Dulce derrota
El PSOE ha ganado las elecciones, en Espa?a y en Andaluc¨ªa, es el titular del resultado, aunque parezca imponerse otro discurso y aunque sea cierto que las expectativas eran mayores para ese partido, seg¨²n las encuestas, entre las que la m¨¢s dura para el PP fue la del CIS, cuyo trabajo de campo, curiosamente, se hab¨ªa hecho durante la guerra y por tanto en pleno rechazo ciudadano a la pol¨ªtica del Gobierno. En esa encuesta las cosas para el PP estaban tan mal que, considerada su publicaci¨®n en la distancia, se podr¨ªa pensar que el Gobierno quiso que se conociera, para que el temor al desastre movilizara al electorado de derecha; pero no solo los datos de esa encuesta tambi¨¦n parece que han servido para que el PP, a la vista de los resultados, menos catastr¨®ficos de lo que el CIS recog¨ªa, haya podido hacer un discurso de victoria de tal manera que ha conseguido que cale el mensaje de que el PSOE ha perdido las elecciones.
El presidente Aznar, que se med¨ªa ante su partido, que se jug¨® hasta las formas, con tal de que no pasara lo que dec¨ªan las encuestas, que se ech¨® a los caminos sudando el voto y sacando fantasmas del armario en el que ¨¦l guarda sus secretos del pasado, se ha apresurado a decir que Zapatero ha perdido las elecciones. Se ha apresurado y adem¨¢s est¨¢ intentando equivocar, porque lo cierto es que el PSOE, con Zapatero, ha ganado las primeras elecciones desde hace diez a?os, ha superado en votos a un PP que hace tan solo tres a?os ganaba las generales por mayor¨ªa absoluta. Eso es lo que ha pasado, por m¨¢s que el PP cante una victoria que no ha conseguido, ni en Espa?a ni en Andaluc¨ªa, donde los socialistas, voto a voto contado, han obtenido casi trescientos mil m¨¢s que el PP. As¨ª es como es, aunque, puesto que la derrota que los populares se tem¨ªan no ha llegado al desastre, Aznar haya conseguido que los suyos le aplaudan como si de un vencedor se tratara y que sus estrategas hayan elaborado un discurso de victoria, una actitud de triunfadores que, por otra parte, corre el riesgo de mantenerlos en un enga?o peligroso. La euforia del PP recuerda en mucho al enga?o de la "dulce derrota" del PSOE en 1996, con lo que se vuelve a demostrar que a los partidos les cuesta reconocer, p¨²blicamente, los errores que les llevan a los fracasos, sean estos grandes o peque?os.
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