Relevo continuista en Argentina
El peronista N¨¦stor Kirchner asume hoy la presidencia argentina para cuatro a?os, pero es m¨¢s que dudoso que asuma el poder efectivo. De que carezca de un mandato claro se ha encargado Carlos Menem, al retirarse tras la primera vuelta electoral, dej¨¢ndole el c¨¢liz envenenado del 22% del voto. El nuevo jefe del Estado no s¨®lo es un gran desconocido para la mayor parte de sus compatriotas -los sondeos le otorgaban menos del 10% de los sufragios a lo largo del a?o pasado-, sino que su llegada al cargo tiene mucho menos que ver con su propia popularidad que con el voto de castigo a Menem por su corrompida herencia.
Para empeorar las cosas, los argentinos ven al ex gobernador de Santa Cruz, una remota provincia petrolera con menos de 200.000 habitantes, como un subordinado del saliente y accidental Duhalde. El ascenso de Kirchner, casi por exclusi¨®n, se debe en gran medida a la inquina entre Menem y Duhalde, una pelea personal entre peronistas que se han disputado durante a?os el liderazgo del partido, aunque ambos suscriban la misma mezcla de estatismo y nacionalismo. Los asesores de Duhalde dirigieron la campa?a de Kirchner, y Duhalde ha convencido al hombre que se estrena hoy para que mantenga en su Gobierno a los ministros claves, especialmente el de Finanzas, Roberto Lavagna.
Kirchner, en contra de lo que se esperaba, ha anunciado ya un Gobierno exclusivamente peronista, que hace m¨¢s acusado si cabe el continuismo con su mentor. La pregunta inevitable es si el oscuro gobernador patag¨®nico emerger¨¢ como l¨ªder aut¨®nomo o se limitar¨¢ a ser correa de transmisi¨®n de su protector. Porque, si hay algo que necesita desesperadamente para encauzar la recuperaci¨®n argentina tras la cat¨¢strofe financiera y social, es un mandato ciudadano.
El nuevo presidente no puede esgrimir nada que se parezca de lejos a ello. De hecho, obtuvo s¨®lo los votos de 7 de las 23 provincias argentinas en la primera y ¨²nica vuelta electoral, y ser¨¢ inicialmente el l¨ªder con menos base de poder de la historia del pa¨ªs, lo que quiz¨¢ no es tan malo en una sociedad arruinada en todos los ¨®rdenes por sus elegidos hombres fuertes. Cuando las cosas vayan mal para Kirchner, el artero Menem utilizar¨¢ sin duda el hecho de que le aventaj¨® en votos para disputar su legitimidad.
La agenda argentina, sin embargo, exige a un presidente por completo al tim¨®n. Tras cuatro a?os de devastadora ca¨ªda libre, el pa¨ªs comienza a emerger del pozo econ¨®mico-social, aunque el institucional permanezca intacto. Los organismos crediticios internacionales han revisado al alza, del 1% al 4%, sus expectativas de crecimiento para este a?o. Pero a Kirchner le toca poner en marcha las inaplazables y dolorosas reformas que Duhalde ha mantenido congeladas, entre ellas la de meter un tijeretazo al hinchado e ineficiente sector publico -¨¦l, que se proclama partidario de un mayor papel para el Estado- en un pa¨ªs donde uno de cada cuatro no tiene trabajo y la mitad de la poblaci¨®n roza la abierta pobreza. Y la de lograr nuevos acuerdos con las escarmentadas instituciones multilaterales de cr¨¦dito.
Habr¨¢ que esperar las primeras medidas de gobierno de N¨¦stor Kirchner para calibrar hacia d¨®nde se encamina el hombre que en su campa?a utiliz¨® con largueza la ret¨®rica populista inherente al peronismo, pero sin iluminar nada en concreto. Las circunstancias argentinas le exigen cuando menos que aporte cierta estabilidad pol¨ªtica y una pizca de dignidad institucional y partidista a un pa¨ªs que lleva viviendo en un vertiginoso tobog¨¢n desde que Fernando de la R¨²a abandonara la nave presidencial en medio de los tr¨¢gicos disturbios de finales de 2001.
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