Los ni?os de la bola
Entre la realidad y el deseo hay hect¨¢reas de realidad. El recogedor de moras silvestres est¨¢ deseando que pasen de una vez este mes y el siguiente para meter el brazo entre los pinchos de las zarzas y llenarse el sombrero de los granillos negros y lustrosos de esos frutos. Le gusta recogerlos de buena ma?ana, en las umbr¨ªas, cuando a¨²n est¨¢n frescos. A lo mejor, viendo correr el agua de una acequia, que se lleva algunas hojas ca¨ªdas. Si fuera del tama?o de un insecto, se subir¨ªa a bordo de una peque?a rama s¨®lo por gusto de ver hasta d¨®nde lleva la corriente. A veces es bueno seguir la corriente de las cosas.
"Buen fin de semana. ?Y cuidado con el sol!". Dos se?oras se despiden en el quiosco. El impaciente recogedor de frutos del campo ha distinguido, entre el plantel de revistas y diarios, un cart¨®n que anuncia la primera entrega de la antigua serie de RTVE La bola de cristal en DVD. Un poco alborotado, ha precipitado la mano entre la zarza de noticias sin pincharse. Y eso que ¨²ltimamente abundan hasta ortigas por esos bancales. La bola de cristal era un programa infantil y juvenil para ni?os extremadamente inteligentes de todas las edades, que dir¨ªa el cr¨ªtico literario. Junto a las marionetas de la Bruja Aver¨ªa y de los electroduendes, aparec¨ªan videoclips de Tom Waits y entrevistas a Fernando Savater. Eso, los s¨¢bados por la ma?ana de aquellos a?os ochenta en que esperar el cambio no significaba exclusivamente quedarse apoyado en la barra. Uno de los gritos de guerra de la Bruja Aver¨ªa dec¨ªa: "?Viva el mal! ?Viva el capital". Los ni?os corean cualquier cosa, ya se sabe. Despu¨¦s, todo queda. "?C¨®mo est¨¢n ustedes? ?Bieeen!", as¨ª empiezan ahora muchas conferencias de pago. Cuando nadie le mira, el recogedor de bayas del bosque murmura: "?Viva la plusval¨ªa! ?Viva la eco-nom¨ªa!".
'La bola de cristal' era un programa infantil para ni?os extremadamente inteligentes que se emit¨ªa los s¨¢bados por la ma?ana en los ochenta
El tiempo nos traviste a todos y luego nos caricaturiza y ridiculiza. Por eso ten¨ªa tanta gracia ver en La bola de cristal a Javier Gurruchaga travestido, haciendo de su madre, Cayetana; pues parec¨ªa que ¨¦l ya hab¨ªa intuido con m¨¢s de 10 a?os de antelaci¨®n que Espa?a estaba abocada a ser otra vez un pa¨ªs de Cayetanas. Y Alaska no quer¨ªa llamarse como esa tierra de promisi¨®n que nos hace a todos un poco m¨¢s hippies, sino que en aquel programa se daba a conocer por su verdadero nombre, Olvido. Pero ya nadie se acuerda. Parece que cada cosa est¨¦ escrita en las otras cosas. Dicho con las visionarias palabras de los Focomelos, "todo lo que rima es verdadero". Dal¨ª, por ejemplo, tambi¨¦n supo ver lo mismo a su manera: "Todo lo que es importante coincide". En La bola de cristal coincidieron, entre otros, Alaska, Santiago Auser¨®n, Loquillo, Gurruchaga, Ordov¨¢s, Santiago Alba y Lolo Rico y toda una generaci¨®n de cr¨ªos, chavalas y chavales que hoy andan por esos foros de Dios, comentando entre ellos, en el lenguaje subterr¨¢neo de Internet, que ha vuelto a salir La bola de cristal. Durante unos d¨ªas, se ha invertido el antiguo "ts, ts, que viene, que viene" en un emocionado "ts, ts, que vuelve, que vuelve".
La nostalgia es el cloroformo de los tiempos que corren. Para el recogedor de moras y alcaparras y, por qu¨¦ no, tambi¨¦n de higos chumbos, cualquiera tiempo pasado ya pas¨®. La nostalgia es todo lo contrario de la memoria. Por decirlo a lo Gurruchaga, la nostalgia es una cosa de Cayetanas. La memoria, no. La bola de cristal es ahora memoria criogenizada, se mantiene en el cilindro de helio de los DVD. Espera, como seg¨²n la leyenda aguarda la cabeza de Walt Disney, a que lleguen tiempos modernos en que la ciencia sepa devolverle toda la vida que un d¨ªa tuvo. El escritor de ciencia-ficci¨®n Philip K. Dick so?¨® una vez un mundo donde la gente que estaba criogenizada pod¨ªa interferir en la realidad de los vivos, o por decirlo con m¨¢s cuidado, de los que a¨²n no hab¨ªan muerto. En K. Dick, todo se confunde todo el rato. Llega un momento en que no se sabe si est¨¢n todos vivos o est¨¢n todos muertos. La memoria vale m¨¢s que la nostalgia porque con-serva en su esencia un h¨¢lito de vida. Tambi¨¦n fue Philip K. Dick quien so?¨® una casta de mutantes discapacitados a los que llam¨® focomelos. Hoy, un d¨²o que hace pop de Playstation se llama as¨ª y asegura que todo lo que rima es verdadero. Andr¨¦ Breton lo cont¨® de una manera mucho m¨¢s rebuscada cuando habl¨® del azar objetivo.
Todo lo que rima es verdadero. Gurruchaga rima con Cayetana en asonante. Y Walt Disney con Philip K. Dick en verso libre. Y mal rima con capital, en esto si que no hay escapatoria. Y plusval¨ªa con econom¨ªa, y a menudo hasta con Aver¨ªa, la bruja. Y las zarzas riman con las acequias. Y las alcaparras con los pinchos cambrones. Y la gente que lee rima con las bibliotecas y las librer¨ªas. Y la que no lee rima con la vida, porque lo bello es vivir. Nostalgia, en efecto, rima con Cu¨¦ntame c¨®mo pas¨® y con Cine de barrio, la nostalgia es un pastel rosa en una fiesta del Parada. Memoria rima con historia, resulta claro y evidente. La bola de cristal rima con los viajeros solitarios del octavo mar, que es el mar invisible que separa a este mundo de tarjetas de metro de un mundo virtual de tarjetas de audio. "Incluso, yo a¨²n dir¨ªa m¨¢s: ?todo lo que se desea es verdadero!, m¨¢s verdadero a¨²n que la realidad, se?or recogedor de moras...".
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