaci¨®n, con ser alta, vaya a alcanzar el elevado 79% de entonces. El nacionalismo gobernante multiplica los gui?os hacia el electorado de Batasuna, a la b¨²squeda de las mayor¨ªas absolutas que le aseguren el control institucional en las tres provincias y le despejen el camino soberanista.
El PNV parece inmune al peligro de que su deriva radical le haga perder votos moderados
?Qu¨¦ har¨¢n las decenas de miles de 'abertzales' no asimilables por el PNV y EA?
Tras 25 a?os de existencia, el brazo pol¨ªtico de ETA, l¨¦ase Herri Batasuna, Euskal Herritarrok, Batasuna, Sozialista Abertzaleak, AuB o cualquiera otra bandera de conveniencia que pretenda adoptar en el futuro, ha sido definitivamente expulsado del sistema democr¨¢tico, privado de soporte institucional, despojado de toda representatividad legal.
Aunque Euskadi aparece atrapada en un juego de din¨¢micas puramente circular, la anulaci¨®n de Batasuna es un hecho trascendental que invita a pensar en la apertura de un proceso de decantaci¨®n y precipitaci¨®n en la vida pol¨ªtica vasca.
El 25-M da paso a una etapa de renovadas incertidumbres al hilo del calendario nacionalista: presentaci¨®n en oto?o del proyecto Ibarretxe en la c¨¢mara vasca, sustituci¨®n de Arzalluz, posible adelanto de las elecciones auton¨®micas, consulta soberanista... una etapa caracterizada por la aplicaci¨®n descarnada de la met¨¢fora del ¨¢rbol y las nueces. Porque, previsiblemente, el Estado espa?ol no va dejar de sacudir el ¨¢rbol del conglomerado ETA-Batasuna en los tiempos venideros y porque, a su vez, PNV-EA tienen todo dispuesto para recoger en el capazo soberanista los frutos ca¨ªdos y por caer.
Son estrategias todav¨ªa complementarias en lo que se refiere al prop¨®sito de eliminar u ocupar el espacio pol¨ªtico y electoral nucleado en torno a ETA, pero incompatibles entre s¨ª, no s¨®lo porque pretenden un final diferente para la organizaci¨®n terrorista, sino porque prefiguran tambi¨¦n dos procesos y dos modelos de pa¨ªs bien distintos. Mientras el soberanismo busca absorber progresivamente al nacionalismo violento en el camino hacia el "estado libre asociado", el constitucionalismo se niega a otorgar coartadas al terrorismo y abomina de un proyecto de ruptura escalonada con Espa?a, convencido de que acarrear¨ªa su propia marginaci¨®n en un contexto explosivo de enfrentamiento y divisi¨®n. El propio presidente del PNV, Xabier Arzalluz, ha indicado que "el soberanismo margina a quien lo rechaza".
Y, sin embargo, el nacionalismo en el poder aparece inmune frente al peligro de que su deriva radical le acarree la p¨¦rdida del voto moderado, autonomista, centrista, localizado sobre todo en las clases medias urbanas, m¨¢s liberadas de la "pertenencia ideol¨®gica" que lleva a muchos nacionalistas a votar sistem¨¢ticamente por su partido, plantee lo que plantee. Con todo, por si acaso, el PNV presenta a dos de sus elementos m¨¢s moderados al frente de las candidaturas de Bilbao (I?aki Azkuna) y de San Sebasti¨¢n (Rom¨¢n Sudupe). La separaci¨®n nacionalistas / no nacionalistas sigue reproduci¨¦ndose autom¨¢ticamente, como si no pudieran existir nacionalistas que contemplan con inquietud una din¨¢mica excluyente para la mitad de la poblaci¨®n, que temen el desenlace de esta aventura. El de la captaci¨®n del voto moderado nacionalista es un problema que los partidos constitucionalistas no acaban de resolver, aunque en ?lava el PSE-PSOE ha incorporado como independiente en sus listas a Emilio Guevara, antiguo diputado general de la provincia, expulsado del PNV por sus cr¨ªticas a Arzalluz.
La posibilidad de que el arbitraje mismo de la ley atempere y encauce las din¨¢micas divergentes ha empezado a agostarse desde que el nacionalismo proclama que la justicia espa?ola est¨¢ contaminada pol¨ªticamente y el Gobierno y Parlamento vascos soslayan los imperativos judiciales, neg¨¢ndose, por ejemplo, a disolver al grupo parlamentario de Batasuna o a impedir sus actos y manifestaciones.
Cuestionadas las reglas de juego, la esperanza en que se alcance un consenso aparece m¨¢s alejada que nunca. El nacionalismo ha descartado toda relaci¨®n con el PP, partido al que caracteriza como heredero del franquismo, pero necesita algo m¨¢s que la mera caricatura para descalificar al PSE-PSOE. Le gustar¨ªa contar con un socialismo vasco d¨¦bil y m¨¢s manejable para aislar al PP, pero lo que desea fervientemente es un Gobierno central sin mayor¨ªas absolutas que precise de sus votos.
Hace ya muchos a?os que ninguna de las elecciones vascas puede sustraerse a tener que medir los resultados por la relaci¨®n de fuerzas entre nacionalistas y no nacionalistas. El 25-M no ser¨¢ una excepci¨®n, pese a que las cuestiones espec¨ªficas de las elecciones locales se han hecho con un amplio espacio en esta campa?a. Adem¨¢s de tomar nota de los resultados de las juntas generales alavesas (parlamento provincial) y de Bilbao, Vitoria y San Sebasti¨¢n, los partidos vascos sumar¨¢n en la noche del 25-M los votos obtenidos por cada bloque y sacar¨¢n la cuenta con la mirada puesta en la incierta etapa que se avecina. El control de la Diputaci¨®n alavesa, clave para poder conjurar el proyecto soberanista, y las alcald¨ªas de las tres capitales vascas son los grandes objetivos en disputa.
Cifrar el alcance del presumible trasvase de votos de Batasuna al t¨¢ndem PNV-EA y, por lo mismo, determinar el grado de resistencia del nacionalismo violento, es obviamente uno de los elementos de inter¨¦s en estas elecciones, aunque la inc¨®gnita principal reside en el futuro pol¨ªtico mismo de esa masa de electores que pretende seguir presente a trav¨¦s del voto nulo. ?Qu¨¦ har¨¢ el nacionalismo no violento con esos nuevos vagones enganchados al tren soberanista que reclaman m¨¢s madera, ir m¨¢s deprisa, m¨¢s lejos? ?Hasta d¨®nde piensan oponer la "legitimidad vasca" a la "legalidad espa?ola"? ?Est¨¢n dispuestos a llegar al enfrentamiento institucional abierto con el Estado, al desacato puro y duro frente al poder judicial?
Despu¨¦s de tantos a?os de ejercicio, el PNV es un maestro en el arte de nadar y guardar la ropa, de jugar con los tiempos, de aprovechar las contradicciones ajenas. Interesados en suscitar un agrio enfrentamiento dial¨¦ctico "con los de Madrid", que movilice a los fondos abstencionistas del nacionalismo y atraiga al electorado de Batasuna, los peneuvistas no se paran en barras a la hora de denunciar una decisi¨®n judicial de la que esperan obtener el m¨¢ximo provecho. T¨¦rminos de trazo grueso, como "pucherazo electoral" o "muerte civil de decenas de miles de vascos" se suceden en sus m¨ªtines, obviando los fundamentos del caso, disociando el problema del terrorismo. Hasta el lehendakari, se ha ganado su particular aplauso en el n¨²cleo dirigente de Batasuna con su denuncia del "GAL medi¨¢tico", expresi¨®n acu?ada a?os atr¨¢s por ETA para justificar el asesinato de periodistas.
Pero por mucho respaldo ret¨®rico solidario que encuentren en la coalici¨®n PNV-EA, la ilegalizaci¨®n no deja de suponer para Batasuna una cat¨¢strofe, labrada a lo largo de 25 a?os por su incapacidad para emanciparse de ETA y la vocaci¨®n suicida de unir su suerte pol¨ªtica a la de un grupo terrorista. Desalojados ahora de los ayuntamientos, la principal fuente institucional que les suministraba influencia, poder local, dinero, puestos para sus liberados e infraestructura, los militantes y simpatizantes de Batasuna aparecen condenados a vagar por la pol¨ªtica vasca como un grupo fantasmal. La marginaci¨®n a la que les condena el sistema ataca directamente al propio proyecto pol¨ªtico-militar que dirige ETA, y tampoco pueden depositar grandes esperanzas en Estrasburgo puesto que el tribunal europeo tardar¨¢ seguramente cinco a?os en pronunciarse sobre el recurso a su ilegalizaci¨®n.
Demasiado tiempo a la intemperie, cuando el Estado espa?ol ha decidido poner fin a toda complicidad con el terrorismo, cuando el cansancio hace mella en las bases y muchos de ellos han dejado de confiar en ETA, cuando Ibarretxe les presenta un v¨ªa alternativa institucional poderosa, limpia, que cubre muchos de los presupuestos autodeterministas manejados desde siempre por la izquierda abertzale y que les permite fundirse, libres de polvo y paja, en el frente nacionalista. ?Pero qu¨¦ har¨¢n esas decenas de miles de simpatizantes no asimilables por el nacionalismo institucional? ?Qu¨¦ salida pol¨ªtica les ofrece ETA salvo la clandestinidad y la marginaci¨®n? ?C¨®mo influir¨¢ esto en la propia organizaci¨®n terrorista?
Batasuna necesita ampararse en el nacionalismo institucional y a la vez blindarse ante ¨¦l para contener la hemorragia de votos, necesita seguir existiendo para influir en el proyecto soberanista y asegurarse una funci¨®n y una plaza en la tribuna de la construcci¨®n nacional. De ah¨ª que el dirigente de Batasuna Arnaldo Otegi y sus compa?eros prodiguen los gestos dirigidos a mostrar que, contra lo que sostienen el PNV-EA, el voto nulo es el voto ¨²til. Los comunicados en los que ETA dice sentir "alegr¨ªa" ante la perspectiva del refer¨¦ndum que brinda Ibarretxe responden al mismo prop¨®sito de blindar su espacio pol¨ªtico. "Que no cunda el p¨¢nico, seguimos aqu¨ª, no estamos acabados, tampoco somos indiferentes al proceso soberanista que Ibarretxe promueve de manera unilateral, tambi¨¦n nosotros podemos llegar a ser posibilistas, llegado el caso", viene a transmitir una organizaci¨®n en horas muy bajas, que se siente acosada e infiltrada.
La ilegalizaci¨®n de Batasuna puede llevar a ETA a desplegar un juego de propuestas, amenazas y envites, destinado a evitar su marginaci¨®n y, naturalmente, a cobrarse en t¨¦rminos pol¨ªticos el precio de una eventual tregua. Por debilitada que est¨¦ la organizaci¨®n terrorista, la tregua llegar¨¢ probablemente como recurso extremo, entre otras cosas, porque, ausente Batasuna, son el PNV y PP quienes mejor pueden capitalizarla pol¨ªticamente. Aunque las v¨ªctimas seguir¨¢n cayendo como siempre del lado constitucionalista, ETA va a vigilar el comportamiento del soberanismo institucional, tratar¨¢ de chantajearle para que rompa m¨¢s decididamente con Espa?a. Y puede que la presi¨®n pase a mayores, sobre todo si el proyecto de Ibarretxe embarranca ante la realidad plural de la sociedad vasca o la actuaci¨®n del Estado. Dentro de Batasuna ya hay voces muy irritadas que advierten al PNV-EA de que su condici¨®n de vascos, esto es, de no espa?oles, no les da patente de corso para saquear inconsecuentemente los votos de la izquierda abertzale.
Los encuentros que la plataforma AuB ha mantenido con el PNV-EA para que les reconozcan sus sufragios nulos como v¨¢lidos a efectos de la atribuci¨®n de esca?os en los ayuntamientos y juntas generales no han sido demasiado satisfactorios. PNV y EA se han comprometido a contar y considerar esas papeletas, pero sin caer en la ilegalidad de homologarlas y atribuirles los correspondientes esca?os. A lo que s¨ª parecen dispuestos es a reconocerles cierta representatividad y capacidad de interlocuci¨®n fuera del ¨¢mbito institucional. Es posible que PNV-EA lleguen a representar o gestionar por delegaci¨®n los planteamientos e intereses de AuB en los ayuntamientos que han estado hasta ahora dirigidos por Batasuna.
M¨¢s provechosos han debido ser los encuentros de AuB con los sindicatos ELA y LAB, el segundo t¨¢ndem soberanista. Desde su poder sindical y su alianza con el sindicato de Batasuna, ELA act¨²a desde hace a?os como verdadera punta de lanza del soberanismo. Impuls¨® como el primero el Pacto de Lizarra-Estella y ahora trata de reproducir el mismo proceso, limando posiciones, tratando de cimentar el frente nacionalista. Su intento de conseguir que ETA acepte un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n limitado, en una primera fase, a la Comunidad Aut¨®noma Vasca y no al conjunto de Euskal Herria, (con Navarra y el Pa¨ªs Vasco franc¨¦s) no parece haber sido atendido de momento por la organizaci¨®n terrorista. Su actitud y sus postulados de resistencia civil vasca contra el Estado espa?ol le acreditan como el mejor agente de una Batasuna condenada al ostracismo que contar¨¢ siempre con el refugio de su sindicato LAB.
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