?Est¨¢ el mundo cayendo en un atolladero econ¨®mico?
El autor sostiene que la situaci¨®n de EE UU es
llamativamente similar en algunos aspectos a
la que experimentaba Jap¨®n hace una d¨¦cada.
De repente, la palabra deflaci¨®n est¨¢ en boca de todos. El Fondo Monetario Internacional acaba de publicar otro informe bastante ominoso titulado Deflaci¨®n: determinantes, riesgos y opciones pol¨ªticas. El informe lleg¨® a los titulares al sugerir que es probable que Alemania se una a Jap¨®n en el club de la ca¨ªda de precios. Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, se apresur¨® a garantizar a los estadounidenses que su pa¨ªs no corre riesgo inminente de deflaci¨®n. Pero los greenspan¨®logos atentos se?alaron que parec¨ªa estar protegiendo sus apuestas, y el hecho de que se sintiera obligado a tratar el tema demostraba que estaba preocupado. El peligro inmediato no es la deflaci¨®n en s¨ª, sino el riesgo de que las principales econom¨ªas mundiales queden atrapadas en un atolladero econ¨®mico. La deflaci¨®n puede ser el s¨ªntoma de que una econom¨ªa se est¨¢ hundiendo en el lodo, y al mismo tiempo la raz¨®n por la que se hunde en ¨¦l a¨²n m¨¢s, pero normalmente es un indicador retardado. La cuesti¨®n crucial es, en primer lugar, si nos estancaremos en la ci¨¦naga, y los riesgos parecen inc¨®modamente elevados.
"La inmovilidad del BCE es una de las razones por las que Alemania puede emular a Jap¨®n"
"La deflaci¨®n disuade el pr¨¦stamo y el gasto, justo lo que una econom¨ªa deprimida necesita"
El tipo particular de atolladero del que tenemos que preocuparnos tiene un nombre: "trampa de la liquidez". Como explica el informe del FMI, la raz¨®n m¨¢s importante para temer la deflaci¨®n es que puede hacer caer la econom¨ªa en una trampa de liquidez, o agudizar las dificultades de una econom¨ªa que ya ha ca¨ªdo en esa trampa. En teor¨ªa funciona as¨ª. Por lo general, la deflaci¨®n -una ca¨ªda general de precios- es f¨¢cil de combatir. Todo lo que tiene que hacer un banco central (en el caso estadounidense, la Reserva Federal) es acu?ar m¨¢s dinero y ponerlo en manos de los bancos. Con m¨¢s efectivo en las manos, los bancos hacen m¨¢s pr¨¦stamos, los tipos de inter¨¦s bajan, la econom¨ªa repunta y el nivel de precios deja de caer. ?Pero qu¨¦ sucede si la econom¨ªa est¨¢ tan enferma que bajar los intereses hasta cero no es suficiente para devolver la econom¨ªa al pleno empleo? Entonces nos encontramos en una trampa de liquidez: el dinero adicional introducido en la econom¨ªa -la liquidez a?adida- se mantiene ocioso, porque no tiene sentido prestar dinero si no recibes recompensa alguna. Y la pol¨ªtica monetaria pierde su eficacia.
En cuanto una econom¨ªa cae en esa trampa, es probable que se deslice hacia la deflaci¨®n, y empiezan a ocurrir cosas desagradables. La ca¨ªda de precios induce a la gente a posponer sus compras, con la expectativa de que los precios caigan a¨²n m¨¢s, deprimiendo la demanda actual. Adem¨¢s, la deflaci¨®n significa normalmente no s¨®lo un descenso de los precios, sino tambi¨¦n de las rentas. En una econom¨ªa deflacionaria, una familia que pida dinero para comprar una casa podr¨¢ encontrarse con que tiene que pagar plazos hipotecarios fijos con una n¨®mina descendente; una empresa que se endeude para financiar la inversi¨®n podr¨ªa encontrarse con que tiene que pagar una cuenta de inter¨¦s fijo con unos ingresos decrecientes. Cuando los precios de bienes y servicios caen, los precios de los activos -como las casas- acaban bajando. Una econom¨ªa deflacionaria es aquella en la que, lejos de poder extraer efectivo de sus casas, refinanci¨¢ndolas, los consumidores se encuentran con que su patrimonio neto est¨¢ desapareciendo. En otras palabras, la deflaci¨®n disuade el pr¨¦stamo y el gasto, justamente aquello que una econom¨ªa deprimida necesita mantener. Y cuando una econom¨ªa se encuentra en una trampa de liquidez, las autoridades no pueden contrarrestar los efectos depresivos de la deflaci¨®n recortando los tipos de inter¨¦s. De esa forma se produce un c¨ªrculo vicioso. La deflaci¨®n conduce a un aumento del desempleo y a una ca¨ªda en la capacidad utilizada; esto provoca una mayor presi¨®n a la baja en los precios y en los salarios; la deflaci¨®n se acelera, lo que deprime a¨²n m¨¢s la econom¨ªa. Es la perspectiva de tal "espiral deflacionaria", m¨¢s que la deflaci¨®n en s¨ª, lo que asusta al FMI, y con raz¨®n.
Hace unos cinco a?os, otro economista y yo empezamos a se?alar que lo que puede pasar en Jap¨®n puede pasar en cualquier otra parte. (Parte del informe del FMI se basa en mi trabajo sobre la materia). Por consiguiente, ?deber¨ªamos tomarnos muy seriamente el riesgo de que algo similar suceda en las otras grandes econom¨ªas mundiales? No es probable que Estados Unidos ni Europa, aparte de Alemania, experimenten una deflaci¨®n seria en los pr¨®ximos dos a?os. Pero ¨¦sa es una pregunta equivocada, y deber¨ªamos tener en cuenta que al malestar econ¨®mico de Jap¨®n le llev¨® mucho tiempo convertirse en una deflaci¨®n generalizada. Cuando explot¨® la burbuja burs¨¢til de los a?os ochenta, la econom¨ªa japonesa no se cay¨® de un precipicio. En general sigui¨® creciendo, si bien lentamente, y la naci¨®n no experiment¨® una recesi¨®n grave hasta 1998. Pero, a?o tras a?o, Jap¨®n obten¨ªa peores resultados, creciendo menos de lo que su potencial le permitir¨ªa. Aunque el Gobierno japon¨¦s intent¨® estimular la econom¨ªa utilizando las herramientas habituales -gasto deficitario, bajada de los tipos de inter¨¦s-, nunca era suficiente. Hacia 1995, la econom¨ªa se hab¨ªa deslizado hacia una trampa de liquidez; a finales de los a?os noventa hab¨ªa entrado en una espiral deflacionaria.
La situaci¨®n estadounidense es llamativamente similar en algunos aspectos a la que experimentaba Jap¨®n hace una d¨¦cada. Como Jap¨®n hacia 1993 o 1994, Estados Unidos se enfrenta ahora a las consecuencias de una enorme burbuja burs¨¢til. Tambi¨¦n como Jap¨®n, Estados Unidos se enfrenta a un problema no de recesi¨®n aguda, sino de persistentes resultados inferiores a lo esperado. Lo diferente es que Estados Unidos tiene la advertencia de Jap¨®n. ?Es cierto eso de que persona precavida vale por dos? Independientemente de las garant¨ªas que nos ofrezca Greenspan, el personal de la Reserva Federal est¨¢ muy preocupado por la posibilidad de que en Estados Unidos se reproduzca un escenario similar al japon¨¦s. En un importante estudio publicado el a?o pasado sobre la experiencia japonesa, los economistas de la Reserva Federal llegaron a dos conclusiones clave. En primer lugar, Jap¨®n podr¨ªa haber evitado su actual trampa si los pol¨ªticos hubieran actuado con suficiente resoluci¨®n y rapidez. Pero cuando se dieron cuenta del peligro, ya era demasiado tarde. Las pol¨ªticas relativamente cautas que aplicaron en la d¨¦cada de los noventa ten¨ªan sentido no s¨®lo dadas sus propias previsiones, sino tambi¨¦n las de los analistas independientes. Pero las previsiones estaban equivocadas, y los japoneses no tomaron suficientes precauciones.
La Reserva Federal se ha tomado muy en serio estas conclusiones. En cuanto la econom¨ªa estadounidense empez¨® a tambalearse, recort¨® los intereses r¨¢pida y frecuentemente, intentando adelantarse al problema. Ciertamente, esos recortes ayudaron a moderar la contracci¨®n, pero a estas alturas, con un tipo de inter¨¦s de los pr¨¦stamos interbancarios a un d¨ªa por debajo del 1,25%, la Reserva Federal casi se ha quedado sin margen para recortar. (Los funcionarios de la Reserva Federal creen, por razones t¨¦cnicas, que bajar del 0,75% ser¨ªa contraproducente). Ahora ser¨ªa muy buen momento para anunciar un objetivo inflacionario. Pero tambi¨¦n est¨¢ claro que podr¨ªa venirle bien una ayudita, interna y externa. Pero, por desgracia, no est¨¢ obteniendo esa ayuda. El hom¨®logo europeo de la Reserva Federal, el Banco Central Europeo, ha sido mucho m¨¢s cauto a la hora de recortar intereses. Hay razones econ¨®micas, culturales y psicol¨®gicas para esta pasividad, pero la inmovilidad del Banco Central es una de las principales razones por las que Alemania parece destinada a seguir los pasos de Jap¨®n. Los Gobiernos europeos tampoco son de mucha ayuda. Ligados por el "pacto de estabilidad", que limita el tama?o del d¨¦ficit que se les permite registrar, han seguido recortando el gasto y aumentando los impuestos.
El Gobierno de Bush se muestra notablemente despreocupado por los d¨¦ficit. ?No son los recortes de impuestos propuestos exactamente lo que la econom¨ªa necesita? Desgraciadamente, no. A pesar de su enorme tama?o -si nos olvidamos de los malabarismos fiscales, la ¨²ltima ronda costar¨¢ al menos 800.000 millones de d¨®lares en la pr¨®xima d¨¦cada-, bombean relativamente poco dinero a la econom¨ªa en este momento, que es cuando lo necesita. Adem¨¢s, los recortes de impuestos favorecen principalmente a los muy, muy ricos, que son los que menos probabilidades tienen de gastarse el beneficio inesperado. Mientras tanto, los Gobiernos estatales y locales, a los que no se les permite endeudarse -Estados Unidos tiene su propia versi¨®n del pacto de estabilidad-, est¨¢n reduciendo dr¨¢sticamente el gasto y subiendo los impuestos. Y tanto los recortes de gastos como las subidas de impuestos afectar¨¢n principalmente a los m¨¢s vulnerables, aquellos que no pueden compensar la diferencia tirando de los ahorros. El resultado es que la corriente econ¨®mica descendente provocada por los recortes estatales ser¨¢ casi con toda certeza m¨¢s fuerte que cualquier est¨ªmulo producido por los recortes fiscales federales.
En resumen, a aquellos que nos preocupa el atolladero al estilo japon¨¦s, el panorama mundial nos parece bastante aterrador. A los pol¨ªticos les preocupan sus programas de rigor; aparte de la Reserva Federal, ninguno de ellos parece entender lo que nos podemos estar jugando. Por supuesto, es posible, quiz¨¢ probable, que su despreocupaci¨®n resulte justificada. La mayor¨ªa de los analistas no creen que Estados Unidos se vaya a ver atrapado en una trampa de liquidez. E incluso la Reserva Federal cree -?o acaso espera?- que el aumento de la inversi¨®n empresarial salve la situaci¨®n. Pero tampoco hubo muchos analistas que vieran acercarse el atolladero japon¨¦s, y ahora hay un riesgo importante de que los estadounidenses se vean cogidos en la misma trampa. Aun as¨ª, Estados Unidos no experimentar¨¢ una deflaci¨®n inmediata. Pero cuando llegue a ella, ser¨¢ muy dif¨ªcil invertir la tendencia. Igual que la Reserva Federal, espero que no suceda. Pero la esperanza no es un plan.
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