El miedo a¨²n pervive
Sue?os perdidos, e ilusiones truncadas, vanas esperanzas de lo que pudo haber sido, y no fue.
L¨¢grimas en esos ojos, recorridos por arrugas, digna evidencia de lo sufrido. ?sa es la conclusi¨®n a la que se llega, cuando hablamos, cuando escuchamos a nuestros ancianos, aquellos que fueron v¨ªctimas en la Guerra Civil, los que pertenecieron y pertenecen al bando vencido. Los vencidos, no s¨®lo por los sublevados, sino tambi¨¦n por esta transici¨®n nuestra. Ellos, son los grandes derrotados, los que a¨²n sienten miedo, aquellos que sufrieron las persecuciones, f¨ªsicas y morales.
A¨²n hay personas que piensan que las Asociaciones para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica s¨®lo sirven para abrir heridas. A los que creen que esta labor es en vano, yo les invito a que hagan un esfuerzo, y mediten por un instante, lo que tuvo que ser vivir bajo el yugo del miedo, de la incomprensi¨®n y la intolerancia. Lo que signific¨® para esas ni?as limpiar la sangre de sus padres asesinados; para las madres, ver como mataban a sus hijos.... por se?alar algunas de las tantas aberraciones que sufrieron.
A ellos, los que dicen que abrimos heridas, que piensen en el sufrimiento que sienten las v¨ªctimas cuando pasean por las calles que hacen honor a esos que enterraron a sus familiares en las cunetas. Los que justificaron el homicidio indiscriminado de padres, hijos y mujeres, que tras ser ultrajadas, fueron asesinadas... parientes que a¨²n est¨¢n desaparecidos, por los que nadie hace nada.
Nosotros no abrimos heridas, porque siguen ah¨ª, nunca se fueron, porque m¨¢s que a sangre, fueron marcados a fuego. Recuerdos que marcaron su infancia, su vida y para muchos... fueron su muerte.
Un sufrimiento, que por dignidad ¨¦tica y moral, la sociedad, madura en democracia como es la nuestra, debe soliviantar.
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