Michael Haneke arranca con gran fuerza un filme que despu¨¦s se le va de las manos
Concursan un brillante drama de Denys Arcand y una absurda 'road movie' de Vincent Gallo
El austriaco Michael Haneke, uno de los grandes del cine y el teatro europeos, despliega en El tiempo del lobo, sostenido por el genio de Isabelle Huppert, una ambiciosa tentativa de representar el derrumbe final del mundo. Arranca con un planteamiento de alto riesgo, que es resuelto con asombrosa sencillez. Pero poco a poco se le va de las manos un gui¨®n lastrado por una deficiente progresi¨®n dram¨¢tica. En cambio, el canadiense Denys Arcand hace crecer en Las invasiones b¨¢rbaras, desde un arranque esquem¨¢tico a un final emocionante, un buen drama que concurs¨® junto a la rid¨ªcula road movie del estadounidense Vincent Gallo The brown bunny.
El gui¨®n de El tiempo del lobo est¨¢ sacado del m¨¢s antiguo poema germ¨¢nico conocido, el Canto de la vidente, que describe los signos del tiempo inmediatamente anterior al fin del mundo. Dice Michael Haneke: "Creo que en nuestras sociedades todos y cada uno hemos imaginado alguna vez la gran cat¨¢strofe. No hay en realidad que esforzarse mucho para entrar en un delirio como ¨¦ste. Basta mirar la televisi¨®n a diario".
"Aunque sea sin verlos", a?ade el cineasta, "con s¨®lo echarles de cuando en cuando una ojeada, los televisores nos obligan, por supuesto sin pretenderlo, a hacernos preguntas tan graves como ¨¦stas: ?Cu¨¢l ser¨ªa mi comportamiento y el del vecino de al lado si llega la gran cat¨¢strofe? ?C¨®mo afrontar¨ªamos colectivamente trastornos de esa magnitud? ?Hasta cu¨¢ndo durar¨ªan los que consideramos ahora nuestros valores eternos? ?sos son los enigmas que he intentado desvelar en El tiempo del lobo. Y la ¨²nica condici¨®n que me puse a m¨ª mismo al ponerme a trabajar fue una cuesti¨®n de principio: bajo ning¨²n pretexto me pondr¨ªa a hacer una pel¨ªcula que me metiese en el fregado de convertir este asunto en un espect¨¢culo, uno de esos filmes de g¨¦nero sobre cat¨¢strofes".
Y concluye Haneke: "No hablo despectivamente de esos juegos de efectos especiales, simplemente no me interesa como recurso escenogr¨¢fico. Y adem¨¢s los considero peligrosos, porque al mostrar situaciones extremas se cae f¨¢cil y r¨¢pidamente en el vicio, que hoy es una plaga del cine actual, de la exageraci¨®n. Pero en este tipo de pel¨ªculas es indispensable exagerar, porque eso es lo verdaderamente vendible. A la gente le gusta que le mientan y exageren en la pantalla, porque eso quita verosimilitud a la cat¨¢strofe y ¨¦sta se hace divertida y consumible. Y caer en esta mentira es lo que intento esquivar, porque para hacer cine en serio hay que convertir en veros¨ªmil el suceso que se filma. Y el ¨²nico medio de hacer esto es mediante la exactitud, la precisi¨®n".
Fiel a su autoexigencia, Haneke llena de precisi¨®n la pantalla de El tiempo del lobo, hasta el punto de que siguiendo las huellas de la huida, no se sabe de d¨®nde ni a d¨®nde, de Isabelle Huppert y sus dos hijos el espectador se va introduciendo en la invisible envoltura de una atm¨®sfera real irrespirable, sofocante. No hay dentro de esta atm¨®sfera oasis respirables, ni treguas, sino una creciente espesura ambiental, una progresiva sensaci¨®n de enigma y una elevaci¨®n de la crispaci¨®n en las respuestas de unos personajes a otros; que, en paisajes naturales, sin indicios de derrumbes ficticios, se mueven sobre un dispositivo esc¨¦nico de gran cine itinerante, un relato de camino que no elude los giros y las leyes del g¨¦nero, pero que no cae en una tentaci¨®n evasiva de la realidad. Y el fin del mundo se convierte as¨ª en un suceso interior, que escapa de la pantalla e invade y estremece la sala.
Pero esta escalada hacia dentro de Isabelle Huppert -convertida desde su creaci¨®n en La pianista en una actriz m¨¦dium del cineasta austriaco- y sus hijos avanza hacia una cumbre mientras siguen en solitario su camino a ninguna parte, pero comienza a estancarse cuando se les unen m¨¢s y m¨¢s compa?eros de viaje, para acabar bajando la tensi¨®n emocional en la zona de desenlace, lo que impide a este gran trabajo convertirse en una obra redonda, maestra.
Y sigui¨® el concurso con la notable prolongaci¨®n -con los mismos protagonistas 17 a?os m¨¢s viejos- de la c¨¦lebre Declive del imperio americano, que el canadiense franc¨®fono Denys Arcand hace ahora desembocar en Las invasiones b¨¢rbaras, un filme inteligente, serio e intenso, con altibajos muy pronunciados y vaivenes entre comedia y tragedia, entre humor y patetismo. El filme comienza esquem¨¢ticamente, oscurecido por la pel¨ªcula antecesora, y termina por todo lo alto, en una escena conmovedora e incluso conmocionadora.
Y eso es lo que tambi¨¦n quiere el independiente norteamericano Vincent Gallo, que en The brown bunny inicia su viaje a ras de suelo y lo termina bajo tierra, completamente muerto.
Babelia
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