O sea
Como vivo en Tribunal, compro en Barcel¨®, ceno con mis amigos en el El Puchero o en el Perico de la calle de la Ballesta, tomo copas en Chueca y tengo por norma no cruzar la Castellana excepto en casos de extrema necesidad -m¨¢s o menos como hacen los pol¨ªticos del PP con la M-30-, a veces tengo la impresi¨®n de que no vivo en Madrid, sino en una mitad de Madrid, la mitad que me gusta, la que me conviene, la m¨ªa. Y esa elecci¨®n, que resulta imprescindible para amar sin condiciones una ciudad tan dif¨ªcil como ¨¦sta, puede llegar a provocar espejismos tan mortales como los oasis que traicionan la fe del viajero incauto en medio del desierto.
-La que te perdiste ayer, t¨ªa, no sabes c¨®mo me acord¨¦ de ti... -me dice una amiga con la que me encuentro por la calle-. ?Ana Botella vino a Olavide!
-?No! -exclamo, pero ella insiste con la cabeza-. ?Qu¨¦ mala suerte tengo!
-Pues s¨ª. Primero llegaron los antidisturbios, no creas. ?Los antidisturbios en el parque! ?Te lo puedes creer? Entonces, como est¨¢bamos rodeados, nos metimos todos en el arenero, con los ni?os, y no se atrevi¨® a entrar. ?No se atrevi¨®! Fue estupendo...
Antidisturbios en Olavide, no vaya a ser que un rojo violento y radical de cuatro a?os atente contra los zapatos de la candidata con una pala de pl¨¢stico llena de arena. Pero los oasis no son de fiar, y por eso he decidido abandonar hoy el m¨ªo para pasear por uno de esos barrios que, al filo de los ochenta, se autoproclamaban con orgullo "Zona Nacional". El paisaje no ha cambiado mucho. Algunas fotos de Trinidad Jim¨¦nez tienen una macabra mancha de pintura roja encima de la frente, y las ni?eras suramericanas usan las mochilas de la misa del Papa para llevar los pa?ales, porque una cosa es el amor a Dios y otra lo fashion. Tras anotar ambos datos, me siento en una terraza, pido una copa sin mirar el precio para que se vea que el distrito Centro no se arruga, y pego la oreja.
-Ahora s¨ª que est¨¢ clar¨ªsimo -una rubia moderadamente melenuda habla con dos amigas, rubias tambi¨¦n de diversa consideraci¨®n.
-Vamos a ganar, desde luego, porque las encuestas, o sea, son antiqu¨ªsimas... -dice una con una leve sombra de duda en la voz.
-S¨ª -murmura la cuarta, m¨¢s lac¨®nica.
O sea, resumo yo para m¨ª misma, modulando en un tono muy distinto una de las expresiones madrile?as por antonomasia, que no les llega la camisa al cuerpo. Al menos, eso salimos ganando, porque ya era muy aburrido que en esta ciudad siempre sufri¨¦ramos los mismos. Y ellas, no hay m¨¢s que verlas, sin duda tienen motivos para la alarma.
S¨¦ que parece una exageraci¨®n panfletaria, una invenci¨®n fraudulenta, una falacia electoral, pero lo he copiado al pie de la letra del programa de Esperanza Aguirre, porque cuando se lo escuch¨¦ a Fausto Fern¨¢ndez me pareci¨® tan fuerte que no me lo pude creer. "La exacci¨®n -o sea, el cobro- del impuesto -de sucesiones, o sea, el que grava las herencias pero dejar¨¢ de hacerlo si ella llega a gobernar, aunque su esplendidez le cueste a esta Comunidad unos 400 millones de euros al a?o-, especialmente cuando los herederos son los hijos, provoca psicosis y angustia acerca del futuro econ¨®mico de la familia en momentos particularmente dolorosos para ellos".
?Qu¨¦ me dicen, no es emocionante? ?Es o no es Esperanza Aguirre una buena mujer? Un coraz¨®n de oro es lo que tiene, tan preocupada por los sentimientos de los millonarios que van a heredar esas cuentas corrientes con las que sus familias financian las campa?as electorales del Partido Popular. Menos mal que en la misma ciudad donde la directora de un colegio le neg¨® una miserable fuente de macarrones destinada a la basura a unos desnutridos ni?os magreb¨ªes, porque "si les damos de comer, esto se nos va a llenar de moros", hay una candidata con sensibilidad suficiente para recoger la angustia y la psicosis de los que van a heredar una fortuna. Y si para rellenar el agujero hay que reducir los presupuestos de la Seguridad Social, pues se reducen. Y si hay que volver a subir el Metrobus un 30% de golpe, pues se sube. Y si las becas de comedor no alcanzan para dar de comer en el colegio a todos los ni?os que no comen lo suficiente en su casa, pues que adelgacen, que es m¨¢s fashion. Y esto es s¨®lo lo que se me ha ocurrido a m¨ª, sobre la marcha. Seguro que a ese ¨¢ngel de la caridad se le ocurren un mont¨®n de cosas m¨¢s. Pero, eso s¨ª, los herederos, que no sufran. Que para eso ya estamos los dem¨¢s, y somos muchos.
-Vamos a ganar -la melenuda insiste-. O sea, seguro.
-Ahora que, como perdamos -la lac¨®nica se anima-, estamos apa?ados.
O sea, repito para m¨ª misma, y cruzo los dedos. A este paso, me los voy a escayolar.
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