Absoluci¨®n
En los ambientes que frecuento, el estado de ¨¢nimo est¨¢ de capa ca¨ªda desde la resaca electoral. No se llega a la desesperaci¨®n, pues se puede buscar consuelo en alg¨²n clavo ardiendo, como el ¨¦xito de Marcelino Iglesias al frente de los socialistas aragoneses -aunque esta victoria sea en realidad m¨¦rito de Aznar-. Pero el balance general no podr¨ªa ser m¨¢s deprimente, ante la evidencia de que el 25-M viene a simbolizar la absoluci¨®n de Aznar por los electores.
Hubo tres Gobiernos europeos que se prestaron a secundar la demostraci¨®n de fuerza estadounidense: los de Londres, Madrid y Roma. Esto provoc¨® el airado rechazo de sus respectivas opiniones p¨²blicas, que en el caso espa?ol roz¨® la unanimidad. Y tras su dudosa gesta, los tres tuvieron que celebrar elecciones municipales, arrostrando el riesgo de sufrir un voto de castigo. Como as¨ª sucedi¨®, en efecto, en Italia y Gran Breta?a, cuyos ciudadanos penalizaron en las urnas a Berlusconi y Tony Blair. Pero no as¨ª en Espa?a, donde los electores prefirieron mirar para otro lado votando en cada sitio como si aqu¨ª no hubiese pasado nada. ?No es una contradicci¨®n?
La verdad es que nadie lo entiende -excepto los apologistas de Aznar, que celebran su visi¨®n prof¨¦tica cuando pronostic¨® que los espa?oles cambiar¨ªan de opini¨®n-. ?A qu¨¦ se debe la voluble capacidad de olvido -o la doble moral- que han demostrado los espa?oles? Pocas semanas despu¨¦s de las masivas concentraciones contra la gue-rra, muchos de aquellos manifestantes acud¨ªan a la madrile?a plaza de Col¨®n, donde el Papa celebr¨® urbi et orbe la magna absoluci¨®n de Aznar. ?Ser¨¢ que influidos por su ejemplo los cat¨®licos espa?oles le han absuelto tambi¨¦n, lavando sus pecados como por ensalmo?
Es el eterno problema de las democracias latinas, plebiscitarias y populistas, que tienden a refrendar con el voto la impunidad de sus gobernantes. En mi columna del d¨ªa despu¨¦s de las elecciones (Remontada), ya avanc¨¦ esta hip¨®tesis del voto de perd¨®n -en lugar del voto de castigo que parec¨ªa debido-, interpret¨¢ndolo como expresi¨®n del voto agradecido, o voto del come y calla. Pero si se recuerda, esta hip¨®tesis es la misma que utilizaba la derecha en 1993 para explicar que, a pesar de todos los pesares, y con toda la lluvia de esc¨¢ndalos que por entonces arreciaba, los espa?oles siguieran votando impert¨¦rritos a Gonz¨¢lez, perdon¨¢ndole todos sus pecados. Y a este voto absolutorio la derecha lo llam¨® pesebrismo, acusando a los electores de estar comprados por el soborno socialista.
Por eso Aznar, para defender la poltrona que ha de prestar a su tapado, quiso cebar el mismo voto del miedo con que Gonz¨¢lez recurr¨ªa a los pensionistas, apunt¨¢ndose as¨ª a la tesis de los est¨®magos agradecidos. Igualito, igualito que su predecesor en el cargo. Pero con un par de sensibles diferencias entre ambos. Gonz¨¢lez cumpl¨ªa programas socialdem¨®cratas, naturalmente centrados en el reconocimiento y la protecci¨®n de los derechos sociales: luego no hab¨ªa soborno, sino cumplimiento de sus promesas electorales. En cambio, Aznar accedi¨® al poder presentando programas liberales de desregulaci¨®n y recorte de derechos sociales -por eso el gasto social en porcentaje del PIB ha ca¨ªdo una sexta parte durante su mandato-: luego su oferta de soborno es no s¨®lo falaz, sino fraudulenta adem¨¢s.
La segunda diferencia es de clase social. Mientras Gonz¨¢lez defend¨ªa los derechos de las clases desfavorecidas que precisan urgente protecci¨®n social, Aznar en cambio defiende los intereses de las clases medias, que no precisan protecci¨®n alguna. Los est¨®magos agradecidos de hoy en d¨ªa ya no son los votantes de clase baja sin estudios, sino los de clase media y con estudios, en cuyo beneficio se est¨¢n recortando y privatizando los servicios p¨²blicos para poder bajarles los pocos impuestos que pagan. Es el efecto San Mateo: a quien tiene m¨¢s se le dar¨¢, y a quien no tiene todo le ser¨¢ quitado. Lo cual explica muy bien el hip¨®crita cinismo del voto absolutorio.
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