Las ra¨ªces de la violencia en Marruecos
Est¨¢ permitido matar a los infieles, que son los gobernantes y los pueblos que los aprueban, noche y d¨ªa, sin anunci¨¢rselo ni difundirlo, aunque mueran en ello sus mujeres y ni?os".
"No est¨¢ permitido rezar en las mezquitas porque el Estado infiel es el que las construye y nombra a sus imames".
"No existe m¨¢s instrumento que la guerra para que surja un Estado isl¨¢mico".
"No est¨¢ permitido anteponer la guerra a la colonizaci¨®n [presencia extranjera] y a los infieles, como los jud¨ªos, los americanos y los rusos, a la guerra contra el enemigo cercano que son los que se dicen musulmanes y no lo son".
Semanas antes de que 14 j¨®venes kamikazes provocasen cinco atentados y 41 muertos, entre los que figuran 12 terroristas suicidas, en Casablanca, panfletos como con frases como las citadas, haciendo la apolog¨ªa de la violencia, eran distribuidos los viernes en las mezquitas de los suburbios de Casablanca.
Se ha desmoronado el mito de que el islamismo marroqu¨ª era, desde un punto de vista sociol¨®gico, minoritario porque el rey era el m¨¢ximo jefe religioso
No todo el islam marroqu¨ª es pac¨ªfico. En los inmensos arrabales de las grandes ciudades, gracias al paro, crece a marchas forzadas un islam extremista
Aunque Bin Laden coloc¨® a Marruecos en la lista de pa¨ªses imp¨ªos, no se ha encontrado un v¨ªnculo entre estos atentados y el terrorismo internacional
Una joven de Casablanca: "En determinados barrios, los hombres me tachan de puta cuando paso a su lado porque llevo vaqueros y una blusa de manga corta"
Las pr¨¦dicas que muchos imames autoproclamados, que no gozan de la acreditaci¨®n del Ministerio del Culto, hac¨ªan tras la oraci¨®n; las cintas grabadas que circulan con discreci¨®n retoman, a veces, los mismos argumentos.
En los ¨²ltimos ocho meses se han desmoronado en Marruecos dos grandes mitos. El primero insist¨ªa en que el islamismo era, desde un punto de vista sociol¨®gico, minoritario porque, adem¨¢s de jefe del Estado, el rey es tambi¨¦n Comendador de los Creyentes y esa funci¨®n religiosa alejaba a los marroqu¨ªes piadosos de cualquier tentaci¨®n integrista por moderada que fuese.
Triplicar los votos
Su ¨¦xito en las urnas fue tanto m¨¢s llamativo que Justicia y Caridad, el movimiento islamista con mayor capacidad de movilizaci¨®n en Marruecos, anim¨® al boicoteo de las elecciones a las que consider¨® trucadas de antemano. Varios semanarios y el anterior ministro del Interior, Driss Basri, les han dado la raz¨®n a posteriori. "Reafirmo que fueron falsificadas", escribi¨® Basri. El primer ministro, Driss Jettu, public¨® en abril un comunicado negando cualquier fraude.
Hace 10 d¨ªas, el 16 de mayo, se desmoron¨® el segundo mito, propagado por el poder, pero tambi¨¦n por los islamistas moderados. No todo el islam marroqu¨ª es pac¨ªfico. En los inmensos arrabales de las grandes ciudades, entre los j¨®venes en paro, crece a marchas forzadas un islam extremista, algunos de cuyos seguidores provocaron las explosiones que sacudieron Casablanca.
"Son j¨®venes desnortados, en paro -muchos de ellos han sido incluso peque?os delincuentes-, a los que predicadores improvisados convencen de que vuelvan al islam en su versi¨®n m¨¢s rigorista", explica Mohamed Ayadi, profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad Hassan II de Casablanca.
Sus padres espirituales m¨¢s conocidos son Hassan Kettani, de Sal¨¦; Abu Hafs, de Fez; dos imames encarcelados, y Abu Ubaida en Casablanca, Omar Hamduchi en Tet¨²an o Mohamed Fizazi en T¨¢nger.
Este corresponsal intent¨®, a trav¨¦s de un periodista marroqu¨ª que sigue los movimientos islamistas, recabar la opini¨®n sobre los atentados de Fizazi, catedr¨¢tico de Franc¨¦s estrechamente vigilado por la polic¨ªa tangerina. El cl¨¦rigo rehus¨® hablar con un extranjero no musulm¨¢n, ni siquiera a trav¨¦s de un intermediario. Pese a esta descortes¨ªa y pese a la virulencia de sus pr¨¦dicas, Mohamed Darif, profesor de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad de Mohamedia, no cree que ni Fizazi ni los dem¨¢s imames est¨¦n detr¨¢s de los atentados.
"A partir del alimento espiritual que les dieron, los j¨®venes se fueron radicalizando, algunos en las c¨¢rceles", explica Darif. "Esta juventud piadosa vive mal la aparente contradicci¨®n entre el discurso musulm¨¢n oficial y lo que ven en la televisi¨®n, con marroqu¨ªes que frecuentan lugares de ocio de corte occidental", a?ade Ayadi. "Volando un restaurante en el que se sirve alcohol creen que destruyen una sociedad imp¨ªa".
Sidi Mumen, una m¨ªsera barriada del norte de Casablanca, fue el primer escenario donde estos j¨®venes pasaron a la acci¨®n violenta. All¨ª, en la llamada plazoleta de Correos, lapidaron, el 23 de febrero de 2002, a Fuad Kerduni, un borracho que se ganaba la vida traficando con hach¨ªs. Le hab¨ªan advertido de que deb¨ªa enmendarse, pero hizo o¨ªdos sordos. Zacar¨ªas Miludi, el autoproclamado emir del barrio, le conden¨® a muerte, pero no particip¨® en el asesinato.
Los semanarios independientes, empezando por Le Journal, que le dedic¨® seis p¨¢ginas, se hicieron eco ampliamente del mortal castigo impuesto a Kerduni que las autoridades describieron entonces como un "suceso" ignorado por la prensa oficialista. Diecis¨¦is meses despu¨¦s, el ministro de Justicia marroqu¨ª, Mohamed Buzubaa, ha vinculado los atentados con la V¨ªa Justa, el grup¨²sculo fundado por Miludi. Sidi Mumen y otros arrabales colindantes est¨¢n ahora tomados por las fuerzas de seguridad, que efect¨²an redadas y registros en busca de explosivos.
Servicio secreto
Este menosprecio por aquella lapidaci¨®n ha desatado las cr¨ªticas de la prensa independiente contra el general Hamidu Laanigri, el jefe de la Direcci¨®n de Vigilancia del Territorio (DST, seg¨²n sus iniciales francesas), el servicio secreto sobre el que recae buena parte de la lucha antiterrorista.
"El general Laanigri y sus expertos estaban demasiado ocupados en seguir de cerca a varios periodistas, a algunos militantes de derechos humanos y a un pu?ado de m¨²sicos", condenados por ser adeptos del heavy metal, como para ocuparse de los aut¨¦nticos terroristas, afirma un editorial del semanario Tel Quel que pide su destituci¨®n.
"?A los periodistas los encarcel¨¢is! ?A los terroristas los proteg¨¦is!", coreaban unos doscientos militantes de derechos humanos concentrados, el jueves, en el centro de Rabat para protestar por la condena a cuatro a?os de c¨¢rcel, y el inmediato ingreso en prisi¨®n, de Al¨ª Lmrabet, director de los semanarios Demain, en franc¨¦s, y Doumane, en ¨¢rabe, que tambi¨¦n fueron prohibidos.
Laanigri y el Ministerio del Interior no han ahorrado, aparentemente, esfuerzos, desde hace un a?o, por reprimir a los terroristas y a sus posibles inductores. En mayo del a?o pasado se estrenaron desmantelando una c¨¦lula durmiente de Al Qaeda, formada por tres saud¨ªes y algunos c¨®mplices marroqu¨ªes, que proyectaba ataques contra buques de guerra norteamericanos y brit¨¢nicos que cruzaban el estrecho de Gibraltar. Sus integrantes fueron condenados tan s¨®lo a 10 a?os porque solamente algunos testimonios, y ninguna prueba material, avalaba la acusaci¨®n.
El bosque de Temara
Despu¨¦s les lleg¨® el turno a los islamistas marroqu¨ªes, secuestrados a veces durante varios meses en un edificio situado en medio de un bosque de Temara, al lado de Rabat, donde est¨¢ la sede del servicio secreto. Las organizaciones de derechos humanos marroqu¨ªes denunciaron a principios de a?o la reintroducci¨®n de viejas pr¨¢cticas de los "a?os de plomo", cuando reinaba Hassan II, pero el ministro portavoz del Gobierno, el ex comunista Nabil Benabdal¨¢, lo desminti¨® rotundamente en el Parlamento.
La tercera oleada represiva, m¨¢s selectiva, tuvo lugar en v¨ªsperas de la guerra de Irak, y en ella cay¨® el predicador Kettani, acusado de no respetar el rito malekita vigente en Marruecos. Se trataba de impedir que los sermones y fatuas (edictos) incendiarios que hubiese pronunciado, nada m¨¢s iniciarse el conflicto, exacerbasen los ¨¢nimos de una opini¨®n p¨²blica ya de por s¨ª visceralmente antiamericana.
"Da la impresi¨®n de que las detenciones practicadas", explica un periodista que cubre la ebullici¨®n islamista, "responden, en el caso de la c¨¦lula saud¨ª de Al Qaeda, al deseo de mostrar a Estados Unidos la buena disposici¨®n marroqu¨ª a colaborar y su grado de eficacia". "En cuanto a la racha de apresamientos del verano pasado, obedece m¨¢s bien a un intento de subrayar el peligro islamista en v¨ªsperas de la convocatoria a las urnas".
La V¨ªa Justa no form¨® parte de las prioridades represivas. Probablemente los servicios secretos se pensaron que bastaba con secuestrar a su jefe, Milud, cuando sali¨® de la c¨¢rcel tras cumplir un a?o de condena como inductor del asesinato de Sidi Munem. Este grupo del desaparecido Milud, que se reclama del salafismo combatiente, es, seg¨²n Mohamed Darif, el ¨²nico, junto con los marroqu¨ªes que pasaron por Afganist¨¢n, reagrupados en Herej¨ªa y Excomuni¨®n, capaz de llevar a cabo una acci¨®n armada en Marruecos. "Entre los dos no son m¨¢s que unos pocos centenares", asegura.
Como los seguidores de Milud hay otros "grup¨²sculos de j¨®venes que nacen y se preparan en un mismo barrio, sin ning¨²n v¨ªnculo org¨¢nico entre ellos", explica Ayadi, por lo que su penetraci¨®n y desmantelamiento es harto dif¨ªcil. Sus bombas son caseras, pero mort¨ªferas. Las ra¨ªces juveniles, urbanas y marroqu¨ªes del salafismo combatiente lo hacen m¨¢s preocupante para las autoridades.
Pese a que Osama Bin Laden coloc¨®, en marzo, a Marruecos en la lista de pa¨ªses imp¨ªos, el ministro del Interior, Mustaf¨¢ Sahel, sigue sin demostrar el v¨ªnculo de los atentados de Casablanca con las redes de terrorismo internacional. Los artefactos explosivos de los kamikazes eran tan artesanales y su forma de actuar tan primitiva que, "si se les ha brindado apoyo log¨ªstico desde el extranjero, ¨¦ste ha sido m¨ªnimo", opina un diplom¨¢tico europeo.
Mientras asestaban golpes, poco certeros, a los militantes m¨¢s extremistas, las autoridades marroqu¨ªes intentaban tambi¨¦n debilitar a los islamistas oficiales del PJD en v¨ªsperas de los comicios municipales. Envalentonados por su triunfo electoral de septiembre, hab¨ªan levantado la voz. Algunos de sus dirigentes llegaron incluso a pedir el cierre de los centros de ense?anza extranjeros instalados en Marruecos o la estricta aplicaci¨®n de la legislaci¨®n vigente que proh¨ªbe vender bebidas alcoh¨®licas a los musulmanes.
Fueron demasiado lejos. Al PJD, que se queja de no aparecer nunca en la televisi¨®n p¨²blica, al que le resulta dif¨ªcil alquilar locales para celebrar m¨ªtines, le surgi¨® el 19 de abril un grave problema adicional. Con el nombre de Vigilancia y Virtud fue fundada una corriente que pretende arrebatar el control del partido al ortodoxo Movimiento para la Unificaci¨®n y la Reforma. "Esa nueva tendencia ha sido alentada desde el majz¨¦n" (los cortesanos), asegura Darif.
Con sus filas divididas, el PJD va a concurrir a los comicios locales que, a petici¨®n de varios partidos laicos, han sido adem¨¢s aplazados de junio hasta septiembre como para permitir que prenda la discordia interna. "Se tem¨ªa ver c¨®mo el PJD iba a ser el partido m¨¢s votado en varias ciudades" y por eso se ha postergado la convocatoria electoral, afirma el rotativo L'Economiste.
"En esta nueva era no se necesita ya este islamismo oficial", prosigue el profesor Darif. Fomentado a mediados de la pasada d¨¦cada por el entonces titular de Interior, Driss Basri, el PJD deb¨ªa servir, ante todo, para contener a los seguidores del jeque Abdesalam Yassin, reagrupados en Justicia y Caridad. Basri propuso en 1992 a Yassin legalizar su movimiento a cambio de que reconociese al rey como Comendador de los Creyentes. Se neg¨®. El ministro reaccion¨® propiciando un islamismo domesticado, seg¨²n ha reconocido ¨¦l mismo. Con la aparici¨®n de un islamismo te?ido de sangre, el PJD ha dejado de ser ¨²til.
En la picota
Legales o tolerados, los islamistas temen ser puestos en la picota a partir de ahora, pese a su condena de los atentados. "Confiemos en que el majz¨¦n mantenga algo de lucidez y no cometa el error de optar por una represi¨®n ciega", cerrando mezquitas y persiguiendo a los imames, "porque hay una gran demanda de espiritualidad" por parte de los marroqu¨ªes, recalca Nadia Yassin, la hija del l¨ªder de Justicia y Caridad. Para sortear las cr¨ªticas que arrecian, el PJD aprob¨® el martes, en la comisi¨®n parlamentaria de Justicia, el proyecto de ley antiterrorista al que hasta ahora se opon¨ªa con vehemencia.
La "demanda de espiritualidad" descrita por Nadia Yassin se traduce por un auge de la pr¨¢ctica religiosa, un creciente n¨²mero de mujeres con pa?uelo o mayores dificultades para comprar o consumir alcohol en supermercados y bares. Fuera de los centros urbanos occidentalizados de las grandes ciudades y de las ¨¢reas tur¨ªsticas hay una presi¨®n social que incita, por ejemplo, a encarcelar a un grupo de j¨®venes m¨²sicos de hard rock y heavy metal, y a esconder las botellas de vino y de cerveza en una cadena de tiendas.
"Este esplendor espiritual del que me habla", ironiza Naima, una joven contable de una compa?¨ªa de seguros de Casablanca, "significa tambi¨¦n que la sociedad se ha hecho m¨¢s intolerante y que en determinados barrios los hombres escupen al suelo y me tachan de puta cuando paso a su lado porque llevo vaqueros y una blusa recatada, pero de manga corta". Pese a disfrutar de un trabajo estable y bien remunerado, Naima confiesa que proyecta emigrar a Europa o a Canad¨¢.
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