La guerra impacta en la Convenci¨®n
De haber tenido una Constituci¨®n, como la que ahora prepara la Convenci¨®n, ?hubiera la Uni¨®n Europea actuado de forma distinta en la crisis de Irak? Las instituciones no pueden suplir la falta de pol¨ªticas. Se ha visto en el Consejo de Seguridad, donde los europeos han violado sus propias normas de coordinaci¨®n. La creaci¨®n que se plantea en la Convenci¨®n de un ministro de Asuntos Exteriores de la Uni¨®n, un paso m¨¢s respecto al actual Alto Representante, no marcar¨¢ una diferencia fundamental ni suplir¨¢ estas carencias. Ahora bien, si, como se propone (sin que haya a¨²n acuerdo al respecto), se le da al ministro la capacidad de iniciativa, la de presentar propuestas -reforzadas si se le suma la Comisi¨®n Europea-, la situaci¨®n puede cambiar. Pues entonces los Gobiernos habr¨ªan de desmarcarse, en un sentido u otro, de una l¨ªnea con autoridad propia, que ha de ir m¨¢s all¨¢ de un mero m¨¢ximo denominador com¨²n.
Esta semana la Convenci¨®n entra en un periodo decisivo, con la reuni¨®n del Pres¨ªdium que ha de ultimar un texto que pasar¨¢ al plenario y al Consejo Europeo. Cuando empez¨® el ejercicio constituyente no se pensaba que pod¨ªa verse contaminado por la guerra de Irak, aunque s¨ª por el 11-S. Antes de la guerra, Francia apoyaba las decisiones por mayor¨ªa cualificada en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica exterior y de seguridad. Despu¨¦s, y ante la perspectiva de la ampliaci¨®n a unos pa¨ªses en principio menos europe¨ªstas y m¨¢s pro americanos, Par¨ªs ha vuelto a defender la unanimidad para cuestiones con consecuencias militares. De hecho, ante la cuesti¨®n de Irak no habr¨ªa habido una mayor¨ªa ni en un sentido ni en otro.
Misiones militares de unos pocos voluntarios, bajo bandera europea, es lo que temen algunos neutrales; como Londres y Madrid temen todo paso que pueda socavar la centralidad de la OTAN. Los textos de la secretar¨ªa de la Convenci¨®n, es decir, de Giscard, abren la posibilidad de crear un n¨²cleo en materia militar entre Estados miembros "que responden a criterios elevados de capacidades militares y desean acometer compromisos m¨¢s vinculantes en este ¨¢mbito con miras a las misiones m¨¢s exigentes". ?Pasar¨ªa Espa?a esta selectividad (sin tribunal definido) con su escaso 1,4% del PIB en gasto militar? En todo caso, parece que todos se comprometer¨¢n a "mejorar progresivamente sus capacidades militares". Y a impulsar la "prevenci¨®n de conflictos", a no confundir con lo que es casi su contrario, la guerra preventiva. Por otra parte, la Constituci¨®n podr¨ªa incluir una "cl¨¢usula de solidaridad" por la cual "la Uni¨®n movilizar¨¢ todos los instrumentos de que disponga, incluidos los medios militares", ante ataques terroristas por parte de entes no estatales. Es esta idea, que bajo otra forma ya se baraj¨® para el Tratado de Amsterdam, sin llegar por ello a la militarizaci¨®n de la lucha contra los terrorismos.
EE UU est¨¢ comprendiendo que lo que se fragua en la Convenci¨®n es importante. Tanto que, aunque ya tarde, un grupo de significativas personalidades dem¨®cratas y republicanas ha pedido que se admita a Estados Unidos como observador en la Convenci¨®n y, mientras la UE decide una figura o figuras que la representen en el exterior, asociarse a los consejos de ministros europeos que les afecten. Lo segundo, choca. Pero haber abierto la puerta de la Convenci¨®n para que EE UU hubiera escuchado -e incluso aportado su experiencia constitucional- podr¨ªa haber contribuido a recuperar la confianza perdida en las relaciones transatl¨¢nticas, sin caer en el euroderrotismo del director del Instituto Internacional de Estudios Estrat¨¦gicos de Londres cuando pide a "algunos influyentes Estados europeos" que abandonen "sus ilusiones de un mundo multipolar". M¨¢s raz¨®n tiene el Alto Representante, Javier Solana, cuando recuerda que "una Europa desunida no interesa a nadie. Ni a los pa¨ªses europeos ni a Estados Unidos".
aortega@elpais.es
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