Reflexiones poselectorales
La autora reprocha a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar que haya intentado deslegitimar al PSOE con el t¨¦rmino "coalici¨®n social-comunista" e invita a evitar la descalificaci¨®n del adversario.
Ahora que han transcurrido unos d¨ªas desde que finaliz¨® la campa?a electoral, conviene analizar algunos argumentos utilizados en el transcurso de la misma que, desde mi punto de vista, deber¨ªan haberse evitado y evitar en el futuro. Sobre todo, si se entiende la pol¨ªtica sobre la base del respeto al adversario y la b¨²squeda del inter¨¦s general.
Aznar plante¨® las elecciones municipales y auton¨®micas en t¨¦rminos muy parecidos a los de un plebiscito. Se dir¨ªa que, en su fuero interno, necesitaba -casi desesperadamente- obtener un asentimiento mayoritario que borrase el recuerdo de reacciones ciudadanas suscitadas por reiteradas torpezas. Especialmente, por qu¨¦ no decirlo, la de su incondicional sumisi¨®n a la actual Administraci¨®n norteamericana en una guerra jur¨ªdicamente ilegal, moralmente injusta y pol¨ªticamente disparatada. Pero quiz¨¢ lo que en este momento debe ser destacado no es que haya perdido el plebiscito sino c¨®mo lo ha planteado. Lo m¨¢s llamativo y, al mismo tiempo, lo m¨¢s alarmante de su mensaje es que Aznar -que nunca ha sido demasiado escrupuloso en la elecci¨®n de los medios, si de ganar elecciones se trata- se ha entregado a un juego realmente peligroso. Quer¨ªa movilizar al electorado conservador que le llev¨® al poder (algo completamente leg¨ªtimo) a trav¨¦s de lo que nunca debe ser utilizado en pol¨ªtica: el miedo y el rencor al contrario. Un contrario que, pese a su diversidad, Aznar ha procurado simplificar y unificar present¨¢ndolo como una indiferenciada alternativa y al que, por otra parte, ha pretendido caricaturizar. Despu¨¦s de tantos a?os de trabajo en democracia, Aznar ha apelado a un sentimiento de rechazo hacia los que no piensan como ¨¦l, con la ¨²nica finalidad de que aparezca, a los ojos de sus seguidores, como el enemigo de siempre, aquel que fue vencido hace muchas d¨¦cadas y que ahora pretender¨ªa renacer.
La insistencia con que Aznar se ha referido, durante la pasada campa?a electoral y a¨²n hoy, a la "coalici¨®n social comunista", no s¨®lo pone de manifiesto que es un recurso dial¨¦ctico contradictorio con estrategias no lejanas del propio Aznar, sino que intenta traslucir la idea de que la coincidencia, en determinados puntos, del PSOE con Izquierda Unida es suficiente para descalificar al primero de estos partidos. Desde luego, esta es una idea radicalmente incompatible con la sincera aceptaci¨®n de que el pluralismo pol¨ªtico es uno de los valores fundamentales propugnados en nuestra Constituci¨®n pero, adem¨¢s, traiciona uno de los acuerdos b¨¢sicos que hicieron posible la transici¨®n democr¨¢tica: el acuerdo de poner fin para siempre al duelo entre las dos Espa?as y en que los enemigos de ayer se convirtiesen en civilizados adversarios.
Cualquiera dir¨ªa, oyendo a diario a Aznar llamar a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, "compa?ero de viaje" de Gaspar Llamazares, que alguien ha recuperado la burda ret¨®rica que sirvi¨® durante el franquismo para mantener a media Espa?a enfrentada con la otra mitad. El juego, como digo, es muy peligroso y revela en quien lo utiliza una grave irresponsabilidad. A¨²n es pronto para sacar conclusiones sobre el efecto de esta estrategia en los resultados electorales, pero no deja de ser preocupante esta evocaci¨®n de situaciones de abierto conflicto, que pertenecen a un pasado irrepetible.
El conflicto es inherente a la contienda pol¨ªtica en toda sociedad democr¨¢tica. Pero para que el conflicto no sea destructivo es preciso que se desarrolle sobre un consenso fundamental. Y este consenso se debilita sensiblemente cuando los actores pol¨ªticos -qu¨¦ decir si el que lo hace es el presidente del Gobierno- simplifican, falsean y dramatizan la realidad y endurecen el conflicto pensando que ello les favorece.
El Partido Socialista es un partido con vocaci¨®n de mayor¨ªa, con vocaci¨®n de Gobierno, y lo cierto es que nuestra historia reciente acredita de manera suficiente con qu¨¦ actitud hemos afrontado la gobernabilidad y estabilidad democr¨¢tica. Resulta bastante sorprendente que el Partido Popular intente deslegitimar lo que es leg¨ªtimo en democracia: llegar a acuerdos de mayor¨ªa. Y que lo haga desde la posici¨®n de un partido que, desde la permanente confrontaci¨®n con el resto de fuerzas pol¨ªticas, se encuentra en absoluta soledad. Nunca he pensado que la pol¨ªtica se haga exclusivamente desde el Gobierno. M¨¢s bien he cre¨ªdo que a la oposici¨®n le corresponde un papel fundamental, no s¨®lo para defender los intereses de aquellos que nos han votado y representamos, sino para controlar la acci¨®n del Gobierno y negociar aquellos elementos b¨¢sicos de consenso inherentes a toda sociedad madura. Por eso defiendo que la pol¨ªtica es, por definici¨®n, pacto y transacci¨®n. Por eso Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero no tuvo ninguna duda a la hora de proponer un pacto para acabar con el terrorismo. Y por eso seguiremos brindando al Gobierno nuestra ayuda si con ello contribuimos a la estabilidad y defensa de nuestro pa¨ªs. Quien diga lo contrario, o no entiende lo que es hacer pol¨ªtica o miente e intenta enga?ar a la ciudadan¨ªa.
Tenemos que pensar en las pr¨®ximas elecciones. El Partido Socialista no va a rehuir el conflicto, pero lo vamos a mantener en t¨¦rminos equilibrados. No vamos a utilizar una dial¨¦ctica que equivale, pr¨¢cticamente, a arrojar fuera del sistema al contrario. La historia nos ha demostrado que la descalificaci¨®n del adversario y la utilizaci¨®n de t¨¦rminos-s¨ªmbolos conducen a la radicalizaci¨®n de las posiciones y al extremismo ideol¨®gico, algo que deber¨ªamos intentar erradicar de nuestro lenguaje pol¨ªtico.
Las provocaciones por parte de Aznar no nos van hacer olvidar nuestras obligaciones como partido comprometido en la profundizaci¨®n de la democracia y el mantenimiento del correcto funcionamiento de las instituciones. Todos, Gobierno y oposici¨®n, tenemos responsabilidades pol¨ªticas. Todos somos elegidos por los ciudadanos. De todos se espera que defendamos correctamente el inter¨¦s general. Entre todos tenemos que contribuir a la libre convivencia de ideas plurales y diversas. Y entre todos tenemos que conseguir que el respeto a las reglas del juego no sea interpretado como debilidad pol¨ªtica.
Trinidad Jim¨¦nez es concejal electa del Ayuntamiento de Madrid y miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE.
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