El amor y no la guerra
La f¨¢bula de Lis¨ªstrata, una de las tres comedias de Arist¨®fanes en las que las mujeres deciden tomar la sart¨¦n por el mango (curiosa persistencia tem¨¢tica para un autor al que se tiene por mis¨®gino), es la m¨¢s popular del teatro griego, junto a la de Edipo rey, adoptada por Freud y c¨ªa: hartas de sufrir la ausencia de sus hombres, las mujeres de las naciones griegas en guerra acuerdan negarles en redondo sus favores en tanto no hagan las paces. La firmeza de su decisi¨®n (y de lo que se trasparenta a trav¨¦s de sus camisones) coloca a la mitad masculina de la h¨¦lade en erecci¨®n permanente, y en conflicto insoluble, porque no hay var¨®n capaz de sostener con entereza dos lanzas a la vez. Lis¨ªstrata es una fiesta del lenguaje procaz y de la alusi¨®n, una pura exaltaci¨®n pri¨¢pica y venusina, un texto que pide a voces que se ponga en escena con la misma absoluta libertad de riendas con que se escribi¨®. Si no se hace as¨ª, mejor leerlo (y mejor a¨²n en aquel volumen de Ediciones Marte ilustrado sensualmente por Seraf¨ªn, que anda por librer¨ªas de viejo, un artefacto raro en el contexto de la Espa?a de los a?os sesenta).
En la pr¨¢ctica, resulta imprescindible devolver a la comedia griega su m¨²sica, su danza y el canto de los coros masculino y femenino, tal y como Arianne Mnouchkine y el Th¨¦?tre du Soleil o Andrei Serban, entre otros, hicieron con la tragedia. Por eso, al encargar el montaje de Lis¨ªstrata a Carles Santos y su equipo, Irene Papas, directora de la Fundaci¨®n Ciudad de las Artes Esc¨¦nicas de Valencia, ha hecho una apuesta en la que tiene las de ganar; si pierde, ser¨¢ por exceso y no porque el montaje se venza hacia lo na¨ªf, como ocurr¨ªa en la versi¨®n libre de esta obra y de La asamblea de las mujeres que hizo en Espa?a Stavros Doufexis, a principios de los ochenta. El m¨²sico y director valenciano y Arist¨®fanes comparten, con tres mil a?os de por medio, una visi¨®n exaltada y totalizadora del teatro, un gusto por la palabra convertida en onomatopeya y en sonoridad pura (ent¨®nese el Esopopoi popoi tio tio tio tio ito ito ito ix, que canta La Abubilla en Las aves, y, a rengl¨®n seguido, el ficalapollera benbrunyida fesluencendreifeslafondre, de La grenya de Pasqual Picanya), y, sobre todo, un sentido com¨²n para hacer aflorar sus impulsos dionisiacos con la naturalidad con que mana la fuente en la roca.
Santos plantea Lis¨ªstrata como un espect¨¢culo total, que transcurre en una nave de lo que fueron los altos hornos de Sagunto, con el p¨²blico flanqueando, en gradas enfrentadas, un espacio esc¨¦nico asfaltado de cerca de cien metros de largo. En ese lugar, que no tiene que envidiar la magnitud del escenario de los grandes teatros griegos, confluyen y se enfrentan 70 int¨¦rpretes: un octeto masculino de guitarras el¨¦ctricas y uno femenino de violines, siete actrices, cinco cantantes, los percusionistas del grupo Amores, pilotos de motos de trial y enduro, dos bailarinas dispuestas a desprenderse de los siete velos que las cubren y el Coro de Valencia, que todav¨ªa conserva entre sus componentes a alguno de los que hace 14 a?os inundaron la escena como una marea en aquel arrebato de locura carlesantiana que se llam¨® Tramuntana Tremens.
"Mi montaje est¨¢ a mitad de camino entre el teatro y la ¨®pera", explica el artista de Vinaroz. "Hay tiradas de texto habladas y cantadas, los m¨²sicos est¨¢n sobre la escena, que viene a ser un trozo de autopista, y no llevan partitura. Todo lo que ocurre est¨¢ en circulaci¨®n permanente: pasan cantantes y guitarristas sobre motos, sentados a la espalda del piloto, a cien por hora, y sueltan un acorde que se expande a lo largo de 80 metros: en lugar de medir los acordes por compases, los mido en unidades de longitud". En esta Lis¨ªstrata, los dos papeles principales se reparten entre una actriz y una cantante. ?ngela Castilla y Leticia Rodr¨ªguez encarnan a la protagonista, y Lola Molt¨® y Claudia Schneider a Cle¨®nice, que en la traducci¨®n de Pedro Barcel¨®, profesor de historia antigua de la Universidad de Postdam, se llama Cle¨®nica. "Nuestra versi¨®n no introduce grandes cambios en la comedia original. Cuenta lo mismo, aunque hemos a?adido una construcci¨®n dram¨¢tica paralela para situar al espectador en el contexto en que fue escrita: sacamos a escena a Pericles, que fue quien inici¨® la guerra, y a S¨®crates, de cuya muerte, seg¨²n algunas teor¨ªas, Arist¨®fanes no fue totalmente inocente".
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