Aviones militares
Se hace dif¨ªcil dormir en Torrej¨®n de Ardoz. El ruido de los aviones militares rompe en un sobresalto mi sue?o. Ponen en marcha mis dormidos sentimientos de las tres de la madrugada. Me hacen pensar cuando yo no quiero; me desvelan y hacen que me broten preguntas e inquietudes.
Estos p¨¢jaros met¨¢licos emiten con prepotencia sus graznidos, proclamando su triunfo sobre la raz¨®n. Tras la guerra contra Irak se les nota excitados, sedientos de nuevas batallas donde saciar su sed de muerte, porque quiz¨¢ a la ¨²ltima org¨ªa de dolor no les invitaron, y sienten envidia de sus hermanos mayores. Son peligrosos para la humanidad y est¨¢n armados, aparte de con bombas, con soberbia y ardor guerrero.
Tengo la suerte de ser partidario de la no-violencia activa. Por ello les condeno y me pregunto ?qu¨¦ nos ha quedado tras la guerra de Irak? Aunque la pregunta est¨¢ mal hecha, ya que esta guerra sigue, como tantas otras, alimentada por el monstruo del imperialismo, alimentando nuevos conflictos que se transformar¨¢n en m¨¢s injusticia y muerte.
Pero nos queda la disidencia. El no estar de acuerdo con la barbarie. El no acostumbrarnos al horror. Tengo la seguridad de que tanta mentira es indigerible por la raz¨®n de la solidaridad y que llegar¨¢ un d¨ªa en que seamos capaces de vencer, con nuestro convencimiento a los activistas de la muerte, que vegetan en despachos oscuros y lejanos a nuestros corazones.
Nos queda la disidencia para seguir siendo personas m¨¢s o menos ¨ªntegras que no se dejan comprar con gasolina m¨¢s o menos barata. Nos quedan en la memoria las fotograf¨ªas de ni?os a los que les amputaron sus padres, sus sonrisas, sus ganas de vivir. Nos queda la rabia, una vez m¨¢s, de que no nos han hecho caso; de que nos han querido vender democracia sin pasar por el registro de la ¨¦tica.
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