M¨¢s del 31% del territorio espa?ol padece un riesgo muy elevado de desertificaci¨®n
Los recursos naturales en 34 provincias no soportan la presi¨®n del urbanismo y los regad¨ªos
El territorio de las islas Canarias, toda la costa mediterr¨¢nea, Andaluc¨ªa, Castilla-La Mancha y Arag¨®n padecen procesos de desertificaci¨®n, un t¨¦rmino que define la descompensaci¨®n entre los recursos naturales y su capacidad de regeneraci¨®n. Para algunos expertos, este diagn¨®stico, que figura en el borrador de trabajo del Programa de Acci¨®n Nacional contra la Desertificaci¨®n, es dram¨¢tico. Para otros lo ser¨ªa si Espa?a fuera un pa¨ªs carente de medios para combatir ese proceso, tal como ocurre en la mayor¨ªa de los pa¨ªses africanos y asi¨¢ticos que lo padecen.
Los procesos prolongados de desertificaci¨®n en los pa¨ªses pobres suelen ser irreversibles. Una vez que se agotan los pozos de agua y la vegetaci¨®n, a la poblaci¨®n no le queda m¨¢s remedio que emigrar o morir.
En Espa?a los recursos naturales de 15,9 millones de hect¨¢reas (31,8% del territorio) en 34 provincias soportan una presi¨®n insostenible. Padecen un riesgo muy alto de desertificaci¨®n si contin¨²a el actual ritmo de sobreexplotaci¨®n de sus recursos naturales.
Para expertos como el catedr¨¢tico de Geograf¨ªa F¨ªsica Francisco L¨®pez Berm¨²dez, la erosi¨®n del suelo y la desertificaci¨®n en las regiones mediterr¨¢neas ¨¢ridas y semi¨¢ridas "es el problema ambiental de mayor extensi¨®n espacial e incidencia ambiental y econ¨®mica".
Hasta la catastr¨®fica sequ¨ªa del Sahel africano en los a?os setenta, la desertizaci¨®n se defin¨ªa por sus efectos: falta de agua, p¨¦rdida de vegetaci¨®n y de suelo, ausencia de biodiversidad. No se investigaban las causas. Lo hizo una ge¨®grafa francesa. Observ¨® que la sequ¨ªa hab¨ªa sido precedida de un periodo m¨¢s h¨²medo de lo habitual, un fen¨®meno que atrajo la emigraci¨®n de numerosos agricultores y ganaderos del sur. Luego vino en la zona otro periodo seco mucho m¨¢s intenso de lo habitual. Los inmigrantes no pudieron retroceder. Quedaron atrapados.
Hoy el Sahel se ha recuperado mejor de lo previsto, recuerda Juan Puigdef¨¢bregas, coordinador del sistema de vigilancia para la evaluaci¨®n y seguimiento de la desertificaci¨®n desde la estaci¨®n experimental de aonas ¨¢ridas del CSIC en Almer¨ªa. "Un enfermo acude al m¨¦dico cuando nota unos s¨ªntomas. Si el m¨¦dico no averigua a qu¨¦ responden, cu¨¢l es su origen, volver¨¢n a aparecer. Lo mismo ocurre con la desertificaci¨®n. Antes se limitaba a un cat¨¢logo de desastres. Ahora lo definimos como un desequilibrio entre las actividades humanas y los recursos naturales", afirma Puigdef¨¢bregas.
Almer¨ªa, paradigma
El paradigma de la desertificaci¨®n en Espa?a es la provincia de Almer¨ªa. Seg¨²n Puigdef¨¢bregas, todo empez¨® en los a?os setenta, cuando los agricultores invirtieron mucho dinero en la transformaci¨®n de pedregales en regad¨ªos. Desde hace a?os, los pozos dan se?ales de agotamiento o s¨®lo afloran agua desalada por infiltraci¨®n del mar. "Los agricultores est¨¢n ligados a estas explotaciones. No pueden dejarlas porque invirtieron mucho. Est¨¢n endeudados y no les queda m¨¢s remedio que seguir sobreexplotando los acu¨ªferos", a?ade.
Lo mismo sucede en La Mancha o Murcia, donde la implantaci¨®n de bombas el¨¦ctricas ha ido profundizando en el subsuelo en busca de agua para regad¨ªos a un ritmo superior a la capacidad que tienen los acu¨ªferos para recargarse.
En ambos casos, extensibles al resto de las provincias con amplios territorios afectados por riesgo muy alto de desertificaci¨®n, se producen, seg¨²n Puigdef¨¢bregas, "condiciones extremas en las que la poblaci¨®n ha accedido a unos recursos antes no disponibles, y frente a los cuales carece de capacidad para autolimitarse".
Para El¨ªas Fereres, presidente de la Academia de Ingenier¨ªa y experto internacional en producci¨®n vegetal, el mayor riesgo de la desertificaci¨®n lo afrontan las comunidades pobres que carecen de recursos econ¨®micos para combatirla. No ser¨ªa el caso de Almer¨ªa, donde muchos agricultores han optado por invertir fuertes sumas en desaladoras para regar sus invernaderos con agua del mar.
En otras regiones donde los cultivos no son tan rentables, los agricultores reciben incentivos, a condici¨®n de que sus pr¨¢cticas de laboreo sean sostenibles, seg¨²n dos decretos de 2001 y 2002. Lo recuerda Leopoldo Rojo, responsable de coordinar el programa de lucha contra la desertificaci¨®n desde el Ministerio de Medio Ambiente. Rojo reconoce que no es posible evaluar la evoluci¨®n de la desertificaci¨®n en Espa?a en los ¨²ltimos a?os. Antes s¨®lo se estimaba el estado de la erosi¨®n, la p¨¦rdida de suelo.
Ahora es mucho m¨¢s complejo, desde que Espa?a firm¨® el Convenio de Lucha contra la Desertificaci¨®n en 1994. Para diagnosticar los distintos grados de desertificaci¨®n de un territorio ¨¢rido o semi¨¢rido se mide la aridez (d¨¦ficit de agua de lluvia), la erosi¨®n del suelo, la incidencia de los incendios forestales y la sobreexplotaci¨®n de los acu¨ªferos.
Con estos datos, el Ministerio de Medio Ambiente comenz¨® en 2001 el Inventario Nacional de Erosi¨®n de Suelos. Acaba de hacerse p¨²blica la primera entrega, la correspondiente a Murcia, que registra una p¨¦rdida de suelo de 21 toneladas por hect¨¢rea y a?o en los cultivos agr¨ªcolas y 8 en los terrenos forestales. Con todo, las p¨¦rdidas han disminuido un 26% respecto a 1987. Los resultados de la Comunidad de Madrid se presentar¨¢n en unas semanas.
Evaluaci¨®n en 10 a?os
Para la directora de Conservaci¨®n de la Naturaleza, In¨¦s Gonz¨¢lez Doncel, la evoluci¨®n no se podr¨¢ evaluar hasta que se vuelva a hacer un inventario dentro de 10 a?os y se contrasten los datos con los de ahora, porque la metodolog¨ªa de 1987 y la actual son diferentes. De momento, la mayor presi¨®n de desertificaci¨®n recae sobre las zonas hortofrut¨ªcolas costeras del sureste peninsular e islas Canarias, comarcas olivareras andaluzas, centro de la cuenca del Ebro, los regad¨ªos continentales de La Mancha y las dehesas occidentales.
Hist¨®ricamente, y desde la Rep¨²blica, la lucha contra la desertificaci¨®n se ha confiado a la reforestaci¨®n. Desde entonces se han plantado ¨¢rboles en 4,9 millones de hect¨¢reas, un 10% del territorio. Pero el esfuerzo parece insuficiente, seg¨²n los expertos, mientras la presi¨®n insostenible sobre los recursos naturales en el 31,8% del territorio restante no cesa de aumentar.
Seg¨²n una respuesta del Gobierno al diputado socialista por M¨¢laga Miguel ?ngel Heredia, el Ministerio de Medio Ambiente ha computado para 2003 unas inversiones de m¨¢s de 300.000 euros distribuidas en distintas actuaciones de repoblaci¨®n forestal en las cabeceras de las cuencas de los r¨ªos.
El objetivo de estas reforestaciones es doble: disponer de vegetaci¨®n para retener el agua de lluvia y procurar que las plantaciones frenen la escorrent¨ªa y evitar as¨ª fuertes episodios erosivos como el ocurrido en la cuenca del Ar¨¢s, afluente del r¨ªo G¨¢llego, el 7 de agosto de 1996 cerca de Biescas (Huesca), donde murieron m¨¢s de ochenta personas en un c¨¢mping junto a la confluencia de ambos cauces. Este peque?o r¨ªo, de no m¨¢s de 18 kil¨®metros, registr¨® un fen¨®meno de lluvias torrenciales sin precedentes. En una hora llegaron a caer entre 225 y 250 litros por metro cuadrado, lo que, en una cuenca de dimensiones tan reducidas, con desniveles de hasta 400 metros (m¨¢s del 20%), produjo arrastres de suelo del orden de 13.000 toneladas de sedimentos en minuto y medio, seg¨²n relat¨® ante el Senado Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa Ruiz, ge¨®logo del CSIC.
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