La trinchera alavesa
Si convenimos en que, junto a la violencia terrorista, el mayor problema del Pa¨ªs Vasco es la falta de fundamento nacional, entendiendo por tal la inexistencia de acuerdos s¨®lidos que permitan la plena y diversa manifestaci¨®n de los intereses, iniciativas y voluntades de su ciudadan¨ªa, la elecci¨®n del domingo no ha servido de mucho. Tampoco en ?lava, donde ¨¦sta se interpretaba crucial para la operatividad del proyecto soberanista de Ibarretxe. De nuevo, los sufragios de los no partidarios ganan, y con mucho. La desaparici¨®n de uno de los agentes en juego, de Batasuna (para la ocasi¨®n, AuB), no altera el resultado final, como en esos ejercicios especulativos contrafactuales -?qu¨¦ pasar¨ªa si...?-, que hace unos decenios estuvieron de moda entre los historiadores.
El soberanismo est¨¢ empe?ado en ganar por cansancio, mezclando agon¨ªa, dramatismo y tedio
Finalmente PP y PSE llegar¨¢n a un acuerdo en la Diputaci¨®n de ?lava. No cabe otra posibilidad y no se entender¨ªa otra
Lo del domingo en la provincia, convertida a los efectos de estos comicios en "centro del mundo", se asemeja a un d¨¨ja vu. Ganan los mismos nacionalistas para no gobernar, suman los mismos constitucionalistas para s¨ª hacerlo, engorda la oficina electoral que es IU con los desasistidos de esta vez, sin que se vuelva a apreciar capacidad para convertir esos votos en fuerza social y pol¨ªtica, fallecen definitivamente y en heroica postura los alavesistas que revolucionaron el mapa pol¨ªtico alav¨¦s durante los noventa, y suman papeletas no v¨¢lidas los batasunos, con una fidelidad que asusta y con unas posibilidades de hacer eficaz su actitud que, razonablemente, se pone pero que muy en duda.
Todo parece tal repetici¨®n que la partida de mus de las semanas que vienen es la misma, o parecida, de la de hace cuatro a?os. Los socialistas pretenden esta vez no ser solo "compa?ero de viaje", obligados por la dram¨¢tica situaci¨®n vasca, sino gobernar una de las dos grandes instituciones. En concreto, la Diputaci¨®n. Lo cierto es que los n¨²meros posibles del pasado domingo les cuadran a la perfecci¨®n. Apretar¨¢n al PP a sabiendas de que ¨¦ste no puede hacer dejaci¨®n de acuerdo y ceder con ello la instituci¨®n foral a los nacionalistas. Pero esa misma coacci¨®n es todav¨ªa tan o m¨¢s agobiante para los propios socialistas. A Rodr¨ªguez Zapatero le resultar¨ªa imposible encarar la campa?a futura de las generales siendo corresponsable de haber dejado el gobierno alav¨¦s a los soberanista por el empe?o de gobernar la instituci¨®n y no seguir otros cuatro a?os sosteniendo gratis a los populares. Ya es dif¨ªcil la tesitura en Donostia como para tener que afrontar ¨¦sta, de mucha m¨¢s importancia estrat¨¦gica. "Hay mus", que dec¨ªa el socialista Javier Rojo en la noche electoral. Pero sigue siendo una partida de ¨®rdago.
Porque, adem¨¢s, la reiteraci¨®n de un escenario tan tenso puede acabar cansando al respetable. El soberanismo est¨¢ empe?ado en ganar mezclando agon¨ªa, dramatismo y tedio. A la parte menos o nada partidaria, parece querer vencerla con el cansancio. "Darles la peseta ya. Total, para lo que sirve la soberan¨ªa en pleno siglo XXI", parecen querer forzarles a decir. Por desgracia, lo que parece una cuesti¨®n de t¨¦rminos y formas no encubre sino una estrategia de poder que, las m¨¢s de las veces, se adivina totalitario, excluyente. En el otro lado, el acuerdo a que fuerza la situaci¨®n a populares y socialistas, aun siendo en ?lava donde mejor y con m¨¢s ¨¦xito se sostiene, amenaza permanentemente con abrir v¨ªas de agua en la izquierda social y generar cansancio entre un electorado socialista que esta vez se ha manifestado extraordinariamente fiel a sus siglas. El "eterno empate" tiende a perjudicar a medio plazo a los constitucionalistas. Simplemente porque ¨¦stos se mueven en el campo de la pol¨ªtica y no en el de la religi¨®n.
Finalmente PP y PSE llegar¨¢n a un acuerdo. No cabe otra posibilidad y no se entender¨ªa otra. Pero la legislatura que ahora comienza ser¨¢ sin duda larga. Despejada casi por completo la posibilidad de un anticipo electoral en el Pa¨ªs Vasco -no dan de s¨ª ni los sufragios ni los tiempos, en relaci¨®n a las convocatorias catalana y espa?ola-, aparece en lontananza la disputa por el Gobierno central, factor determinante en la estrategia soberanista de Ibarretxe, por m¨¢s que ¨¦ste act¨²e como si ello fuera cuesti¨®n balad¨ª o hasta inexistente. Un cambio de color en La Moncloa o, simplemente, una modificaci¨®n de la mayor¨ªa absoluta por la relativa obligar¨ªa al gobernante espa?ol a modular o hasta cambiar su relaci¨®n con los nacionalistas -incluso con los nacionalistas vascos, que no desaprovechar¨ªan la ocasi¨®n para rectificaciones t¨¢cticas-, a la vez que tensionar¨ªa sobremanera la relaci¨®n en provincias -tambi¨¦n en ?lava- entre populares y socialistas.
En ese momento, las alianzas bloqueadas de hoy pueden dar paso a nuevas situaciones, ahora inimaginables. Ser¨ªa la oportunidad para que algo se moviera y que el singular tedio de la pol¨ªtica vasca no condenara a la defecci¨®n a quienes hoy todav¨ªa se muestran activos por el temor sensato a su exclusi¨®n social y pol¨ªtica. Ser¨ªa la ocasi¨®n para devolver a las izquierdas y a las derechas, a los conservadores, reaccionarios y progresistas, a su lugar preciso en el endiablado y carnavalesco mapa pol¨ªtico local. Y ¨¦sa es una necesidad que en ?lava, cada vez m¨¢s, a pesar de la bonanza de los resultados del domingo, a quien m¨¢s le urge es a la izquierda social. Porque, en el fondo, el resto parecen acomodados en la situaci¨®n.
Antonio Rivera es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la UPV-EHU.
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