La transformaci¨®n de Verkerk
Vencedor del argentino Coria, el holand¨¦s ya es el tercer debutante que alcanza la final de Par¨ªs
Aunque es su deb¨² en Par¨ªs, Martin Verkerk ya es finalista. Hasta que lleg¨® a Roland Garros, el holand¨¦s no hab¨ªa ganado ning¨²n partido en los torneos del Grand Slam. Pero ayer derrot¨® al argentino Guillermo Coria, s¨¦ptimo tenista mundial, por 7-6 (7-4), 6-4 y 7-6 (7-0) en 160 minutos y se convirti¨® en el tercer jugador que disputar¨¢ el t¨ªtulo a la primera. S¨®lo lo hab¨ªan logrado los suecos Mats Wilander, en 1982, cuando gan¨®, y Mikael Pernfors, en 1986.
Cuando Verkerk, 46? del mundo, elimin¨® a Carlos Moy¨¤, 1,6 millones de compatriotas, el 10% de la poblaci¨®n de su pa¨ªs, se sent¨® ante el televisor. Nunca un paisano hab¨ªa llegado tan lejos en Roland Garros. Eso s¨ª, Richard Krajicek gan¨® en Wimbledon en 1996. Verkerk se le parece. Como ¨¦l, este gigante de 1,98 metros y 24 a?os lo basa todo en el servicio, a m¨¢s de 200 km/h. Y, como ¨¦l, es capaz de mantener peloteos y conectar golpes ganadores.
La sorpresa de Verkerk ha sido m¨²ltiple porque s¨®lo se le conoc¨ªa por haber ganado este a?o en Mil¨¢n. No se sab¨ªa de sus capacidades reales. Descubrimiento alarmante: lo pagaron el alem¨¢n Rainer Schuettler y Moy¨¤. Y fue entonces cuando Verkerk, sin rubor, confes¨® que de los 18 a los 22 a?os se hab¨ªa dedicado m¨¢s a vivir la vida que al tenis: "Me hice adulto tarde. Siempre supe que ten¨ªa talento, pero me sent¨ªa mentalmente incapaz de darlo todo por el tenis. Incluso me plante¨¦ dejarlo".
Fue una ¨¦poca de diversi¨®n en la que acud¨ªa a los tours menores con el BMW de su padre. "Vino y mujeres", resumi¨® un familiar. "Hubo un momento", confiesa ahora su padre, Wim, "en que le dije seriamente que dejara de tirar el dinero y se tomara las cosas en serio. Y, un d¨ªa, Martin decidi¨® que quer¨ªa intentarlo. Entonces le hice memoria: 'Recuerdas aquel t¨¦cnico que conociste en Amsterdam? Nick Carr, ?no?'. Y le telefone¨®. Le ayud¨® a reflexionar el fallecimiento de un amigo".
Esto ocurri¨® a principios de 2002 y, en 18 meses, Carr ha hecho con Verkerk un trabajo formidable. Le cambi¨® el juego, le mejor¨® el servicio y le adiestr¨® para ser m¨¢s agresivo. Antes era un jugador de fondo que acababa perdiendo. Ahora se agarra a su saque y conecta un ace tras otro. Eso le permite arriesgarse al restar y poner en dificultades a sus rivales. Su relaci¨®n con Carr pudo atravesar cierta tensi¨®n cuando fue eliminado seis veces consecutivas en la primera ronda, pero no fue as¨ª. "Muchas cosas han cambiado", alega Verkerk; "cuando empezamos, era el 120? y ahora estar¨¦ entre los 30 mejores. Y eso es debido al trabajo que hemos realizado".
Como era previsible, los resultados comenzaron a llegar. El mejor, el de Mil¨¢n. Pero lo de Roland Garros lo supera todo. Ayer, frente a Coria, perdi¨® dos veces su servicio, pero lo recuper¨® r¨¢pidamente con su resto. Verkerk conect¨® 19 aces y lleva ya 112. "Restarle es muy dif¨ªcil", resumi¨® Coria, quien, tras perder el primer set, lanz¨® su raqueta y dio a un recogepelotas. La experiencia est¨¢ siendo incre¨ªble, en definitiva, para Verkerk, cuyos ¨ªdolos fueron Krajicek y los norteamericanos John McEnroe y Pete Sampras. "Seguir¨¦ siendo el mismo: nada arrogante", concluye.
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