Tu ausencia
Como es frecuente en Madrid, el verano se presenta por adelantado, de improviso y sin modales. Con el fin de la templada primavera, los poderosos cierran sus casas y huyen del bochorno a los pueblos de la sierra o al Mediterr¨¢neo. Queda deshabitada y silenciosa esa avenida por la que partieron sus autom¨®viles. Y sobre la superficie de asfalto se aventura un gorri¨®n, que busca en los alcorques resecos alg¨²n testimonio de los excursionistas.
Conquistador del desierto, el gorri¨®n lanza su proclama al romper el alba. Conforme avance la ma?ana, la inclemencia del sol lo empujar¨¢ a la sombra de alg¨²n ¨¢rbol y ah¨ª parecer¨¢ aguardar una cita que se retrasa y que quiz¨¢ nunca se cumpla, aunque ¨¦l persista en mantenerla con la terquedad del forastero que en la sobremesa del domingo sale de la pensi¨®n donde se aloja y en una esquina de la Puerta del Sol o en una terraza de la Gran V¨ªa apura la jornada contemplando la riada de transe¨²ntes. En el d¨ªa de ocio, la ¨²nica compa?¨ªa de este solitario es la gente que le ignora cuando pasa a su lado, por m¨¢s que ¨¦l la persiga con la vista. Pero al llegar la noche, el ¨¢ngel de la guarda de su memoria convocar¨¢ en la pensi¨®n a esos indiferentes para que escolten su sue?o.
Un desamparo an¨¢logo exhiben las instalaciones clausuradas durante el verano porque plantean sus actividades para unos clientes que con los calores estivales las desocupan. Colegios, guarder¨ªas y escenarios deportivos son los principales afectados por el ¨¦xodo de la estaci¨®n. Con la subida de la temperatura, la mayor¨ªa de sus usuarios abandona Madrid. Pero el paseante en Corte, si hace honor a su t¨ªtulo y resiste la tentaci¨®n de desertar, gozar¨¢ de la voluptuosidad que transmiten los recintos despoblados.
Un sentimiento de orfandad impulsa al que merodea por el campo de f¨²tbol de su equipo en una tarde de julio sin que haya aviso de espect¨¢culo, con el exclusivo prop¨®sito de rescatar de sus muros, lo mismo que aquel gorri¨®n en los alcorques, la fascinaci¨®n inscrita en el c¨¦sped en una remota noche de invierno -?esa taquicardia del penalty!-, que a fuerza de reiter¨¢rsela con j¨²bilo o desconsuelo desvirt¨²a su emoci¨®n original y adquiere rango de hip¨¦rbole.
Ante la s¨®lida arquitectura del estadio, con las taquillas y las puertas tapiadas, este aficionado recordar¨¢ ese detalle que en el mismo instante de suceder, y a¨²n deslumbrado por su hechizo, no obtuvo la resonancia que su nostalgia le otorga. Y en eso se equipara al devoto de los toros, que con los tiempos cambiados respecto al futbolero porque su diversi¨®n es veraniega, repite ese comportamiento a?orante cuando en octubre concluye su distracci¨®n favorita y no posee otro recurso para alimentarla que salir una ma?ana de diciembre a la boca del metro de Ventas y recrear en los alrededores del coso, sobre el pavimento mojado, el redoble de timbales, el aroma del cigarro y la clamorosa luz de una fiesta que se abre con el pasodoble de la banda en el ¨¢tico de la andanada, cuando los matadores pisan el ruedo y desean suerte a la cuadrilla.
Estos rememorativos act¨²an con la ventaja de saber que su sufrimiento no es eterno, porque correr¨¢ el calendario y acabar¨¢n en brazos de su pasi¨®n en el recinto de sus ilusiones. Peor fortuna padecen los que no encuentran su aliciente en la ¨¦poca en que deber¨ªa realizarse y rondan con extraviados ojos por el lugar donde fueron felices sin que la evocaci¨®n de efem¨¦rides les compense de la contrariedad.
Cualquiera puede verlos en el mediod¨ªa de los domingos en la plaza del Maestro Villa del Parque del Retiro en torno al templete destinado a la banda municipal y sinf¨®nica. Con el automatismo de la costumbre han acudido al concierto de la temporada de verano, pero, ?d¨®nde est¨¢ la banda que lo interpreta? En la trasera de la Casa de Vacas no aparca el furg¨®n con los instrumentos ni se regala el programa ni montan tertulia los profesores. Tampoco rodean las sillas de madera el quiosco donde Pablo Soroz¨¢bal, Jes¨²s Ar¨¢mbarri, Mois¨¦s Davia o Enrique Garc¨ªa Asensio ejecutaron su repertorio. Ha pasado mayo, discurre junio y, ?ser¨¢ posible que en este primer a?o de mandato de un alcalde mel¨®mano no suenen junto al estanque madrile?o los Rumores de la caleta?
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