Europa vista desde la otra Europa
Con la euforia que sigui¨® a la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y al hundimiento de la URSS, todo parec¨ªa estar al alcance de la mano. Nadie en la "otra Europa" se esperaba que las transiciones tuvieran que ser tan largas, lentas y agotadoras. Las privatizaciones han sido m¨¢s o menos escandalosas, incluso en la Rep¨²blica Checa, en Hungr¨ªa o Polonia, por no hablar de Rusia, Ruman¨ªa, etc. Ha sido necesario m¨¢s tiempo del que se cre¨ªa para alcanzar a los reg¨ªmenes del llamado "socialismo real": nivel de producci¨®n, intercambios, seguridad social, jubilaciones, etc. Un pa¨ªs como Eslovenia, que se cita a menudo como un modelo muy logrado de transici¨®n, ha tardado m¨¢s de siete a?os en poder alcanzar a... la Eslovenia de 1990. La enorme ayuda que proporcion¨® Alemania Occidental a su malcasada hermana del Este muestra claramente la enormidad de los medios necesarios para estas transformaciones. ?ltimamente he recorrido la mayor¨ªa de estos pa¨ªses que son nuevos candidatos a la Uni¨®n Europea de la primera o de la segunda hornada, en especial los antiguos pa¨ªses del Este. Ya se pueden establecer algunos puntos en com¨²n en sus expectativas, sus esperanzas o sus temores. A medida que se aproxima el "acontecimiento", dejan por fin de esperar la luna y cierto realismo ocupa el lugar de las ilusiones. Se dan finalmente cuenta de que las condiciones previas que plantea Bruselas no tienen nada de sentimental y que nadie est¨¢ dispuesto a cerrar los ojos ante la obligaci¨®n de responder a determinadas exigencias.
La nueva Uni¨®n Europa, la que dentro de un a?o contar¨¢ con 10 miembros m¨¢s, tendr¨¢ la obligaci¨®n de ser un guardi¨¢n severo de las fronteras ampliadas. Me cuesta imaginarlo. A aquellos que vivieron ayer este problema, que estaban acostumbrados a las fronteras estancas o poco permeables -confines que en ocasiones hab¨ªa que transgredir con astucia o por la fuerza-, resulta dif¨ªcil verlos como nuevos guardianes de la entrada. A menudo se establece un v¨ªnculo entre la admisi¨®n en la UE y la presencia en la OTAN. ?Es realmente necesario pasar por el purgatorio de una alianza militar que ha perdido a su verdadero adversario para merecer aprobar el examen? Admiro las reacciones, por desgracia poco numerosas, que se han manifestado contra dicha exigencia en medios m¨¢s culturales que pol¨ªticos de algunos pa¨ªses candidatos. Por otro lado, comprendo mal a aquellos que, tras haber sido sat¨¦lites de una gran potencia desplomada, aceptan de buen grado ser los vasallos de la potencia rival y victoriosa, como hemos visto recientemente con motivo de la guerra de Irak. Europa es vista desde la otra Europa de diversas formas. Hoy son menos numerosos que ayer los que la ven como una especie de gran promesa o de para¨ªso. La prudencia empieza a ocupar el sitio de la ingenuidad. El esp¨ªritu cr¨ªtico se despierta y, aunque sea tard¨ªo, ve m¨¢s de una contradicci¨®n. Para una parte de la intelligentsia, m¨¢s emancipada que otras capas sociales, la representaci¨®n se expresa a menudo en forma de alternativas: ser¨ªa deseable que la futura Europa sea menos eurocentrista que la del pasado, m¨¢s abierta a las dem¨¢s que la Europa colonialista, menos ego¨ªsta que la Europa de las naciones y m¨¢s consciente de s¨ª misma y menos sujeta a la americanizaci¨®n; ser¨ªa ut¨®pico esperar que se convierta, en un tiempo previsible, en m¨¢s cultural que comercial, menos comunitaria que cosmopolita, m¨¢s comprensiva que arrogante, menos orgullosa que acogedora, m¨¢s la Europa de los ciudadanos y menos "la Europa de las patrias" que han librado tantas guerras entre s¨ª y, a fin de cuentas, m¨¢s socialista con rostro humano (en el sentido que algunos disidentes de la antigua Europa del Este daban a este t¨¦rmino) y menos capitalista sin rostro. Me corrijo al se?alar que somos muy pocos los que pensamos todav¨ªa en alguna forma de socialismo. La divisi¨®n izquierda/derecha rara vez se asemeja a la que se hace en Europa Occidental. Somos testigos de diferentes comportamientos conservadores, de actitudes tradicionalistas, de falta de transparencia en la forma de gobernar o de gestionar las cosas, de una mentalidad retr¨®grada que resurge en cada momento en pa¨ªses al mismo tiempo europeos y largo tiempo separados de Europa. Ocurre, en especial, all¨ª donde el d¨¦ficit de tradiciones democr¨¢ticas se deja sentir dolorosamente y donde a una democracia proclamada o deseada le sustituye lo que denominamos una democratura. Hemos cre¨ªdo conquistar el presente y todav¨ªa no logramos dominar el pasado. Fue necesario defender un patrimonio nacional y ahora, en muchos casos, hay que defenderse de este mismo patrimonio. Esto tambi¨¦n es v¨¢lido para la memoria: deb¨ªa ser salvaguardada y ahora parece castigar a aquellos que la hab¨ªan salvado. El reparto ya est¨¢ hecho y queda ya muy poco por repartir. Muchos herederos se quedan sin herencia.
Qu¨¦ decir de Rusia en este contexto. Ya no es -es evidente- lo que fue hasta ayer la Uni¨®n Sovi¨¦tica, pese al hecho de que todav¨ªa aspira a desempe?ar un papel de gran potencia y logra serlo hasta cierto punto. Sin embargo, muchas cosas dependen de su evoluci¨®n interior. Podemos imaginar varias futuras Rusias en funci¨®n de su pasado, de su fuerza y de las pruebas que deba superar. ?Ser¨¢ una verdadera democracia o una simple democratura? ?Tradicional o moderna? ?"Sagrada" o profana? ?Ortodoxa o cism¨¢tica? ?M¨¢s "blanca" que roja, o al rev¨¦s? ?Menos eslav¨®fila que occidentalista, o a la inversa? ?Tan asi¨¢tica como europea, o lo contrario de ambas cosas? ?Una Rusia que "la raz¨®n no sabr¨ªa abrazar y en la que s¨®lo se puede creer" (como dec¨ªa magn¨ªficamente el poeta Tiutchev en el siglo XIX) o una con "un culo gordo y robusto" (tolstozadaia), a la que cant¨® Alexandr Blok durante la Revoluci¨®n? ?"Con Cristo" o "sin la cruz"? ?Simplemente rusa (ruska?a) o "de todas las Rusias" (vserosiska?a)? Ocurra lo que ocurra, deber¨¢ contar con todo aquello que le dej¨® la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica y con todo aquello de lo que la priv¨®, tal vez para siempre. Un pasado lejano y muchos acontecimientos recientes han dejado en los Balcanes unas heridas que siguen sangrando: la Albania de Enver Hoxa, la Ruman¨ªa de Nicolae Ceaucescu, la Bulgaria de Todor Jivkov, una Yugoslavia que hace poco era mucho m¨¢s pr¨®spera que los dem¨¢s "pa¨ªses del Este", ahora devastada por las¨²ltimas guerras balc¨¢nicas... Pero no acaba aqu¨ª: malentendidos entre Serbia y Montenegro, conflictos entre los kosovares albaneses y serbios, separaci¨®n de nacionalidades en Bosnia-Herzegovina, relaciones tensas entre Grecia y Turqu¨ªa, problemas sin resolver entre Bulgaria y Macedonia, la cuesti¨®n h¨²ngara en Transilvania, la rumana en Moldavia, la griega y turca en Chipre, la macedonia en Grecia, la serbia en Croacia, la turca en Bulgaria; m¨¢s de dos millones de exiliados o de "desplazados", mil y una formas de asumir y de vivir una "identidad poscomunista", de plantear y de tratar de resolver la sempiterna "cuesti¨®n nacional" y la de las minor¨ªas, o bien de revivir unas fronteras consideradas "injustas" y "mal trazadas", de sufrir o rechazar la c¨¦lebre "balcanizaci¨®n" que, al igual que el Destino en las tragedias nacidas bajo los cielos de esta pen¨ªnsula, sigue separando incluso aquello que parec¨ªa indiviso e indivisible. La otra Europa es capaz de crear muchos problemas todav¨ªa a la propia Europa.
Predrag Matvejevic es escritor y profesor de estudios eslavos en la Universidad de Roma, de origen ruso-croata, emigrado de la antigua Yugoslavia. Autor, entre otros libros, de Breviario Mediterr¨¢neo. Traducci¨®n de News Clips
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