Atticus Finch
Se fue ayer del todo otro, uno de los ¨²ltimos, gigantes del cine. Ya se hab¨ªa ido un poco y silenciosamente, cuando hace unos a?os, no muchos, percibi¨®, y lo dijo, que el mundo del cine de ahora ya no era el suyo, y se sent¨ªa extra?o entre gente que dec¨ªa estar en su casa. El Gringo viejo por excelencia -que en aquella pel¨ªcula volvi¨® a seducir y conmover al mundo con otra creaci¨®n genial, que de nuevo prolongaba su pasi¨®n por la libertad- vert¨ªa a su alrededor una poderosa sensaci¨®n de inteligencia, de esa legendaria luminosidad interior que ten¨ªa el poder de proyectar hacia fuera sin mover un m¨²sculo, sin dejar ver, quiz¨¢s porque no lo hab¨ªa, la menor sensaci¨®n de esfuerzo.
Su voz ronca, que ten¨ªa el singular don de rozar la suavidad en sus tonos m¨¢s graves, es el primer e irrefutable indicio de que Gregory Peck forj¨® el pasmoso dominio de su pegada fotog¨¦nica en el teatro, y esto lo proclama a voces el prodigio expresivo que logr¨® dar a su inmovilidad, que le convirti¨® en una especie de actor tot¨¦mico, capaz de mover con la misma energ¨ªa ps¨ªquica a personajes tan dispares como el abogado Lee Heller de El cabo del miedo, el capit¨¢n Acab de Moby Dick, el marino James McKey de Horizontes de grandeza, el capit¨¢n Mallory de Los ca?ones de Navarone o el periodista Mike Hagen de Mi desconfiada esposa o el doctor Mengele de Los ni?os del Brasil o el forajido Lewt McCanles de Duelo al sol.
Pude observar de cerca su legendaria quietud hace a?os, en Berl¨ªn, y percib¨ª un poco sorprendido que no actuaba al hacerlo, que no hab¨ªa ruptura alguna entre su persona y su trabajo, que aquel hombre enorme y contenido, al que hab¨ªa que mirar desde muy abajo, capaz de convertir su repliegue hacia dentro en energ¨ªa hacia fuera, hab¨ªa logrado -dicen que Spencer Tracy alcanz¨® tambi¨¦n esa misteriosa cumbre- ser ¨¦l quien era interpretado por sus personajes.
En Berl¨ªn aquel d¨ªa de hace una d¨¦cada afirm¨® Peck, y esto forja para siempre su autorretrato, que el actor tiene el deber de prolongar sus ideas en sus actos y poner en conexi¨®n autom¨¢tica lo que piensa y lo que hace. Y a?adi¨®, cuando alguien le pregunt¨® por su trabajo en Matar a un ruise?or: "Un actor que odia el racismo tiene el deber de interpretar a personajes como Atticus Finch".
Su creaci¨®n del abogado Atticus Finch en este genial filme es una de las cimas del cine, de lo que este arte tiene de conquista del conocimiento y de la libertad. Media humanidad se ha so?ado, y seguir¨¢ so?¨¢ndose, dentro de la piel de ese hombre apacible en lucha callada contra el dolor y la injusticia, que es una de las im¨¢genes m¨¢s seductoras y vivas que se ha hecho de la esperanza.
Babelia
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