El arte joven llama de nuevo
La noticia que recoge su peri¨®dico de la suspensi¨®n por el ministro Eduardo Zaplana de las muestras de arte joven del Injuve supone la aplicaci¨®n de una pol¨ªtica art¨ªstica que entiende que es m¨¢s rentable dar becas que desarrollar programas, lo que demuestra una total incomprensi¨®n del fen¨®meno art¨ªstico y sus complejidades socioculturales. Pero, adem¨¢s, ahonda en la precariedad de la acci¨®n art¨ªstica desde la Administraci¨®n, y m¨¢s concretamente desde el Injuve, en cuanto a la falta de legitimidad art¨ªstica que l¨®gicamente aqueja a este organismo. Una legitimidad que deber¨ªa residir en que las acciones las asuman los propios artistas o en que sea una instancia especializada, en este caso en arte contempor¨¢neo, la que las promueva y gestione.
El programa de arte joven que en 1985 dise?¨¦ para ese organismo ten¨ªa como objetivo articular las nuevas promociones de artistas en el entorno sociocultural, y lo desarroll¨¦ como director t¨¦cnico (art¨ªstico) hasta 1999, en que dimit¨ª. Aquella decisi¨®n se debi¨® al hecho de que el Injuve nombrara a un nuevo funcionario como responsable del ¨¢rea de cultura que, al contrario que sus antecesores, asumi¨®, adem¨¢s, la direcci¨®n art¨ªstica de los programas. Se quebraba as¨ª el equilibrio que supon¨ªa que las acciones art¨ªsticas contasen con un conocedor del arte contempor¨¢neo que mediase entre la Administraci¨®n y el ¨¢mbito art¨ªstico, y, por tanto, la acci¨®n art¨ªstica quedaba exclusivamente en manos de la Administraci¨®n.
Ahora, cuatro a?os m¨¢s tarde, el arte joven llama nuevamente a la puerta. La decisi¨®n del ministro de Trabajo y Asuntos Sociales evidencia, adem¨¢s de su insensibilidad cultural, la impostura del funcionario en cuesti¨®n y la interesada torpeza de la directora del Injuve al permitirla.
La cadena de mando que liga al ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Eduardo Zaplana, con Elena Azpiroz, directora del Injuve, y Jorge D¨ªez, director de programa (actividades) del Injuve, se tensa, tal vez por razones electorales, y todo queda como al principio. Jorge D¨ªez no dimite ante la supresi¨®n del programa que hab¨ªa asumido como director t¨¦cnico-art¨ªstico, sino que se esconde tras el cascar¨®n de la Administraci¨®n ("falta de tiempo") y vuelve a su fuero de funcionario; Elena Azpiroz no sabe y no contesta, igual que ante la carta que le remit¨ª en 1999; y el arte joven, como situaci¨®n de comunicaci¨®n cultural, queda nuevamente en manos de administradores, esto es, al pairo, pero esta vez con el reparto de un pu?ado de becas.
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