La gangrena
El proceso de mercantilizaci¨®n de la realidad, la conversi¨®n de todos los componentes de la vida humana en productos que se venden y se compran, es decir, en mercanc¨ªas, verdadera gangrena de las sociedades contempor¨¢neas, avanza de manera imparable. Ese avance, que condena a la inexistencia a lo que no puede traducirse en lucro, no es consecuencia del azar, sino resultado de una concertaci¨®n de voluntades, enmarcadas en la sola l¨®gica econ¨®mica y centradas en torno de un objetivo mayor: aumentar el volumen de negocios, generar mayores ganancias. Partiendo de la premisa de que el comercio es el medio privilegiado para lograrlo, el mundo de la gran empresa y, en particular, las multinacionales, que son sus principales actores y beneficiarios, se han dotado de una serie de dispositivos y de instrumentos susceptibles de favorecer sus prop¨®sitos. En primer lugar, la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (OMC), programada en los acuerdos de Marraquech en 1994, que se instala en 1995 en Ginebra en los locales del GATT para continuar y completar sus actividades, extendiendo su competencia m¨¢s all¨¢ de los productos industriales y estableciendo un ¨®rgano para la resoluci¨®n de conflictos y desavenencias cuyas decisiones son obligatorias.
Hoy, la OMC, con sus 145 miembros y la fuerza que le da el art¨ªculo 16.4 del acuerdo por el que se cre¨®, que consagra su preeminencia frente a los derechos nacionales de cada uno de los Estados que la forman, es tal vez la organizaci¨®n internacional de m¨¢s poder efectivo. No s¨®lo porque todos sus miembros tienen que adecuar sus marcos jur¨ªdicos a las reglas de funcionamiento de la OMC, sino porque esas reglas desbordan siempre las cuestiones puramente comerciales -por ejemplo, la recomendaci¨®n del comit¨¦ permanente de la OMC tres semanas antes de la cat¨¢strofe del Prestige para que se redujeran las regulaciones, consideradas excesivas, en materia de seguridad en el transporte mar¨ªtimo- y tienen adem¨¢s una voluntad constante de extensi¨®n a otros ¨¢mbitos de intervenci¨®n en virtud de lo que comienza a calificarse como el imperialismo del lucro. Esto es lo que est¨¢ sucediendo con el Acuerdo General para el Comercio de Servicios (AGCS). Se trata de un conjunto de actividades de crecimiento exponencial, cuyo volumen de negocio evaluable supera los 8.600 millones de d¨®lares, que se dividen en 12 sectores y 160 subsectores que van desde las obras p¨²blicas y los transportes hasta la salud, la comunicaci¨®n, el medio ambiente (incluida el agua), la cultura y la educaci¨®n. La casi totalidad de las actividades de esos diversos ¨¢mbitos puede ser objeto de un tratamiento comercial, pero la consideraci¨®n econ¨®mica no agota la raz¨®n de ser de dichas actividades ni puede primar -como pretenden las normas de la OMC- sobre todas las otras dimensiones. Por lo dem¨¢s, la opacidad de su funcionamiento permite evitar el voto en la toma de decisiones y concentra el poder en los pa¨ªses del Quad (EE UU, Uni¨®n Europea, Canad¨¢ y Jap¨®n), dominados por los lobbies de las multinacionales, en particular el TABD (transatlantic business dialogue) y el ESF (european services forum), conjuntamente con la coalici¨®n estadounidense de servicios industriales. Todo lo cual supone un peligro grave para los servicios p¨²blicos cuya efectividad es un factor esencial para el equilibrio mundial y en particular de Europa, de cuyo modelo de sociedad son un componente fundamental. La amenaza, que no es de ahora, cuenta con un inquietante calendario. La UE, de la mano del comisario Pascal Lamy, del que conviene recordar su anterior pertenencia a la Rand Corporation, ha dirigido a 109 pa¨ªses la lista de servicios que la UE propone liberalizar con vistas a la conferencia de la OMC en Canc¨²n, en septiembre de este a?o, en la que espera dejar planteadas las liberalizaciones clave para cerrar el dossier de los servicios antes de finales de 2004. La reacci¨®n no se ha hecho esperar y, tanto algunos pol¨ªticos como la mayor¨ªa de los movimientos sociales, en especial Attac y Oxfam Solidaridad, quieren aplicar el principio de Dr¨¢cula -hacer p¨²blicos los prop¨®sitos de la AGCS- y exigen una moratoria de toda negociaci¨®n sobre los servicios hasta que se eval¨²en democr¨¢ticamente los resultados de las pol¨ªticas de la OMC y se renuncie a incorporar a los sectores que forman parte de los bienes comunes de la humanidad.
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